martes, 23 de septiembre de 2014

Por un nuevo espacio político: Guanyem València



Héctor Illueca Ballester
Doctor en Derecho e Inspector de Trabajo y Seguridad Social

 Miembro de la Mesa estatal del FCSM 
( Fuente: Público.es)
     La película de Andrei Tarkovski La infancia de Iván (Ivánovo detstvo, 1962) narra la historia de un niño soldado empleado en misiones de espionaje durante la II Guerra Mundial. Magistralmente interpretado por Nikolái Burliáyev, el protagonista ha perdido a su familia a manos de los alemanes y colabora con las tropas soviéticas, sufriendo en sus propias carnes los efectos más nocivos de la guerra y la violencia. Convertido en un adulto con cuerpo de niño, Iván recurre a la fantasía para sobrevivir a esta experiencia traumática. Los sueños constituyen el verdadero mundo de Iván, que encuentra en ellos una forma de escapar de la angustia y el dolor ocasionados por la guerra. La película evoca con crudeza la innata tendencia del ser humano a refugiarse en la ensoñación para evadirse de una realidad vivida como insoportable. Enfrentados a un presente atribulado e incierto, las personas necesitamos soñar con un futuro mejor para seguir adelante cada día.
     Esta triste historia ilustra perfectamente la estrategia comunicativa del Partido Popular en lo que respecta a la crisis económica que está atravesando nuestro país. Como si fuéramos menores de edad, el Gobierno apela a nuestra fantasía colectiva e intenta amortiguar el descontento de la población propagando una supuesta recuperación económica cuyos efectos deberían notarse en algún momento de un futuro próximo pero siempre postergado. Como no podía ser de otra forma, la recuperación es el resultado natural de las políticas de austeridad impuestas por la troika (Comisión Europea, Banco Central Europeo y Fondo Monetario Internacional) y aplicadas por el Partido Popular. A pesar de las señales de alarma que está emitiendo nuestra economía, el Gobierno pretende dar por terminada la crisis y anuncia a los cuatro vientos el regreso de los buenos viejos tiempos, jaleando una nueva versión de los “brotes verdes” que popularizó Zapatero.

    No es este lugar ni momento para desmentir el optimismo panglossiano del Partido Popular. Informes solventes advierten que estamos ante una salida en falso de la crisis y que la situación económica podría empeorar gravemente en los próximos trimestres, mostrando con toda crudeza las dañinas consecuencias de las políticas neoliberales. En realidad, la crisis económica ha servido de excusa para generalizar la precariedad laboral y provocar un dramático empobrecimiento de la inmensa mayoría de la población en todas las esferas de la existencia social. De manera extraordinariamente rápida, los trabajadores están siendo reducidos a la condición de pura mercancía, acentuando la vulnerabilidad de su posición social y anulando cualquier posibilidad de control de su vida laboral. En un proceso complejo y altamente calculado, las políticas neoliberales están provocando la mercantilización acelerada de todas las relaciones sociales con el fin de generalizar la incertidumbre y la inseguridad de la población trabajadora en lo que concierne a sus condiciones de vida y trabajo.
En el caso de Valencia, la propaganda del Partido Popular raya en la inconsciencia y la provocación. Veinticinco años de gobierno de Rita Barberá han transformado la ciudad del Turia en un paraíso de la especulación, haciendo de Valencia un negocio sumamente lucrativo para algunos empresarios que han sabido aprovecharse de la corrupción, la tremenda corrupción del poder político. El paso del tiempo ha sedimentado un modelo neoliberal y postfranquista de gestión urbana con enormes costes sociales y medioambientales, en el que la precariedad laboral y las desigualdades sociales se han multiplicado a velocidad de vértigo. Las élites locales, con la vergonzosa complicidad del poder político, secuestraron las instituciones ciudadanas y las exprimieron en su propio beneficio, arrebatando a nuestro pueblo sus señas de identidad y condenando a la exclusión a muchas personas que no pueden satisfacer sus necesidades básicas. Como muestra, un botón: según datos del Consejo General del Poder Judicial, en 2013 se produjeron 4.792 desahucios en nuestra ciudad, más que Barcelona (4.552), que tiene el doble de población, y sólo superada por Madrid en términos absolutos.
A pesar de todo, la ciudadanía está encontrando nuevas formas de organizarse y de expresar sus demandas democráticas, anticipando el surgimiento de una nueva identidad política en nuestro país. En efecto, el pasado 22 de marzo tuvo lugar una gigantesca manifestación que involucró en su dinámica a amplios sectores sociales movilizados y politizados, demostrando una capacidad de convocatoria que creíamos perdida para siempre. Debemos tener presente que esta movilización es el resultado de años de trabajo, en los que los movimientos sociales han exhibido una creatividad impresionante y han acumulado fuerza social y política. Junto a ello, las elecciones europeas han supuesto un motivo de ilusión y de esperanza para muchísima gente, profundizando y acelerando una grave crisis de legitimidad de los partidos y del sistema político en su conjunto. Ambos hechos demuestran que el movimiento popular ha adquirido una capacidad inédita para construir una alternativa política capaz de derrotar al neoliberalismo, evidenciando que estamos ante una oportunidad única para iniciar un proceso constituyente que refleje un nuevo equilibrio de poder en el país.
Las próximas elecciones municipales son un hito decisivo en el proceso de acumulación de fuerzas y deberían servir para propiciar una amplia confluencia político-social que dispute la hegemonía al bipartidismo. La emergencia de procesos unitarios en ciudades como Madrid o Barcelona, por citar sólo los casos más conocidos, alumbra el camino a recorrer para dar un paso más hacia el profundo cambio político que necesita nuestra sociedad. En Valencia también es posible y deseable un proceso de estas características. Es más, quizás como en ningún sitio se den aquí las condiciones para construir un nuevo espacio político plural, unitario y participativo, que permita el encuentro y la cooperación de los sectores insumisos que se han venido oponiendo a las políticas neoliberales a lo largo de estos años. Un nuevo espacio político que sirva de nexo entre generaciones y alimente el protagonismo y la participación de la ciudadanía en la definición de un consenso programático que facilite su unión política.
El Frente Cívico Somos Mayoría de Valencia ha decidido apoyar el proceso de confluencia que se iniciará el próximo 23 de septiembre en la Societat Coral El Micalet, donde, por cierto, arrancaron otras iniciativas históricas que le dieron dignidad a nuestro pueblo. Con toda modestia y conscientes de las dificultades que nos aguardan, esperamos contribuir a un debate programático que defina una ciudad pensada por y para las personas, en la que podamos vivir y trabajar dignamente y en la que las desigualdades sociales no condenen a la desventura a la inmensa mayoría de la población. Fieles a nuestros principios, no concurriremos a las elecciones, pero estamos dispuestos a participar activamente en la elaboración de un programa que permita una amplia confluencia política y social para abrir un nuevo tiempo en la ciudad. Confiamos plenamente en que las fuerzas sociales y políticas comprometidas con la ruptura democrática estarán a la altura del momento histórico y antepondrán el interés general de la ciudadanía a cualquier otra consideración. Juntos, podríamos.

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