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domingo, 30 de julio de 2023

Las Ideas pasan factura








Remedios Copa
Colectivo Prometeo

Las ideas mueven el mundo y sin ellas la sociedad no podría evolucionar. Otra cuestión es el objetivo de determinadas ideologías.

Esta semana  en la que las elecciones han puesto de manifiesto, entre otras cosas, la pugna entre la defensa de los derechos de las mujeres y aquellos que quisieran verlas reducidas a meras ciudadanas de segunda categoría, reducidas a los límites estipulados por el machismo más rancio y obsoleto, fruto del que incluso se rompe la paridad parlamentaria.

Por eso hoy toca recordar a María Vinyals y Ferrés, Marquesa de Ayerbe por su matrimonio con Juan Jordás de Urriés, más conocida como la Marquesa Roja; este apelativo se debe a sus ideas por las que el pago no fue baladí. Sus ideales no encajaban en una mujer de su alta posición social.

La recuerdo por sus ideas y por el peso social que tuvo en su época, por ser una precursora de la defensa de los derechos de las mujeres gallegas, de la igualdad de las mujeres y los hombres y de las causas sociales. Por todo ello no es la primera vez que la menciono en mis artículos, aunque hoy quisiera resaltar su figura de un modo especial.

Esta escritora, feminista y activista social nació en Sotomayor el 14 de agosto de 1875, tras el fallecimiento de su padre fue adoptada por el VIII Marques de la Vega y Armijo, Antonio Aguiar y Correa, y su esposa  Zenobia Vinyals. Su primer matrimonio en 1896, un matrimonio acordado al que debe el título de Marquesa, fue fuente de sinsabores contra el que se reveló en lo privado y del que finalmente heredó infinidad de deudas. Tras quedar viuda, se casa un año más tarde con el doctor Enrique Lluria, (“el gran amor cubano de María Vinyals”) con el que compartía ideas políticas y sociales; juntos fundaron en el castillo de Sotomayor un teatro y el Hotel Sanatorio Lluria, (cuyo cartel publicitario de azulejos artesanales, auténtica obra de arte, lució en “el pasaje” en la Casa del Faro, en Vigo). Tiempo después tuvieron que abandonar todo, ahogados por las deudas que ella arrastraba de su anterior matrimonio y presionados por las acusaciones de que en Sotomayor se hacían reuniones de socialistas, regresaron a Cuba, tierra natal de Lluria. Tras el fallecimiento de su esposo en Cienfuegos y en una situación económica precaria regresó a España y su muerte se sitúa en París en la década de 1940.