Remedios Copa
Colectivo Prometeo
Llevamos mucho tiempo en Galicia luchando contra la destrucción medioambiental y la contaminación producida por un desarrollo insostenible e irracional y no solo innecesario para los intereses de la ciudadanía gallega sino incluso altamente nocivo.
A estas alturas, salvo a sordos y ciegos funcionales que solo escuchan y ven por los intereses de sus bolsillos o los de sus allegados, no les suena extraño el descontento de la población y de los expertos ante el daño causado por industrias como las papeleras Ence, con concesión renovada por Rajoy, o el proyecto Altri -promovido por Greenfiber S. L., avalada contra viento y marea por la Xunta de Galicia. La primera supuso una ruina para la Ría de Pontevedra y la salud de los pontevedreses y la segunda, según todos los informes técnicos independientes de Altri y Xunta de Galicia, lo serán para la Ría de Arousa, la comarca del Ulla y afectará a toda Galicia.
Varios ríos y rías gallegas llevan años sufriendo las consecuencias de las explotaciones mineras que además del expolio de los recursos de esta tierra e impacto medioambiental que producen, contaminan las tierras y acuíferos subterráneos y las aguas de ríos y playas. Para ejemplo ya tenemos la mina de Touro, que seguro también les suene.
Pero estos dos tipos de industrias no son los únicos que asolan Galicia y que llevan mucho tiempo provocando clamorosas protestas, manifestaciones, alegaciones e incluso recursos ante la Administración y los Tribunales de Justicia. Aunque a decir verdad, la Xunta no solo muestra sordera ante la ciudadanía a juzgar por cómo autorizó la reapertura de la tramitación de proyectos eólicos que estaban paralizados por los Tribunales, o mire para otro lado cuando la UE da por bueno el proyecto de la mina de Doade, aunque en su día el proyecto fuese paralizado por la propia Xunta ante el impacto tan negativo que representaba.
Lo cierto que es que el factor común que nos encontramos ante todos los megaproyectos y explotaciones contaminantes que se instalan en nuestra tierra está la falta de informes técnicos imparciales y de valoración del impacto medioambiental, la paralización del reconocimiento de zonas que deberían estar formando parte de la Red Natura y amparadas por su protección y el “olvido” o incluso vulneración de la protección requerida en espacios ya reconocidos de antemano, cuando proyectos como alguno eólico suponen su afectación.
Otras de las características de estos proyectos consisten en que los explotan entidades de capital extranjero y que ni siquiera tributan en Galicia; son proyectos que responden a necesidades exteriores de los recursos naturales de la Comunidad Gallega pero no a necesidades nuestras; crean pocos puestos de trabajo y además son casi todos temporales y destruyen un gran número de puestos de trabajo estables y sostenibles, contribuyentes además a la soberanía alimentaria que las industrias de pasta de papel, minería y energéticas destruyen irreversiblemente.
Esas empresas, dejan en Galicia la basura contaminante y se llevan el beneficio y la materia extraída para que sea transformada en otros lugares en los que sí se crean puestos de trabajo estables y limpios con los bienes y recursos naturales extraídos de nuestra tierra.
Cuando termina la explotación, los recursos han sido esquilmados, el medio irreversiblemente contaminado e inservible para el cultivo agroalimentario, la vegetación autóctona se ha convertido en eucaliptales imposible de erradicar y la fisonomía, cultura y forma de vida propias de Galicia, habrán desaparecido como obligan a desaparecer de esta tierra a toda su población cuando en lugar de fomentar un desarrollo respetuoso con el medioambiente y la biodiversidad se implementan planes de extractivismo salvaje que arrasan con todo.
Si analizamos estos proyectos llevados a cabo por grandes corporaciones por cuyas puertas giratorias entraron al staf dirigente personajes que ostentaron altos cargos en la Xunta de Galicia, además de los impactos sociales, culturales, ambientales y económicos negativos, también tienen efectos negativos en la salud de las personas y, como ocurre con el resto, nada de eso repercute en quienes provocan el daño ni en quienes en lugar de proteger a los administrados, protegen a esas empresas.
Tal como nos dejan terrenos convertidos en pedregal y ríos contaminados o cuyo cauce ha sido desviados, (pizarreras), montañas arrasadas emitiendo radón, de cuyas entrañas se arranca la piedra para la transformación del granito en otro país, tierras y acuíferos impregnados de contaminantes diversos y metales pesados, (minería), son irrenovables para su uso primigenio.
Aunque por ahora no se habla de los problemas que va a generar la acumulación de aspas de los molinos de viento desechadas y de las placas solares rotas o en desuso, el problema no será menor. ¿Quién cómo y dónde se va a depositar, reciclar o eliminar todo eso? Muchos componentes de esos elementos es altamente cancerígeno, por ejemplo el cadmio que forma parte de las placas solares.
Nuestros gobernantes están olvidando que la soberanía alimentaria solamente se garantiza con unas tierras cultivables capaces de satisfacer las necesidades de la población. Que el cambio climático, a decir de los expertos, irá desertizando nuestro país de sur a norte y que por tanto el norte de España debería ser la reserva de cultivo agroalimentario para todo el país. Que el agua es un bien escaso y la potable mucho más.
Pero si el norte se llena de molinos eólicos, y minas, el centro del país cubre con placas solares los campos de cultivo, sobre todo de cereales, y elimina la ganadería extensiva en aras de la intensiva y, si el sur transforma olivares en huertos solares y tierras de cultivo con variedades de secano en olivares de riego, e introduce especies dependientes de agua como el aguacate entre otros, tendremos menos agua disponible y más agua contaminada por purín y antibióticos utilizados en las macro-granjas.
Podríamos extendernos mucho sobre estos temas, pero dado el espacio limitado solo pretendo apuntar algunos puntos sobre los que reflexionar y fomentar la búsqueda de información lo más veraz posible para tener una opinión al respecto.
Y en todo esto no hay que olvidar la escasez de energías fósiles, imprescindibles en parte para generar las renovables, la necesidad de frenar el calentamiento global y por tanto el uso de dichas energías en el traslado de los alimentos desde e origen al punto de consumo, lo que unido a la geopolítica cambiante y unos dirigentes muy proclives a inducirnos a la guerra harán más aguda la necesidad de conservar el territorio saneado y la soberanía alimentaria.
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