domingo, 18 de diciembre de 2011

Mesa redonda " Soberanía Alimentaria"

                                               foto: Juan García

      El pasado jueves, 15 de diciembre, nuestra amiga y compañera del Colectivo,Pepa Polonio, intervino en la Mesa redonda sobre " Soberanía Alimentaria" celebrada en la Facultad de Ciencias del Trabajo. Te ofrecemos  a continuación el texto de su intervención


Pepa Polonio

LA GESTIÓN PREDIAL COMO ALTERNATIVA VIABLE PARA CONSEGUIR LA SEGURIDAD ALIMENTARIA

         Tenía previsto que mi intervención se limitara a explicar qué se está haciendo en el área andina para conseguir que sus habitantes, los campesinos quechuas en los alrededores del Cusco y los descendientes de castellanos y guayacundos en la sierra de Piura, vivan con algo más de dignidad y sus hijos y viejos no se mueran de problemas de higiene, desnutrición y frío. Pero están sucediendo cosas en estos últimos días, acontecimientos que también están vinculados al tema que nos trae, y que causan una profunda preocupación entre las organizaciones, no ya de izquierdas, sino con una conciencia social aunque sea leve. No quiero dejar de llamar la atención sobre los intentos de construir una mina a cielo abierto en Yanacocha que destruiría el magnífico paisaje –con todo lo que conlleva- de esta laguna altísima de aguas negras.
No es solo la destrucción paisajística. Es que se eliminarán dos lagunas y se desecarán otras, y se contaminarán todos los acuíferos de la zona para que una multinacional, que ni siquiera paga impuestos por hacer este destrozo, explote el oro de unos yacimientos que se van a agotar en unos años.
         Como no me gustan los gestos huecos, no voy a pedir un minuto de silencio por los campesinos que ya han muerto y los que morirán bajo el estado de guerra que ha decretado un gobierno que consiguió el poder con la promesa de dar prioridad a la vida y al agro por encima de las multinacionales mineras y que, obviamente, ha traicionado a sus votantes en un tiempo récord. Voy a utilizar este minuto para protestar alto y claro por esta mentira, por esta traición, por las muertes producidas, por las que se producirán si nadie lo impide.
         Cuando se entra en contacto con la agricultura del área andina, se entra en un mundo de biodiversidad amplísima, con variedades de cultivos alimentarios, sobre todo tubérculos, pero también maíz y otros cereales y leguminosas que, bien gestionados, tendrían que ser suficientes para la alimentación de los pobladores de la zona. Pero un sentido de la modernidad mal entendido ha hecho que se sustituyan los cereales tradicionales por pasta de trigo importado y los tubérculos por arroz que se cultiva en algunos lugares costeros. Las hortalizas originarias también se han ido perdiendo, lo mismo que gran parte de la variedad ganadera. No es solo el sentido de “lo moderno”. Es también el interés de las multinacionales, incluyendo en ellas algunas ONG que actúan más como agentes colonizadores que como elementos de desarrollo interno. Quizá el caso más emblemático sea USAID, financiada con cargo al presupuesto de la CIA, pero no la única. Hay otras de origen alemán y de otros países que cumplen la misma función.
         El concepto de desarrollo está fuertemente impregnado de ideología política, mucho más que del sentido práctico de que quieren dotarlo algunos economistas. No todo vale, y no todos los modelos producen el mismo resultado. Hay modelos que mejoran el nivel de vida de algunos campesinos –no de todos- y producen desigualdades y dependencia. En otros casos, pretenden romper los esquemas sociales que sirven de sostén a una estructura familiar y de redes de solidaridad interna, pretendiendo imponer un modelo familiar o social similar al europeo, sin tener en cuenta que las estructuras sociales, familiares o políticas son resultado de una evolución, y que no se puede llegar a un final sin recorrer un camino. Y, de paso, no estaría de más perder un poco el sentido eurocentrista que nos da la idea de que somos los portadores de una verdad absoluta y que debemos ser “tolerantes” con unas personas que, pobrecitos ellos, están a medio civilizar. Sería el momento de ir sustituyendo la tolerancia por el respeto.
         En este sentido, la experiencia que traigo a colación parte de una ideología de izquierda revolucionaria, que pretende hacer a las personas dueñas de su propio destino, generando democracia interna participativa y real y partiendo de bases autóctonas, enraizadas en lo más profundo de la idiosincrasia de la población andina. Tal vez por eso ha contado con tantos inconvenientes, algunos rayanos en lo delirante, y sus promotores han sentido de cerca el aliento de los servicios secretos de varios gobiernos, desde Fujimori hasta el actual.
         Básicamente, se trata de la recuperación de cultivos, tanto para la alimentación de subsistencia como para el mercado, de ganadería mayor para transporte, carne y renta, y de repoblación forestal con especies autóctonas que elimine las plantaciones de eucaliptos, todo ello acompañado de infraestructuras como mejora en las viviendas para que las cocinas quemen menos combustible, se aproveche el calor generado para calefacción y calentar agua para uso doméstico; gestión de residuos humanos de todo tipo; producción de abonos de lombriz; transformación de la leche y otros productos para permitir su conservación; recuperación de artesanías como la de lana de alpaca y llama para uso de las poblaciones, y un largo etcétera. El uso de la energía solar y de la eólica, por ejemplo, también entran en estos proyectos.
         Para su puesta en marcha necesitan una fuerte financiación de los distintos fondos de cooperación, y en el caso del Cusco, que fue pionero, se ha contado con Canadá, Alemania e incluso Estados Unidos, aunque también con aportaciones españolas a través de distintos organismos. En el caso de Piura, básicamente con la cooperación española, desde distintos ayuntamientos de la provincia, la diputación, hasta la Junta de Andalucía, la AECI y otros organismos de distintas regiones. Pero una vez que se pone en marcha, las inversiones, si se gestiona bien, son menores y la ONG es cada vez menos necesaria, tanto la de aquí como la contraparte de allí. El objetivo último es que desaparezcan del mapa y las poblaciones caminen solas y sin tutela. Objetivo que todavía está lejos de conseguirse, por razones obvias.
         Se parte de un contacto con las poblaciones beneficiarias, a las que en todo momento se trata como personas y organizaciones conscientes de sus necesidades, como adultos que saben lo que quieren y cómo conseguirlo, que tienen conocimientos ancestrales que creen devaluados y que tienen mucho que aportar a su propio bienestar. La recuperación de la autoestima de las poblaciones es importantísima para que sean sujetos y no objetos de desarrollo.
         En los lugares donde la lengua vehicular no es el castellano, se buscan técnicos que sean capaces de desenvolverse en la lengua autóctona. En el caso del Cusco, el quechua. De esta manera, el encuentro es mucho más fácil. Los primeros contactos se establecen con las autoridades locales. Las autoridades reales, que no siempre son las que aparecen en los nombramientos oficiales. En todas las poblaciones hay unas autoridades nombradas por el gobierno, bien a dedo o bien por medio de unas elecciones que vamos a considerar más o menos libres, y unas autoridades elegidas en las asambleas de las comunidades campesinas. Y además, hay otras personas a las que se les reconoce una autoridad que les viene por sus conocimientos, sus consejos o su implicación en la vida comunitaria. El orden de importancia es el inverso al que he planteado, y es el que se sigue en estos contactos. Primero, los líderes naturales y por último los legales. Si hay que prescindir de alguno, se hace de los legales.
         Se utilizan las estructuras sociales ancestrales, que son las realmente existentes, y no las que aparecen en las teorías más o menos bien informadas que se encuentran en los organigramas. La base de organización social es la comunidad campesina, dueña y administradora de las tierras, que son de propiedad colectiva mientras la comunidad exista. Un inciso: si las tierras se despueblan, pueden ser privatizadas y vendidas. ¿Cómo se consigue esto? Pues, por ejemplo, sembrando eucaliptos en las cabeceras de los ríos que riegan zonas ricas en minerales, con lo que se secan, y la población emigra. O por medio de la esterilización masiva y no consentida de mujeres, que dejan de parir y la comunidad deja de tener comuneros. O, de forma más expeditiva, utilizando al ejército o a una guerrilla que resurge de vez en cuando, cuando más raro parece, para dar ocasión a una represión más que violenta y que genera desplazamientos masivos a una urbe, Lima, que está superpoblada, empobrecida y con todas las estructuras sociales rotas. De ahí la importancia de las repoblaciones forestales, la eliminación del eucaliptal y de la formación de mujeres que puedan controlar su sexualidad y ayudar a otras mujeres en los partos. De eso hablamos otro día, porque también habría que dar las gracias a algunas ONG por su colaboración en las esterilizaciones.
         A los participantes en los programas no se les da nada gratis. Todo requiere una contraprestación por su parte, que no necesariamente es en dinero. En realidad, salvo en muy contadas excepciones, nunca es en dinero, porque la economía campesina no es monetaria. Los intentos de monetarización han venido de la mano de ONG de microcréditos, que han hecho fabulosos negocios a cuenta del campesinado, que se ha empobrecido aún más y en muchos casos lo ha perdido absolutamente todo, incluyendo la libertad. En Perú existe el encarcelamiento por deudas, y los microcréditos han llevado a la cárcel y a un estado práctico de esclavitud a muchos campesinos de la cuenca de Jabón Mayo, donde se inició el programa de gestión predial, antes de que éste se implementara. La guerra entre las instituciones de microcrédito y el Instituto para una Alternativa Agraria es algo más que un conjunto de escaramuzas verbales.
         Los campesinos beneficiarios del programa de gestión predial se comprometen a realizar trabajos comunitarios, siguiendo sus propios sistemas ancestrales, sistemas de solidaridad comunal, colectiva y recíproca. El que aprende una técnica se convierte en yachachiq, en quechua, el que enseña lo que sabe hacer, y debe replicar técnicas que funcionan entre sus vecinos, que, a su vez, tienen que corresponder con otras técnicas o con las mismas en otras localidades o caseríos. De esta manera, se revaloriza el sistema tradicional que hace que la siembra, la cosecha, los trabajos de construcción de casas o el arreglo de caminos, se hagan sin pago de jornales y en su tiempo. Se potencia el sentido comunitario, los campesinos resuelven sus problemas ¡y surgen líderes! Y ahí es donde empezamos a mentarle la bicha a los partidarios del sistema y de la dominación imperialista tal como se da en la actualidad.
         En un primer momento, se trata de mejorar la alimentación y la capacidad de supervivencia de la población, sobre todo, de la infantil. Las primeras en formarse son las mujeres. Se las enseña a producir hortalizas, abono de lombriz, a manejar animales pequeños, a hacer yogur y queso con la leche de unas vacas a las que se les siembran pastos de corte que aumentan exponencialmente su producción. Se instalan sistemas de regadío por gravedad, estableciendo reservorios en las zonas más altas, que se impermeabilizan de distintas maneras, siempre que se puede con elementos naturales para evitar filtraciones. En esos reservorios se suelen criar truchas. Para regar los campos, tanto los pastizales como los huertos, se utilizan mangueras flexibles y, como aspersores, botellas de plástico de refresco agujereadas. Según la altura a la que se sitúen, el radio de acción del agua que cae por ellas es mayor o menor. Son muy efectivas, y son materiales de desecho.
         Además, se plantan árboles en vivero, que sustituyen gradualmente a los eucaliptos. La madera es fundamental para la casa: es la principal fuente de energía, y la búsqueda de leña ocupa buena parte de los esfuerzos de las mujeres. Los hombres no la acarrean. En la zona de Cusco, se suelen utilizar llamas para el transporte. En Piura son las mujeres las que las llevan sobre sus espaldas, algunas veces, mientras a la vez hilan la lana para tejer sus ponchos. Por eso, una de las últimas etapas ha sido la introducción de llamas para que las mujeres puedan tener una existencia algo menos dura. La deforestación es brutal, y las especies autóctonas son de crecimiento más lento que las invasoras, motivo por el cual es muy difícil de entender, en primera instancia, el daño que hacen los eucaliptos.
         El beneficio de la mejor alimentación es inmediato: los niños crecen más y enferman menos. Los viejos conservan las fuerzas durante más tiempo, y las mujeres dan a luz hijos más grandes. Considerable y llamativamente más grandes, como hemos tenido ocasión de comprobar. A partir de ahí, entran en liza las producciones “para hombres”, es decir, para el mercado. Se han desarrollado más en las tierras piuranas, donde se cultiva el café, el cacao y la caña de azúcar. Son cultivos para su venta, y las dificultades son mayores que en la de la producción de subsistencia. Aquí se tropieza con la dura realidad de que Perú no tiene nada más que una carretera asfaltada que lo recorre de norte a sur, con algunos ramales que más tarde o más temprano se terminan convirtiendo en pistas de tierra, en algunas ocasiones muy mal conservadas. Ejemplos como el de Limatambo, donde el alcalde, Wilbert Rozas, acompañado de los hombres de la comunidad campesina, consiguió una carretera asfaltada modélica con un presupuesto absolutamente mínimo, hablan de la importancia que tiene la existencia de autoridades preocupadas por el desarrollo de su pueblo. Claro, que son los que más molestan. Al compañero Wilbert le montaron un operativo en el que “demostraron” que uno de los hombres más decentes del país era un corrupto, y tuvo que esconderse para salvar su vida. Bastante menos suerte tuvo Pancho Huamán en Lalaquiz. En cuanto terminó la carretera, sufrió un rarísimo accidente: todos los cables de frenado más el manguito del líquido de frenos se rompieron a la vez, y Pancho entró en la leyenda de la sierra de Piura junto con la única camioneta digna de ese nombre que había por la zona.
         La producción para el mercado se plantea, en primer lugar, para la generación de mercados locales. En algún caso se ha intentado la producción para la exportación, y para ello se ha contado con la inestimable ayuda de las ONG de comercio justo. Pero esto tiene un problema: las tiendas de comercio justo son muy minoritarias. Son excelentes para generar conciencia, pero no son competitivas. Por su propia naturaleza, no pueden poner en el mercado grandes cantidades de azúcar, café, cacao o artesanías. Al ser tiendas pequeñas, los impuestos se las comen, y los precios de venta tienen que ser altos para generar beneficios que las mantengan y que permitan reinversiones y la generación de una economía de retorno. Lo que sí serviría para crear riqueza, plusvalía que, debidamente administrada, creara infraestructuras escolares, sanitarias o de otro tipo, sería la entrada en los circuitos comerciales llamémosles normales, pero eso es soñar con un imposible.
         Sin abandonar las posibilidades que ofrecen estas cadenas alternativas, se ha pensado en el establecimiento de un mercado local, con todos los estándares de calidad ecológica certificada. Se cuenta, en Piura, con el apoyo del CAAE, que certifica el café y la panela. Se tiene una tienda, en la que se venden los productos transformados en la sierra, a precios normales de mercado y sin intermediarios, lo que genera beneficios que se reinvierten en mejorar los cultivos. Paralelamente, se ha reintroducido la alpaca y la llama, con las diferentes variedades de estos animales. No es solo la alpaca blanca, sino que se ha tratado de recuperar las distintas razas, tanto de llama como de alpaca, para regenerar una ganadería que fue expulsada de la zona por los animales llevados desde la península.
         Parecería, con este panorama, que todo va viento en popa y a toda vela. No es así. La crisis que padecemos está afectando mucho al mundo de la cooperación, sobre todo, en las comunidades autónomas y ayuntamientos gobernados por el PP, donde la tendencia es a suprimir los fondos de cooperación. Ya está pasando en Castilla-La Mancha, paradigma de lo que se nos avecina a nivel nacional.
         En el desarrollo de estos planes de gestión predial nos encontramos con dificultades que a veces se vuelven insalvables. Entre las de carácter interno, la principal de ellas, la enorme tendencia a la corrupción que se da en sociedades donde la miseria es el pan nuestro de cada día y toda la cadena de autoridades está corrupta. El personal que maneja dinero, o que tiene algún tipo de poder, tiene que luchar continuamente contra la tentación del mal manejo. Por otro lado, las dificultades técnicas. Pero la más difícil de superar es la falta de formación política. Los dirigentes de las ONG que están desarrollando estos programas suelen ser personas con una sólida formación y muy curtidos en luchas contra las dictaduras o las falsas democracias. Cuando sucede un hecho desgraciado, como el fallecimiento repentino del presidente e ideólogo de la organización piurana, puede pasar que la dirección ideológica falle. La formación política es lenta, difícil de acometer y se mira con recelo, como si se tratara de una especie de adoctrinamiento o lavado de cerebro, tanto dentro de la propia organización como entre los financiadores. Pero es imprescindible para que no se convierta en asistencialismo, para que se pueda cumplir el objetivo de hacer que las personas sean libres y dueñas de su destino.
         Entre las de carácter externo, la que más problemas trae es la oposición de las élites locales a que aparezcan nuevos líderes –inevitablemente aparecen cuando las personas afrontan sus problemas de forma solidaria y recíproca- y a que se pueda dejar de controlar a las poblaciones por medio de sus necesidades más perentorias. El gobierno se opone, y lo hace con todos los medios, legales o ilegales, a su alcance. Desde el desprestigio al asesinato, pasando por la compra, la corrupción o lo que sea, todo vale. Desde el comienzo se ha contado con los alcaldes y dirigentes comuneros. Los alcaldes están sujetos a los avatares de las elecciones, y éstas se manipulan con una facilidad asombrosa. El falseamiento de actas está tan a la orden del día como la compra de votos. Concretamente en Santa Catalina de Mossa se perdieron por tres votos, y la propaganda electoral del vencedor consistió, entre otras cosas, en cajas de cerillas en las que había billetes de 10 soles, el jornal de dos días de un campesino que trabaje por cuenta ajena y a sueldo, y dos terceras partes de lo que necesitan para entrar al hospital. Los médicos, enfermeras, medicinas… se pagan aparte. En Lalaquiz, porque una ONG que contaba con financiación alemana y de la derecha española manejaron como les pareció a unos campesinos depauperados. Aún así, también se perdió por menos de un centenar de votos. En Pacaipampa, porque es una ruta de narcotraficantes a la que no es completamente ajena el alcalde. Y así, un largo etcétera, que amenaza con no terminar nunca.
         La soberanía alimentaria como base de una economía más justa y humana es posible, desde luego, pero no fácil. Los problemas que se encuentran en estas localidades de las que he hablado son, mutatis mutandi, los mismos que nos podemos encontrar aquí: falta de conciencia, búsqueda de la inmediatez, falta de ayudas oficiales por intereses no siempre confesables… pero siempre se puede, y se debe, seguir intentándolo. Algún día lo conseguiremos, y será en los dos lados del charco.

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