Ambrogio Lorenzetti: Alegoría del Buen Gobierno |
Remedios Copa
Colectivo Prometeo
Para hablar con propiedad
del “bien común” es preciso acotar ciertos matices y desde luego será difícil
hacerlo correctamente sin tener en cuenta también “los bienes de lo común”.
Entre los muchos sentidos
que se ha dado al término “bien común” tenemos diferentes enfoques desde los
campos de la política, la filosofía social, el derecho y también la economía.
En general podemos decir que se trata de algo que es beneficioso para toda la
comunidad o para la sociedad en su conjunto. Se entiende que responde al
interés público en contraposición al bien privado e interés particular; por esa
razón entiendo que difícilmente se puede hablar de bien común sin tener en
cuenta el uso que se haga de los bienes comunes porque existen entre ambos
conceptos muchas ligazones, sobre todo cuando entra en juego la economía y el
paradigma en el que se desarrolle y los poderes que la controlen.
Con el concepto de bien
común se ha relacionado a lo largo de la historia a los bienes materiales e
inmateriales que no se circunscriben a una persona sino que se remiten a todos
y cada uno de los miembros de la sociedad. Según Platón, por ser un bien de
todos, no puede ser considerado un bien de la mayoría puesto que su esencia
consiste en que todos los miembros de esa sociedad lo disfruten. Aristóteles
también abordó el bien común e hizo referencia a su relación con los
gobernantes.
Desde el punto de vista
de la economía, también lo aborda el premio Nobel de Economía, Jean Tirole, en
su libro “La economía del bien común”, aunque lo deriva a la referencia de la
legislación y las normas sociales que a través de ella se puedan imponer a los
ciudadanos en una economía de mercado; una economía en la que el consumidor es
casi siempre la víctima de quienes esquilman los bienes comunes y no el sujeto
del bien común como tal.
Ninguna de las teorías económicas da una verdadera respuesta ética ni eficaz a los principios del bien común y al uso de los bienes del común. Adam Smith, en “La riqueza de las naciones”, aprovecha la búsqueda del interés personal para obtener eficacia económica. Arthur Pigout, autor de “La economía del bienestar” introdujo en 1920 el concepto de “quien contamina Paga”, tratando de derivar del Estado liberal a los actores económicos la responsabilidad y solidaridad. Y ya sabemos cómo termina la aplicación de esas normas y a qué ha conducido.