Israel Mogrovejo, Manolo Monereo y Tania Sánchez
A menudo, las encuestas son analizadas por los partidos políticos y
los medios de comunicación en exclusiva referencia a la proyección
electoral que reflejan. Así como el CIS de julio de 2013 alertaba de que
continuaba el descalabro bipartidista y el crecimiento de los partidos
pequeños, el de este año centra la atención en el rápido ascenso de
Podemos.
Quienes firmamos este artículo preferimos sumergirnos en los datos
menudos del CIS con la sana voluntad de analizar tendencias políticas
que, más allá del reparto de escaños, permita fijar aciertos, corregir
errores y explorar nuevas estrategias.
En la encuesta del CIS, el primer dato relevante a este respecto es
que, por primera vez desde el 78, las fuerzas políticas con voluntad de
frenar el drama social actual, profundizando el proceso democrático y
oponiendo resistencias a los poderes económicos internacionales, superan
al partido que ha venido hegemonizando la defensa de las mayorías
sociales; hablamos de los nuevos signos de agotamiento del PSOE y, por
tanto, del turnismo bipartidista en España.
Aunque sabemos que las sensibilidades políticas no se suman con
precisión matemática, bien es cierto que la suma de las previsiones de
voto de IU y Podemos sitúa a estas fuerzas más cerca de ser alternativa
al PP, cuyas expectativas están lejos de reflejar una recuperación a la
altura del optimismo que mostró el presidente en su reciente discurso de
verano.
Es obvio que el ascenso de Podemos es rápido y apunta a la
permanencia, pero es obvio también que este ascenso no se produce a
costa de una caída de IU, que pierde impulso con respecto al CIS de 2011
pero se mantiene con apoyos relevantes.
La encuesta se realiza a dos días del anuncio de IU de su apuesta por
la convergencia, y de posicionar a Alberto Garzón como referente para
liderar la misma. Decisiones estas fruto de una madura autocrítica
iniciada un mes antes de la elaboración de la encuesta. Nos afirmamos en
un proyecto que tiene en su ADN una apuesta por la convergencia, que
hoy debe ir acompañada de una mayor democratización de sus formas, la
renovación de su discurso y caras. El camino iniciado en esa línea ha
permitido, entre otras cosas, mantener el recuerdo de voto de las
últimas elecciones europeas, una proeza comparado con la pérdida de
memoria de los votantes bipartidistas.
Pero, como ya decimos, en política uno más uno pueden ser incluso
cuatro, por eso lo interesante es analizar el conjunto de la encuesta.
Viendo los datos de las preocupaciones principales de la ciudadanía,
los ingresos familiares y las perspectivas para encontrar un empleo, es
más que razonable asegurar que el optimismo gubernamental no es
compartido por el conjunto de la población. Cuatro de cada cinco
ciudadanos ven las cosas de oscuro tirando a negro y creen que así
seguirá, si es que no empeora. Sin duda, el que lo viera, se habrá
quedado atónito con el último discurso de Rajoy, a excepción de ese 25%
que ya empezó a interiorizar la campaña preelectoral del “España va a ir
bien”, algo de lo que el Partido Popular tiene sobrada experiencia.
La preocupación por cuestiones de corrupción, fraude, clase
política y partidos, así como la valoración de la gestión del Gobierno y
sus diferentes ministros sólo es comparable a lo que encontraríamos en
un “estado fallido”. El paro está presente para casi todo el
mundo y los problemas de índole económica y social acompañan a una buena
parte de la población a la vez que no llegan al 15% quienes prevén que
la situación política mejorará el próximo año. Este es el retrato de una sociedad con miedo y desesperanzada.
A nuestro juicio esto es lo que debe centrar nuestra acción política
en el curso que se iniciará en septiembre y que será crucial para el
futuro del país. Aunque aumentan las críticas a las élites gobernantes y
ello se expresa electoralmente, sigue existiendo una ausencia alarmante
de expectativa real de cambio.
Las previsiones electorales apuntan al nacimiento de una alternativa
de gobierno que no encuentra asiento firme para que las mayorías crean y
vivan la posibilidad de un cambio.
Es previsible que las próximas citas electorales pongan la primera
piedra para la construcción de un nuevo proyecto de país, a partir de la
conquista de gobiernos regionales y municipales que nos acerquen a un
cambio en el poder del Estado. Es urgente hacer realidad la
percepción de un Gobierno con la solvencia política suficiente como para
recuperar la soberanía popular, y lo que es más importante, traducirla
en una mejora de las condiciones de la vida cotidiana de la gente.
La desafección de la mayoría social con el modelo bipartidista
heredado de la transición ya no es una hipótesis de trabajo, es un hecho
contrastado en las urnas; la nueva hipótesis que nos ha de
guiar es la identificación de esa mayoría con un nuevo proyecto
compartido por muchos, construido entre muchas, levantado entre todos y
todas. Este debe ser el objetivo compartido de quienes llevamos
años empeñados en devolverle el poder a la gente, en iniciar un nuevo
proceso constituyente que nos saque del camino al subdesarrollo al que
nos quieren acostumbrar.
El curso político se iniciará con numerosos encuentros de las fuerzas
que aspiran a mejorar radicalmente la vida cotidiana de la gente; en
esos encuentros, sin duda, es urgente ampliar la ambición por la
victoria y consolidar el cambio real en el imaginario colectivo, pero es
igual de urgente poner en valor el conocimiento de quienes desde el
inicio de la democracia hemos llevado a los municipios de este país
modelos de gestión y gobiernos participados al servicio de la gente,
profundizando en la urgencia de reconstruir la política como la herramienta para el ejercicio efectivo de los derechos,
especialmente en el momento en que el protagonismo de la sociedad civil
será crucial para la recuperación de los servicios expoliados.
Si queremos que el deseo de cambio sea el lugar común de la mayoría,
en su sentido estricto, deberemos trabajar con los sectores movilizados
pero también más allá de ellos. Urge acompasar la movilización
social y la construcción del bloque de mayorías con la definición de una
agenda política y legislativa que refleje un nuevo poder popular y lo
traduzca en acción de gobierno del día a día. Acabar con los
desahucios, auditar la deuda, recuperar los servicios públicos y
rediseñar un modelo productivo capaz de redistribuir el trabajo y la
riqueza, además de respetar el medio ambiente, han de ser ya nuestro
proyecto de recuperación económica al servicio de la gente, frente al
espejismo de las grandes cifras sustentado en la precarización y pobreza
de la vida de tantos y tantas.
Desde IU, la apuesta es firme y clara: nuevos métodos, nuevas caras
para la construcción del discurso popular que movilice la indignación y
cimiente la alternativa. Un nuevo y mejor país está por nacer y tenemos
que saber tejer esa correa de transmisión que multiplique y distribuya
la fuerza y la esperanza, sólo con un empuje de mayorías se hará
realidad.
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