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martes, 17 de noviembre de 2020

La tercera vía está de vuelta: el papel de los intelectuales sistémicos



Fuente:Cuarto Poder 

 Manolo Monereo

 ¿Ha perdido Sanders? Muchos se preguntarán a qué viene esto, ya que el conocido político demócrata norteamericano perdió hace tiempo frente a Biden y ahora solo se presentaba como senador. Me estoy refiriendo a otra cosa, a lo que podríamos llamar las múltiples consecuencias que va a tener la victoria de Biden. Hay un dato que empieza a aparecer en letra pequeña, como comentario en el marco de un debate más general: Sanders nunca hubiese ganado a Trump; para vencer a los populismos de derechas hace falta hacerlo desde la moderación y el centro-izquierda, el extremo centro que diría Tarik Alí.
    Cuando cambia la administración norteamericana -es el Imperio- muchas cosas cambian en su mundo del que, de una u otra forma, formamos parte. Todos quieren ser vencedores, hacer méritos y apostar al futuro. Asombra la ingenuidad de una parte significativa de la izquierda que hace suyo el triunfo de Biden, que alaba la consistencia de la “democracia americana” y sueña con un mundo mejor. Trump es muy de derechas, la mayoría de las veces brutal, y conseguía como nadie hacerse antipático; no podía disimular su autoritarismo mezclado con supremacismo racial y un nítido desprecio por los sectores populares. Aun así, casi la mitad del pueblo norteamericano votó por él. Solo la Covid-19 lo pudo vencer. Tendríamos que explicar las raíces de un fenómeno que ya estaba en la sociedad norteamericana y que ahora ha ganado coherencia y fuerza

    Los EEUU vuelven y pasan a la ofensiva. Esa podía ser la consigna del momento. Muchos llevaban años esperándolo: vuelven los nuestros. Se ve con claridad que ha sido el trumpismo, una forma de repliegue ante un cambio geopolítico de grandes dimensiones. El presidente derrotado puso de manifiesto lo que todos sabían, que la hegemonía norteamericana en el mundo estaba en cuestión y que aparecía con mucha fuerza una potencia que los desafiaba. Los EEUU llegarán hasta el final para impedirlo, hasta el final y sin escatimar medios. Los europeos no están en capacidad para entender eso. Lucha por el poder puro y duro. Borrell quiere que aprendamos a pensar geopolíticamente, no será fácil. La diplomacia “a martillazos” de Trump dejaba claro que EEUU no estaba para juegos florales y que la amenaza era existencial. La prioridad era el hemisferio oriental y allí iba a concentrar todas sus fuerzas. A los aliados europeos les señalaba tareas: ocuparse del frente ruso, incrementar sus presupuestos militares y contribuir enérgicamente a la contención de China. La OTAN valía si cumplía estas misiones y mostró hasta la saciedad que no iba a perder mucho tiempo en convencerlos.

martes, 10 de noviembre de 2020

Perdió Trump, Biden no ganó. Es la geopolítica

 


 

Fuente: Cuarto Poder

Manolo Monereo


   Hace cuatro años pronostiqué la victoria de Donald Trump sobre Hillary Clinton. Ahora las cosas estaban más claras, quizás demasiado. El desgaste del presidente norteamericano parecía evidente y las encuestas auguraban una victoria nítida de la dupla Biden/Harris. Me ha sorprendido la consistencia y la fuerza del voto republicano. Biden ha sido el candidato más votado de la historia de EEUU; el segundo ha sido el candidato Trump. Lo que teníamos delante de nuestros ojos era una enorme polarización y una fortísima movilización que ha ido creciendo día a día. A Trump lo ha derrotado una “coalición negativa”. El “todos contra el presidente” ha funcionado. ¿Hubiese perdido Trump sin la covid-19? No lo creo. La pandemia ha sido un catalizador que ha activado una amplia oposición cansada de tanta retórica, de tanto negacionismo que contrastaba con una imponente cifra de muertos, de infectados y, sobre todo, que ponía de manifiesto el desastroso, caro e injusto sistema sanitario norteamericano. El aparato del Partido Demócrata ha hecho de esta cuestión el tema central de su campaña; no se equivocaron.
¿Gana Biden? Lo dudo. Una coalición negativa (de eso sabe mucho Donald Trump) es relativamente fácil de ahormar en determinadas circunstancias. La propuesta Biden/Harris se ha ido construyendo por oposición, atrapando perfiles de votantes, sumando expectativas sociales y traduciéndolas en votos. Trump, como tantos otros populistas de derechas, domina el discurso, la capacidad para definir enemigos y situar como fuerza social a aquellos que cuentan poco o que se sienten marginados de la política. La piedra de toque es gobernar; es decir, diseñar estrategias, alianzas sociales, gestionar la maquinaria del Estado y tener un equipo solvente que dé confianza a la ciudadanía. Trump ha sido demasiadas veces su peor enemigo; ha emitido mensajes contradictorios y sus decisiones han carecido la más de las veces de coherencia. Las memorias de John Bolton dan cuenta de una gestión caprichosa, carente de fundamentos y de una improvisación impropia de un dirigente político. La polarización que tan buenos resultados le ha dado, le ha impedido ampliar consensos; abrió todos los frentes posibles y se equivocó en el fundamental, la pandemia. Aun así, ha conseguido casi la mitad de los votos.

martes, 27 de octubre de 2020

Diez años sin Marcelino



Fuente: Cuarto Poder 

[Hoy los compañeros de Cuarto Poder publican este artículo recordando a nuestro inolvidable Marcelino. Escrito a 8 manos por Yenia/ Marcel Camacho, Salce Elvira y nuestro queridísimo Agustín Moreno]

     El 29 de octubre de 2010 murió Marcelino Camacho. Tenía 92 años, toda una larga vida de un trabajador metalúrgico comprometido con su clase, por lo que pagó un alto tributo en las cárceles franquistas. Fue fundador y el primer secretario general del sindicato de Comisiones Obreras. Figura clave en la conquista de las libertades en España, también fue diputado comunista por Madrid en las dos primeras legislaturas de la actual democracia.
   Era una persona muy carismática y querida por los trabajadores y trabajadoras, respetada desde todas las posiciones políticas por su honestidad y coherencia. Un buen homenaje para cumplir con el deber de memoria, y aprender de él y su ejemplo, es ver la película Lo posible y lo necesario que proyecta La 2 de TVE el 29 de octubre a las 23:55h. Pero no podemos quedarnos en el recuerdo, ni se trata de ensalzarlo, sino aprovechar la oportunidad para mirarnos en el espejo que refleja la situación de la clase trabajadora de este país. Y el balance es bastante desolador, la clase obrera no está para ir al paraíso, precisamente.
   Aunque este retroceso empezó bastante antes de su muerte. Quizá desde aquella magnífica Huelga General de 1994 que no tuvo continuidad por el cambio en la estrategia del sindicato y que produjo una grave crisis en CCOO. Crisis que, además del giro de timón, tuvo como consecuencia uno de los momentos más amargos de Marcelino: su salida de la presidencia del sindicato sin ningún debate previo ni participación de los afiliados. Pero no vamos a irnos tan lejos, basta con analizar la última década.

martes, 30 de junio de 2020

Pablo o el odio de clase


No hace demasiado tiempo, comentaba con Julio Anguita una vieja historia que me sorprendió mucho. Me refiero a que varios medios de comunicación del país estuvieron yendo periódicamente al instituto donde trabajaba para comprobar si, efectivamente, iba a dar clase, cómo lo hacía y, sobre todo, si faltaba. Hace poco me referí a esto en un artículo sobre la muerte del que fuera coordinador de IU.

La expresión que surgió era odio de clase. He reflexionado mucho sobre eso. Me parece un rasgo característico de todas las oligarquías y, específicamente, de la española. Cuando las clases dirigentes son cuestionadas profundamente y con éxito, el sentimiento contra los antagonistas es muy fuerte, se convierte en un rechazo visceral, en una hostilidad existencial. Los privilegios se heredan, componen una actitud, un sentido de la vida y organizan imaginarios grupales. ¿Quién son estos para oponerse a nuestro mando?, ¿con qué derecho? Y, sobre todo, ¿para qué? Nuestra burguesía patrimonialista siempre ha tenido una visión jerárquica del mundo y un desprecio militante a la plebe, a los desarrapados, a las clases “peligrosas”. Esto no solo no ha cambiado, sino que se ha acentuado en estos tiempos de crisis y desarraigo.

martes, 2 de junio de 2020

¡El socialismo ha muerto! ¡Viva el socialismo!


Manolo Monereo
La editorial El Viejo Topo acaba de sacar el libro de Carlo Formenti titulado como este artículo. En tiempos de pandemia hace falta, más que nunca, leer y estudiar, dotarse de materiales críticos y prepararse para la acción conscientemente guiada. Las editoriales de izquierda pasan por muchas dificultades y algunas desaparecerán; por eso hay que apoyarlas decididamente. El autor me pidió que prologara su libro. Este es un resumen del prólogo más largo que no pretende sintetizar el libro sino contextualizarlo y motivar su lectura.

El libro podría definirse como “materiales para la reconstrucción de un proyecto de liberación”. El autor lo hace sobre cuatro planos. El primero, cuestionar algunos elementos de la tradición marxista que considera superados y un obstáculo para una práctica alternativa. El segundo, definir las características del capitalismo actual en sus complejas relaciones con la sociedad y con los cambios geopolíticos radicales que están transformando el mundo que hemos conocido. El tercero, la reivindicación del Estado nación como instrumento fundamental para una estrategia política progresiva. Y un cuarto plano que entra directamente en los debates sobre populismo, la superación o no de la forma partido, el papel de los sujetos y actores sociales en momentos en los que las viejas identidades se están disolviendo y otras, que se consideraban superadas, retornan bajo formas diversas.

lunes, 16 de marzo de 2020

China: Elogio de las fronteras



Fuente: Cuarto Poder

Manolo Monereo
Para José Manuel Martínez, que me dio la pista

    Las crisis desvelan la realidad, la hacen evidente y la superan. Esta existe “de aquella manera”, oculta más de lo que aclara y, lo peor, convierte lo fundamental en secundario o hasta terciario. Las fronteras son un signo de libertad y de existencia de un estado que es algo más que una estructura de poder; genera identidad, seguridad y horizonte de sentido; también es capacidad de gestión, de hacer frente a las crisis asegurando la eficacia, la movilización de recursos y su empleo eficiente. Un estado fuerte es esto, garantía de la soberanía frente a las oligarquías internas y frente a las grandes potencias de un orden mundial jerarquizado y en perpetua lucha por el poder.
   Lo que digo no es popular, lo sé. Hay fronteras y fronteras y hay estados y estados, pero sin ellas no hay libertad posible. Se dirá que no son por sí mismas salvaguardia de las libertades, es verdad, pero son la garantía de las mismas. No hay república, sociedad de hombres y mujeres libres e iguales sin estado-nación, sin fronteras seguras y sin un poder soberano. Recuerdo aquí un libro bellísimo de Regis Debray que se llama precisamente Elogio a las fronteras. En él nos cuenta el conocido intelectual francés la importancia de un mundo basado en la diversidad, en la pluralidad, en la existencia de culturas fuertemente autónomas, en diálogo permanente con las otras en un pluriuniverso que gestione los conflictos y los problemas globales. Lo primero es superar esa vieja idea occidental y cristiana de una humanidad definitivamente unificada entorno a un gobierno mundial que aseguraría un nuevo orden edificado sobre las ruinas de los viejos estados. La cuestión es siempre la misma, ¿qué estado unifica?, ¿qué potencias construyen el gobierno mundial y frente a quién? Y ¿qué geo cultura terminará teniendo la hegemonía?