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sábado, 23 de mayo de 2020

Lo que Julio querría (creo) [y II]





Rafael Juan
Colectivo Prometeo
Cuando mi hermano Juan Rivera me dijo el martes que, en un pis-pas, en un ratillo que había tenido entre clase y clase telemática, había redactado un artículo que iba a titular "Lo que Julio no querría" le dije, en un atrevimiento inconsciente, que lo publicara como un primer capítulo que se cerraría con otro artículo que redactaría yo sobre lo que Julio sí querría. Digo inconsciente por muchos motivos, pero, principalmente, porque, cuando Juan escribe, no deja palo sin tocar y, además, lo hace con un arte pa’rabiar. Es para lo único que la música le ha agraciado. Cuando ya sale por la garganta, el cantar abandona su significado. En eso somos siameses.

Y la verdad es que, con ir contestando a cada uno de sus “lo que Julio no querría” de su escrito, en sentido inverso, valdría más que de sobra para rellenar con mucho más sentido estas líneas. Pero ya que lancé el órdago, intentaré trasladar lo que me pide el cuerpo, desde el más profundo respeto a Julio y sin, por asomo, querer hacer de “traductor” suyo.

Hace ya la friolera de 25 años, cuando tenía esos mismos aproximadamente, visitó la isla de Lanzarote, donde por motivos laborales residía, José Luis López Aranguren. Ya uno venía de las huelgas contra la LRU, del movimiento anti-OTAN, y de experiencias desde grupos cristianos de base. Pero recuerdo que la charla de Aranguren que disfrutamos (tuvo que ser de las últimas pues un año después fallecería) en la casa de Tahiche del también entonces recientemente fallecido César Manrique, fue la gota que me hizo dar el paso del compromiso social y político. Recuerdo que Aranguren incidió en el inconformismo y la rebeldía que debían ser propias de la juventud y nos llamó a ejercerlas. Famosa quedó su frase “La juventud es la edad del inconformismo, de la exigencia de perfección, del hambre y de la sed de justicia”. Y de allí salimos con la determinación de que había que “pringarse”. A los pocos días visitaba la sede de IU de la isla y me afiliaba. No podía ser de otra forma. Uno había vivido (aún joven y desde fuera) los años de la alcaldía de Julio, su salto a la Junta y, posteriormente, su brillantísima, intachable en todos los aspectos, etapa como parlamentario y candidato a la presidencia del gobierno. Y fue en Lanzarote donde lo conocí en persona, un día que viajó hasta allí a apoyar un mitin de la campaña de las elecciones generales de 1996 en el Hotel Lancelot donde, según contaba luego cuando volví a Córdoba, me reconoció porque oyó a lo lejos decir un “sipote”, y dijo: “allí hay uno de Córdoba”. En aquella isla magnética y apasionante tuve la fortuna de conocer a otro personaje de los que marcan: José Saramago, quien vivía en el pueblo de Tías y tuvo a bien ayudar, apoyar, incluso yendo muchos miembros de su familia en las listas de IU por su pueblo y donde hiciera falta. Más tarde, en 1999, tendría lugar en ya mítico encuentro de Julio, Saramago y otro “extraterrestre”, Manolo Cañada, en Cáceres. Son las vivencias, los maestros, que, en mi caso, me han marcado en mi formación como ser social. No me extenderé más en “historias de abuelito cebolleta”, pero me sirven para llegar a tres de las muchas características que creo comunes a estos cuatro personajes, cada uno en sus ámbitos de actuación: la rebeldía, la valentía y el compromiso con la utopía, y que me van a llevar a señalar, al menos, tres cosas que Julio querría.

Julio querría, no es novedad, lo dijo miles de veces, que la sociedad fuera rebelde. Rebelde desde el concepto intrínseco de oponerse a lo injusto, de no asumir lo que se impone de forma dañina. Es decir, una sociedad rebelde, pero con causa. Y Julio querría que antes de rebelarnos, estudiáramos, reflexionáramos, discutiéramos en el sentido platónico de la dialéctica y llegáramos a consensos que dieran forma y argumentos a nuestras reivindicaciones. Querría que en la situación en la que estamos, la clase trabajadora, más allá de aplaudir sus intervenciones en televisión, más allá de reconocer que siempre tuvo acierto en sus reflexiones, más allá de ahora llorar su pérdida, diera sentido a esa admiración poniendo en práctica aquello que supuestamente compartían con él. No le valía el “dales caña, Julio”, sino que a los que eso le decían, les respondía: “no voy a un circo romano. Tú también tienes que actuar”. De eso fui testigo en numerosas ocasiones.

jueves, 21 de mayo de 2020

Lo que Julio no querría (creo) [I]



Juan Rivera
Colectivo Prometeo
Esta primavera con una esquina rota (como diría Benedetti), nos ha robado el mes de abril mientras nos arrebataba a Julio"con quien tanto quería”
Desde que el sábado 9 la llamada de Irina me alertó de que algo te había pasado (habíamos hablado por última vez el viernes sobre las 10 de la noche) hasta que el sábado 16 Agustina me comunicó la amarga noticia, mil imágenes y recuerdos se han ido agolpando en mi cabeza. He preferido esperar para  escribir unas líneas y así introducir un poco de cerebro a lo que dictaba el corazón.
Hoy, tras leer tantos y (en su gran mayoría) buenos artículos sobre tí y encontrarme tu rostro en cientos de twitter, whatssaps, telegrams, páginas de facebook... he pensado: “En las actuales circunstancias, ¿qué no querrías?”. Tras ello me atreví a esbozar estas líneas.
    Ni pretenden sentar cátedra ni defender esencia alguna. Tampoco son el guión de un sermón  predicable en púlpitos siempre rechazados. Solo quieren tirar del hilo de los recuerdos y recoger algo de las centenares de conversaciones, ocurrencias, reuniones, comidas, copas... compartidas. La memoria siempre es selectiva y lo escrito aquí es la mía.
    La primera vez que escuché hablar de tí fue la noche de las primeras elecciones municipales, allá por abril de 1979. Un militante de mi pueblo comentó que en la capital, Córdoba, había ganado la candidatura del Partido encabezada por un maestro pero ignoraba como te llamabas. 
     En septiembre empecé la Universidad y ya sabía tu nombre: Julio Anguita. Esos primeros años te miré con ojos de asambleario de extrema izquierda cuando coincidíamos en la lucha por una  Autonomía plena (manifestaciones 4 diciembre, referéndum del 28F)
     Tras las generales de octubre de 1982 cuando muchos abandonaban el barco del PCE, la mayoría abatidos por  la tristeza de la derrota y la minoría por el carnet del PSOE y coche oficial, un grupo de universitarios decidimos nadar contracorriente y enrolarnos en la nave tocada pero a la que no queríamos dejar hundirse. 
    A partir de ahí se agolpan elecciones de mayo del 83, con los 17 concejales de 27 y la calle Ambrosio Morales a rebosar gritando “Qué “demasiao”, qué “demasiao”, que hasta los reservas los hemos “sacao”,  Manifiesto de las amapolas del 84, los Comités Anti-OTAN, la asamblea de Convocatoria de Andalucía en la antigua Universidad Laboral de Sevilla ( hoy Pablo de Olavide) para proclamar  en abril del 86 tu candidatura  (allí nos pilló  la formación de IU a nivel estatal), las mágicas e ilusionantes elecciones autonómicas del 86 (“En junio, Julio”) tras el mazazo del referéndum OTAN... 
En esa época agradecimos infinitamente tu apoyo a la asamblea local de IU Cabra, viniendo  al acto de presentación (enero del 87). Fue la primera ocasión que intervinimos juntos  en público. No podía  imaginar las veces que nuestro común camino de militancia se entrelazaría después. A los pocos meses repetiste deferencia con los "pelmazos egabrenses" ("Gracias al latín" te apostillaba siempre) y volvimos a  compartir  escenario en el  mitin de cierre de las municipales, barrio de Gargallo (junio del 87).