Este es uno de los momentos más importantes de los últimos treinta años. Se dirime no sólo nuestro futuro, sino también el de nuestros hijos. Hemos de decidir si vivir o que nos vivan, si construir la democracia de los de abajo u obedecer arrodillados como siervos de una minoría.
Al régimen institucional fraguado en la Constitución del 78 se le ha caído la careta y se tambalea. La corrupción y el fraude, que lo han sustentado durante más de tres décadas, se muestra en toda su grotesca inmensidad: financiación ilegal, cuentas en Suiza, pelotazos, comisiones, sobres, paraísos fiscales, los negocios de la monarquía y sus familiares, son algunos platos de su variado festín. La corrupción y el fraude impregnan las esferas política –cuya máxima expresión es el bipartidismo y el clientelismo- y económica –multinacionales, medios de comunicación, etc.- que sacan tajada de un sistema hecho a la medida de los arriba.
Hasta hace poco obtenían sus beneficios de recalificaciones, obras públicas, proyectos faraónicos, aeropuertos, concesiones, subcontratas… de las que repartían migajas entre sus cómplices; alentaban créditos impagables o saqueaban ahorros con “preferentes”. Desde que la burbuja inmobiliaria reventó, nos despojan Sanidad y Educación públicas, perpetran reformas laborales esclavistas, menguan una y otra vez salarios, destruyen las vidas de 6.000.000 de parados, nos desahucian. Y, amparados en la coartada de la deuda pública -una deuda ilegítima-, trasvasan a espuertas el dinero público a manos privadas. La fiesta continúa para la minoría, su despilfarro se transforma por arte de birlibirloque en los recortes para los de abajo.
Pero el hedor de su descomposición ha devenido insoportable para la ciudadanía; la pervivencia misma del sistema está en peligro. En nuestra mano está acabar con este régimen o que se perpetúe travestido, por nuestra pasividad e indiferencia, pero con las mismas prácticas y objetivos.
Si los de abajo no actuamos, si la mayoría nos quedamos mirando, renegando, despotricando o indignándonos solos, en el salón de casa, contra las groseras mentiras de la televisión, contra el profundo desprecio que el gobierno actual muestra por la ciudadanía, si nos dejamos vencer por un fatalismo inmovilista, otros vendrán a cambiarlo todo para que no cambie nada. En otros términos, como sigamos delegando nuestra responsabilidad política, los poderes económicos impondrán otro gobierno de sus secuaces, el mismo perro con distinto collar, que continuará su labor de empobrecimiento de la mayoría de la población en beneficio del 1%.
Sin embargo, podemos fundar una democracia de la mayoría. La Asamblea Local de Jaén del Frente Cívico Somos Mayoría está convencida, aunque el camino no sea fácil, de que urge la construcción de una DEMOCRACIA PARTICIPATIVA. Cuando la mayoría, el 99%, los de abajo, los recortados, despedidos, jóvenes, estudiantes, precarios… asumamos nuestra responsabilidad política y creemos una democracia que comience en nuestros centros de trabajo y de estudio y que concluya en la democratización de todas las instituciones, la corrupción política desaparecerá porque el poder no estará en las manos mezquinas de los de arriba y sus espurios intereses, sino en las de la mayoría, para la mayoría.
Porque estamos llamados a agarrar las riendas de nuestra vida y ofrecernos un futuro distinto a la emigración, nuestra o la de nuestros hijos. Democraticemos la política, democraticemos la economía. Porque ahora es el momento: que los de arriba no nos hurten la vida, que no nos arrodillen.
¡¡¡CONTRA UN SISTEMA CORRUPTO, DEMOCRACIA PARTICIPATIVA!!!
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