jueves, 11 de julio de 2013

LAICISMO EJE DEL ESTADO EN UNA SOCIEDAD MODERNA

José Antonio Naz
(Intervención en el Foro Social organizado por el FCSM el 6 de Julio en Madrid)
     Agradezco en nombre de Europa Laica la invitación del FCSM. No puede faltar la visión laica en un proyecto que pretende implicar a la mayoría social para conseguir el poder para establecer un Estado verdaderamente democrático. Porque ¿es posible una verdadera democracia sin un Estado Laico?
DEFINICIONES
Entendemos por verdadera democracia, el sentido etimológico de la
palabra : “poder del pueblo”, que implica la participación de toda la ciudadanía en la vida pública y en las decisiones de organización de lo público, en total igualdad y con la misma libertad. En ese sentido, todos los gobiernos de los Estados denominados democráticos admiten recibir el poder del pueblo y así lo expresan sus Constituciones, que también consagran “la igualdad de todos los ciudadanos y ciudadanas”, en la forma que lo presenta la Declaración de derechos Humanos (que todos estos Estados han firmado), “en dignidad y derechos”. Esto supone entre otras cosas la no discriminación por razones de sexo, raza, religión, etc, y la libertad de conciencia y de opinión. Los gobiernos de esos Estados, puestos por el pueblo, deben regir buscando el bien general, el bien común.
La idea de laicidad o laicismo, sin distinción en el diccionario, del
griego “laos”, se refiere a la unidad del pueblo, a la organización universal, sin privilegios.El laicismo sólo favorece aquello que resulta de interés general, a la vez que promueve, junto a la autonomía moral e intelectual de las personas, la libertad de conciencia y la plena igualdad de sus derechos, sin discriminación de sexo, origen o convicción espiritual” (Henri Peña Ruiz, filósofo del Instituto de Estudios Políticos de París). La laicidad es una categoría, una cualidad que constituye una de las características fundamentales de la persona ciudadana. Esta característica consiste en el respeto a las vivencias y creencias religiosas individuales que quedan en el ámbito de lo privado y al margen de las ofertas y las actividades públicas de la organización social de los Estados.

     Como vemos, las propias definiciones nos llevan a la conclusión lógica. El Estado democrático , de Derecho con mayúsculas, que representa a toda la ciudadanía, debe ser laico, siendo tremendamente escrupuloso en el respeto a las libertades y a los derechos y deberes de todos y todas. La laicidad es eje imprescindible para una ciudadanía democrática. Es la columna vertebral de una verdadera República. Es la regla de vida de una Sociedad Democrática, que debe dar al ser humano, sin diferenciación de raza, sexo o creencia, los medios necesarios para desarrollarse responsable y libremente. La idea del Humanismo, ligada al laicismo se ha desarrollado en Europa en el Renacimiento, en la Reforma, en la Revolución francesa y en España fundamentalmente en el breve periodo de la Segunda República.
Esto implica la Separación del Estado y las Iglesias, lo que no entra en confrontación con ninguna idea religiosa. Como dice el teólogo Rafael Díaz Salazar (Izquierda y cristianismo): “la Laicidad política consiste en el rechazo de la imposición de una única religión o ideología como principio de configuración cultural, política y moral de la sociedad. La laicidad se opone al monopolio ideológico de un confesionalismo religioso o de una determinada filosofía que pretenda regir unidireccionalmente el estado o la Sociedad…En este sentido, lo que se opone a la laicidad es la dictadura ideológica o el confesionalismo, no la espiritualidad, que es siempre expresión de la vivacidad y energía de la cultura”. En la esfera pública, fuera de su casa y su iglesia, las personas deben encontrarse sin etiquetas religiosas o ideológicas. La laicidad no entra en contradicción con la religiosidad individual, sino con la religión del poder. Por el contrario, como dice el sacerdote y teólogo Benjamín Forcado, la laicidad es “condición básica del ser humano… y que lo acredita como ciudadano para la convivencia… La diversidad no excluye la universal entidad ontológica de todo ser humano, presente en todo pueblo, en toda cultura, en toda religión”. Y la propia encíclica vaticana Gaudium et spes parece compartir esa separación: “ La Iglesia no se confunde con la comunidad política ni está ligada a sistema político alguno. Ambas son independientes y autónomas. La Iglesia no pone su esperanza en privilegios dados por el poder civil, renunciando incluso al ejercicio de ciertos derechos legítimamente adquiridos tan pronto como conste que su uso puede empañar la pureza de su testimonio…”.
En ese Estado la laicidad es base de una educación liberadora, científica y humanista. La escuela debe educar en la universalidad, en las relaciones y en el conocimiento, en el saber cultural, en el desarrollo personal de sí mismo para vivir en el mundo real, haciendo saber que los conocimientos son universales pero las creencias individuales y que las religiones y el ateísmo pertenecen a la esfera privada. La escuela pública y estatal debe garantizar esta educación universal. Como dice Jean Jaurès: “No debemos seguir permitiendo que los niños de la nación sean formados en dos partidos enemigos. Deben ser educados en la misma luz, en la misma libertad, en las escuelas de la nación republicana, donde aprenderán a quererse los unos a los otros”. Idea que comparte el propio ABATE LEMIRE, quien en su discurso en la Cámara de diputados 12 de diciembre de 1921 se opone a la subvención a las escuelas católicas: “Pido que no se entre en la vía de las subvenciones oficiales por el deseo de la enseñanza pública misma. Hoy en día, la enseñanza del Estado está, por definición, abierta a todo el mundo. Yo digo que precisamente porque es una inversión del Estado en la escuela, los padres deben saber que las convicciones de su hijo serán respetadas en esa escuela.(…).(…) ¡Quiero que el dinero de todos hermane a las escuelas abiertas a todos!”
Esto se contradice con el falso concepto de “libertad” de las familias en elegir un tipo de educación que perpetúe y acentúe sus propios prejuicios culturales e ideológicos. La libertad real del estudiante no está en la pluralidad de ofertas de escuelas confesionales o ideológicas, sino en el pluralismo dentro de la escuela pública laica. Y habría que cuestionarse si en según qué casos la libertad de la familia debe prevalecer sobre la “protección del menor”.
El laicismo es también un instrumento de justicia social, por defender el interés general. Hay que combatir el debate falso sobre las libertades individuales que acentúa la separación de los diferentes, inculcando de manera sibilina lo que Henri Peña “el veneno de la amalgama entre cultura y religión o entre religión e identidad”. Esto nos llevaría a respetar grupos separados en comedores escolares, legislar de manera diferente según grupos, barrios…renunciar a los derechos humanos por “cultura”…
¿ES EL ESTADO ESPAÑOL LAICO?
Según las definiciones anteriores no parece que lo sea el que realiza actuaciones como:
 
  • Funerales religiosos de estado
  • Mantener símbolos religiosos en colegios, juzgados, centros oficiales de todo tipo, incluso en las tomas de posesión de cargos públicos
  • Mantener la Religión como asignatura en todos los niveles de la enseñanza no universitaria, pagando al profesorado que es designado por los obispados
  • Pagar y mantener capellanes en el ejército, en hospitales, y hasta en alguna universidad.
  • Pagar escuelas religiosas con fondos públicos
  • Financiar la Iglesia Católica mediante recaudación del 0’7% del IRPF, subvenciones a ONGs, fundaciones o patronatos
  • Eximir de impuestos como el IBI
  • Realizar concesiones patrimoniales como la inmatriculación de inmuebles (la Mezquita entre miles), reconocimiento de propiedad de todos los templos y centros dedicados al culto, estando exentos de impuestos y pagando las restauraciones y obras.                                      
 
¿CÓMO ESTAMOS ASÍ?
1.- Por la Historia. Ya lo decía Víctor Hugo, que creía en la revolución de los liberales españoles en 1868: “el papismo y el absolutismo se unieron para acaba con esta Nación”; la “España atada a la hoguera”; “el quemadero desmesurado de tres siglos acaba con España”. Salvo breves momentos como el de la Segunda República, nuestro país no ha salido de las manos del trono y el púlpito.
Y el Estado resultado de la denominada “transición” sigue siendo, en palabras del Juez Navarro (“25 años sin Constitución”) “criptoconfesional”. La Constitución, cada vez es más admitido, fue en realidad el fruto de unos pactos solapados y ocultos que consiguen: apuntalar la Monarquía designada por el dictador, continuar los privilegios de la Iglesia y mantener al ejército como “garante”. Los cambios realizados en el Proyecto de Constitución entre Noviembre de 77, cuando se filtró el borrador en Cuadernos para el Diálogo, y su texto definitivo suponen acatar todas las imposiciones de la Iglesia, cuyos portavoces Yanes y Tarancón exigen por la simple razón de que “la Iglesia sabe que es una realidad insoslayable en nuestra patria y pide, sencillamente, que el Estado acepte su colaboración”.
Terminan de amarrar y desarrollar estos privilegios los acuerdos del 76 y el Concordato de Enero del 79 con la Santa Sede, todos ellos preconstitucionales. Acuerdos que ·los gobiernos de UCD, de orientación marcadamente católica, comenzaron a aplicar con diligencia y vigilados sin cesar por lo Iglesia y sus fieles, que dominaban las nuevas instituciones nominalmente democráticas” (cita del juez Navarro, recogida por Alfredo Grimaldos en “La Iglesia en España”).
2- Por la actitud colaboracionista y entreguista de nuestros gobernantes.
Todos los gobiernos democráticos, denominados de derechas o de izquierdas, han mantenido o incrementado estos privilegios y estos hábitos sociales . Unos por no diferenciar sus creencias de la práctica política y posiblemente los más, aunque no sean creyentes, por la idea de “búsqueda de votos”, por evitar conflictos o por simple desidia o pereza, todos perpetúan este anacronismo. Lo explica con claridad el teólogo Juan José Tamayo: “la sombra de la jerarquía eclesiástica sobre la vida política es todavía muy alargada en nuestro país, y los políticos de derechas, de izquierdas o de centro, siguen mirando con el rabillo del ojo al Papa y los obispos en espera de que aprueben sus conductas políticas o de que, al menos, no las reprueben. Para ello están dispuestos a hacer concesiones”. Y quizás siga siendo válida hoy la denuncia de Pablo Iglesias en 1910:¡Ah! El clericalismo en España, como en Austria, es dinástico. Es la casa real y la aristocracia palaciega el verdadero núcleo del clericalismo español. Rodean a este núcleo varias filas de capitalistas que se sirven del clericalismo para apoderarse de los monopolios y de los altos cargos que disfrutan de retribución generosa. (…) Puede, pues, asegurarse que la preponderancia del clericalismo en España se basa en la ambición y la cobardía de los políticos burgueses”.
3- Por la falta de formación crítica de la población española, educada en hábitos y “tradiciones”, que sigue de manera irreflexiva las rutinas mantenidas y alimentadas por el consumismo. Así se explica que cuando menos se practica la religión, más se siguen los ritos sacramentales ligados a lo que todo el mundo llama “celebraciones sociales”.
CONTRADICIONES
Todo esto puede explicar, pero en ningún caso justificar y mantener las contradicciones existentes en nuestra sociedad. En la actualidad se celebran menos bodas religiosas que civiles, sólo el 30% dedica el 0,7% del IRPF a la Iglesia Católica (a pesar de la propaganda y de que no les cuesta nada), sólo el 10% de la población es practicante (asiste a misa), muchos partidos y una gran parte de los representantes políticos tienen en sus programas y se dicen laicos, más del 80% de los jóvenes se manifiestan no religiosos, la sociedad apenas tiene en consideración las normas de moral católica. Y sin embargo se mantienen las celebraciones de bautizos y comuniones, aumentan las cofradías y las procesiones, se envía a los hijos a colegios religiosos y en los niveles de primaria todavía elige una mayoría la enseñanza de religión para los hijos, los representantes institucionales asisten a actos religiosos…
QUÉ HACER
Primero convencernos de que el laicismo no es un adjetivo más, un adorno en el Estado y la sociedad democráticos y modernos, sino eje imprescindible, la propia esencia, y eje de defensa de los Derechos ciudadanos. En estos momentos de involución del pensamiento en todos los aspectos, de avance de los dogmatismos y los fundamentalismos, se hace imprescindible la organización y la lucha conjunta por el laicismo
Se pueden priorizar varios frentes:
  1. Exigir el derecho básico a la libertad de conciencia y el
cumplimiento de la Constitución. Lo que supone exigir el cumplimiento del artículo 14 ; la reforma del artículo 16, por la burla del 16.2, y la negación de convicciones no religiosas del 16.3; la correcta interpretación del artículo 27.3. Exigir la Derogación de la Ley Orgánica de Libertad Religiosa de 1980, que traslada su interpretación a las Leyes Orgánicas de Educación. Denunciar el acuerdo base de 1979, que asume todos los acuerdos del Concordato de 1953. Exigir la salida de las enseñanzas religiosas del currículo escolar…
  1. Promover acciones, campañas, jornadas, foros,
conferencias, escritos… de difusión colectiva y organizada en pro del valor humanista y universal del laicismo como base para la convivencia libre y democrática y como garantía de los derechos civiles.
  1. Aglutinar en torno a este eje fundamental las actuaciones y
acciones de todos los grupos, colectivos, y partidos políticos que se definen como progresistas y humanistas
Pero sobre todo, ejercer individualmente en todo momento y en todas las relaciones y colectivos de los que formamos parte la libertad de pensamiento y de conciencia, exigiendo el respeto y denunciando los ataques a los mismos.
Hasta que la mayoría social se configure como pueblo consciente y tome el poder estableciendo el Estado democrático, que bien pudiera ser la III República que propugna Julio Anguita, referente del FCSM, cuya constitución tendría presente una serie de principios de laicidad . “Principios de laicidad que vertebrara el espíritu de dicha constitución y que recogiera, por ejemplo, que la laicidad se apoya en dos pilares: la Ética, en sí misma libertad absoluta de conciencia, y el status cívico que define la separación de las iglesias del Estado. Al igual que serían principios de ese texto constitucional que la laicidad establece estrictamente la diferencia entre dos universos distintos: el interés general y la convicción individual. O que la laicidad es explícitamente consustancial con la República. (…) Debiera verse también que la laicidad sostiene el desarrollo del ser humano en el marco de una formación intelectual, moral y cívica permanente, en el espíritu crítico y en el sentido de la solidaridad y la fraternidad. Que el ideal laico es inseparable del rechazo al racismo y todo tipo de segregación en todas sus formas. Y que en una sociedad laica el único medio de desarrollo social es la integración – diferente a la asimilación-, la participación de todos y todas en una colectividad de ciudadanos libres e iguales en derechos y deberes. (…) No debería olvidarse tampoco que la Ética laica conduce inevitablemente a la Justicia Social: la igualdad de derechos, la igualdad de deberes, la igualdad de oportunidades. La instrucción laica, la escuela, el derecho a la información y el aprendizaje de la crítica son las condiciones de esta igualdad”.
Termino con otra frase de Víctor Hugo: “Si este pueblo español en verdad quiere ser libre y soberano debe olvidarse de los curas y del rey”.

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