Nuestro queridísimo amigo, el periodista vasco Julio Flor nos regala esta joya en forma de ponencia para la Universidad de Verano de la UPV. Un soplo de aire fresco en un mundo plegado al "si amo"
“A la minoría, siempre”, así dedicaba Juan Ramón Jiménez su
obra. El Nobel de Literatura, amigo de Antonio Machado, entregaba su
talento, sus versos, siempre “A la minoría”.
Ponencia de Julio Flor (en Donostia a 9 de julio de 2015) Ser periodista es ponerse en el lugar del otro.
Es acercarse a leer la vida en espacios recónditos. Hacer lo posible
por comprender. Llegar a saber que cada ser humano posee soberanía
personal. Es leer libros de Historia cotidiana. Declamar poesía. Juntar
palabras certeras. Asistir al teatro del mundo. Conocer al prójimo y
conocerte. La motivación que ofrece lo desconocido. Relatar la guerra
–si fuera preciso- y la paz. Explicar lo que ocurre, y por qué ocurre.
Desear intensamente que el mundo cambie a mejor. Es hacer eso y mucho
más. Y aunque el mundo no mejore, el Periodismo ha de intentarlo
haciendo su trabajo, para que la humana vida sea más cercana, más
intensa. Para que se aborde con madurez, respeto y sinceridad. Informar y
formar en los Derechos Humanos.
Ser periodista es pasar el acontecer humano –intacto, tal cual es,
complejo y contradictorio- a los periódicos, a las revistas, a la radio,
a la televisión, a los libros, a las fotografías, a Internet. Con
imágenes imborrables, con palabras certeras, precisas. Lo más precisas
posibles. Si hay alegría y reparto de la cosecha, magnífico. Y si hay
heridas… porque hay que estar muy ciegos para no ver las marcas
indelebles de las cicatrices humanas. Qué triste tener la desgarradura
delante de los ojos y no poder contarla o escribirla. O fotografiarla.
Lo ha dejado muy claro el fotoperiodista cordobés Gervasio Sánchez,
corresponsal en las guerras de las últimas décadas, que sigue trabajando
mucho tiempo después del último disparo, cuando ya se ha desvanecido el
humo de las bombas. “Cuanto más cerca estás de las víctimas de una
guerra, más cerca estás de la verdad”, nos ha dicho.
El Periodismo vive uno de los peores momentos de las tres últimas
décadas. Como si se enfrentara a la peor versión de sí mismo. Por un
lado, cómo no, está el dios Mercado, el que todo lo banaliza. Por otro,
la caída de la prensa escrita, perdiendo lectores mes a mes, a favor de
la prensa digital. Qué decir de la situación de los profesionales, en un
sector en el que se han perdido miles de puestos de trabajo en los
últimos años.
El Periodismo, además, exhala en general desamparo e indiferencia, en
tantas ocasiones, respecto a las Minorías. A pesar de conocer la
Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano. A pesar de haber
leído la Declaración de la Mujer y de la Ciudadana, como subrayó
Olimpia de Gouges, que por eso, solamente por eso fue guillotinada en el
París de 1793.
Es una cuesta peligrosa la degradación de esta hermosa profesión
llamada a explicar contextos, a buscar las causas que desentrañan lo que
sucede en un país, en una comarca. En el mundo. Que narra lo que nos
pasa a la sociedad. A los seres humanos.
Una gran tarea concierne a los/las periodistas. La de servir para
aumentar el conocimiento del otro, el respeto del otro. Una profesión
que sirve para hacer ver que la vida de algunos es la vida de todos
cuando la estamos leyendo. Un quehacer vocacional que nos lleva a
mantenernos despiertos, pendientes del acontecer humano, en condiciones
de leer los tiempos, de estudiar y aprender constantemente. Y, si fuera
posible, a veces, de prever el futuro.
No lo tenemos fácil. Mirad lo que ha pasado con el Referéndum en Grecia.
La mayoría de los gobernantes europeos nos trasladaron el discurso del
Miedo a través de los grandes Medios de Comunicación. Las encuestas nos
querían hacer creer que el SI y el NO estaban empatados; y si ganaba una
posición, siempre sería la del SI. “Hacer el Referéndum llevaría a los
griegos a la división y el enfrentamiento”. “No iban a saber qué estaban
votando”. “Grecia saldría inmediatamente del euro después del NO”.
¿Estaban confundiendo sus deseos con la realidad? ¿Estaban mostrando lo
que en realidad quieren que suceda? ¿Y qué ha sucedido? Que la mayoría
de los gobernantes europeos –incluido Hollande y Merkel- hablaban el
lunes de “entenderse” con el Gobierno de Alexis Tsipras, un gobierno que
ha recibido un mandato clarísimo, casi 23 puntos más que el SI.
¿Entenderse significa que los griegos han de tragar con ruedas de
molino?
¿Qué pasó en nuestro país? El presidente Rajoy llegó a asegurar la
semana pasada que Grecia saldría del euro. Este lunes, su ministro Luis
de Guindos declaraba lo siguiente: “No contemplo bajo ningún concepto la
salida de Grecia del euro”. Son unas palabras sobre “los hechos”. El
pueblo griego se encargó el domingo de desmentir los titulares
interesados. Prevaleció el coraje, frente al dramatismo que un día y
otro proclamaban las grandes cadenas de televisión. “Estar cerca de la
verdad”, decía Gervasio.
Recordaba recientemente en un artículo Jordi Soler el estribillo de
una famosa canción de Gil Scott-Heron: “La revolución no será
televisada”, porque será en directo, porque sucederá de verdad, en las
calles, y no en las pantallas de los televisores.
Eso se decía en 1971, hace 44 años.
Pero en el siglo XXI, parece que sucederá lo contrario. Para existir,
la realidad ha de aparecer en televisión. La revolución de Scott-Heron
tendría que ser televisada y puesta en un link de Internet para que los
internautas pudieran participar de ella desde su habitación.
Las frases de los líderes políticos, tan sobre expuestos, exigen a su
equipo de difusión una gran capacidad de invención. Frases
convincentes, aunque no se ajusten a la realidad. Frases para obtener
titulares en los Media.
Recientemente escuché, extraído de la fonoteca de la Cadena SER,
frases muy similares repetidas una y otra vez (en periodos de un año)
del presidente del Gobierno español, Mariano Rajoy. Desde 2012, el
presidente Rajoy viene diciendo lo mismo: que “el próximo año
superaremos la crisis económica”. Lo dijo en 2012, en 2013 y en 2014.
Hasta que en mayo de 2015 varió su discurso para asegurar, tras las
recientes elecciones municipales, que “superaremos la crisis en el año
2019”.
Hay muchos intereses en juego. En el otro lado, están los Derechos Humanos. Y la capacidad de juntarnos para repensar las cosas.
Este año he viajado a Uruguay y Argentina para realizar un documento
audiovisual sobre el hoy ex presidente uruguayo José Mujica. La semana
que lo entrevistamos, en febrero de 2015, en su chacra de Montevideo,
mantuvo otras conversaciones con distintos periodistas del mundo: de
China, Japón, Portugal y Nueva Zelanda.
Me pregunto por qué Mujica está asombrando al mundo. ¿Encarna la
decencia a la hora de gobernar? ¿El espejo de nuestra propia vergüenza
al no ser capaces de luchar de otra manera por la vida, en la que parece
que somos tantas veces meros espectadores de la injusticia? ¿Es la
prueba de que el ser humano puede ser de otra manera? ¿Es un sembrador
de semillas de futuro? ¿Es el Renacimiento que ofrece una nueva
perspectiva, otra manera de contemplar la vida con mayúscula?
En este curso de verano sobre “Diversidad, Minorías y (Medios)
Comunicación” debemos superar visiones preconcebidas y aproximarnos a la
realidad de las minorías de los migrantes, del pueblo gitano, de los
colectivos de gays, lesbianas, transexuales y bisexuales con una actitud
de respeto y sensibilidad. “Estar cerca de la verdad”.
Y preguntarnos por qué una periodista saharaui ha cambiado este año
la palabra “inmigrantes” por la palabra “viajeros”, al considerar que
nuestra sociedad ha convertido la palabra “inmigrantes” en algo
ofensivo. “No nos falta cobijo –ha dicho como viajera que es Fatma
Galia- / nos sobra desamparo”.
Contra el estigma. Pero sabiendo que las minorías tienen voz –como
bien dijera Eduardo Galeano-. Su propia voz. Debemos señalar las
dificultades a las que nos enfrentamos. Las que existen en el camino de
los Media. Pero no sólo. Hemos de buscar la manera de remover esos
obstáculos con la herramienta del verdadero periodismo. El que dimana de
los Derechos Humanos.
¿Quién es nuestro enemigo principal? ¿El mundo gris que nos rodea?
¿El presidio de lo viejo que se resiste a morir? ¿El prejuicio? ¿La
tecnología cuando nos aísla? ¿La dificultad para pensar y repensar y
volver a pensar? ¿Ese Mercado que gobierna a quienes nos gobiernan? ¿O
es el miedo, como nos advirtió el profesor Sampedro?
Quiero recordar hoy aquí un texto que me leyó Eduardo Galeano hace unos años en una entrevista que le hice en Madrid, cuando le pregunté ¿cuál es el mejor consejo que puede dársele a los periodistas?
“El primer consejo que yo daría es que nos acostumbremos a escuchar a
los demás. Tampoco creo que haya ninguna fórmula para comunicarse con
los demás ni mucho menos para que el lenguaje pueda ayudar a que el
mundo cambie y mejore… pero mi primer consejo siempre sería: si tú no
quieres ser mudo, tienes que empezar por no ser sordo. O lo que es lo
mismo: para ser capaz de dirigirte a otros, hay que ser capaz de
escucharlos. Mis amigos queridos de la Teología de la Liberación se
equivocan cuando dicen “queremos ser la voz de los que no tienen voz”.
Todos tenemos voz, y todos tenemos algo que decir a los demás. Algo que
merece ser escuchado por los demás. Y hasta celebrado, o por lo menos
perdonado”.
No sé si conocéis la historia del encuentro entre Alejandro Magno con un pirata.
No sabemos si ocurrió de verdad, pero, en la versión de san Agustín,
llevaron a un pirata ante Alejandro Magno y éste le preguntó
.- ¿Cómo osas perturbar los mares con tu piratería?
A lo que el pirata le respondió
.- ¿Y tú cómo osas perturbar el mundo? Yo tengo un barco pequeño y
por eso me llaman pirata. Tú tienes una gran armada y por eso te llaman
emperador. Pero estás perturbando el mundo entero. En comparación, yo
apenas causo ningún mal”.
Al emperador se le permite perturbar el mundo, pero al pirata se le
considera un criminal. Es una primera reflexión. Pero, sea pequeño o
grande, pirata o emperador, ambos están cometiendo tropelías, aplastando
derechos, orillando la justicia social.
Los grandes medios de comunicación obligan muy sutilmente
una y otra vez a sus periodistas a un gran principio, la subordinación
al poder. Pero nosotros estamos comprometidos con la gente y con sus
necesidades. O debiéramos estarlo. No con los poderes ni los poderosos.
Tal y como lo concibo, el periodismo es un sagrado oficio. Y nadie
debiera venderlo al poder de los más fuertes.
Vivimos en la era de la superficialidad mediática. Nada de reconocer
nuestros problemas y luego superarlos. Ver si somos capaces de encontrar
un diagnóstico, un destino común, el destino de cubrir la supervivencia
de las personas, su dignidad, y luego trabajar con el mayor grado de
unidad posible. Que los niños que pasen hambre en Euskadi, que las
madres de esos niños que pasan hambre dejen de hacerlo. Que nadie sufra
por ser diferente, en un mundo en el que bien mirado, todos somos
distintos, como distintos son todos los días que vivimos.
Todos diferentes y todos los días diferentes. Es un canto a la
diversidad; esa diversidad es la que tenemos que vivir y convivir, si no
seríamos robots. Somos diferentes. La cuestión es cómo nos hacemos
complementarios, cómo somos capaces de convivir porque seguramente
estamos hechos para enriquecernos unos a otros. Tenemos que ser
comprensivos, generosos, y eso nos cuesta porque nos han metido en el
mundo lo comparativo, lo competitivo… lo que nos saca del circuito
humano.
¿Superficialidad mediática? Como le llamamos a lo que algunos han
definido como ese periodismo especializado en el “corazón”. La prensa
rosa. El que se basa en el cotilleo de las intimidades y la vida privada
de personajes famosos. Un “periodismo” entre comillas. Como decir
“telebasura”, tan popular en España gracias a los programas de
televisión.
Recuerdo en 1978 las primeras clases de periodismo que recibimos en
el campus universitario de Leioa. Aquella asignatura se llama hoy
“Redacción informativa en prensa”, y la imparte la profesora Alazne
Aiestaran. Era nuestro primer acercamiento al periodismo. Redactábamos
noticias siguiendo las cinco W dobles (pues en inglés todas las
preguntas parten en este caso con una W). Qué, Quién, Dónde, Cuándo y
Por qué. Ordenábamos entonces los datos de más importancia a menos
importancia en la noticia (lo que llamábamos la pirámide invertida).
Recuerdo que por entonces los alumnos de primero de periodismo
acudíamos a clase con un periódico bajo el brazo. Y con algún libro en
el macuto. Hoy han cambiado las cosas: el alumnado de Primero –según me
cuenta la profesora Aiestaran- no compra periódicos, ni revistas de
información. Y el único “periodismo” que consumen es el de los
informativos de la Televisión, junto con la información que les llega
vía Facebook.
La formación académica tiene que ir unida a un esfuerzo personal, a
una gran vocación por el acontecer humano. Leer y leer. Y mucha calle
con gente muy diversa. Para comprender la realidad hay que tener
herramientas de conocimiento. Leer todo tipo de cosas. Si alguien cree
que Iñaki Gabilondo es únicamente un “pico de oro” más audaz que la
media, se equivoca. Para llegar a ser el periodista que es, Gabilondo
tiene muchas lecturas encima, muchas experiencias, mucho tratar a gente
diversa. Mucho de todo.
Volvamos a la Facultad de Ciencias Sociales y de la Comunicación, de
la UPV-EHU. Tres años después, ese alumnado del que os hablaba se
encuentra en cuarto de Periodismo con la asignatura Deontología, que
imparte la profesora Begoña Zalbidea. La Deontología establece los
deberes morales que han de asumir quienes ejercen una determinada
profesión. Son aquellas acciones que no están sometidas al control de la
legislación pública. El vocablo se acerca a la ética. Una hermosa
palabra para una hermosa profesión.
“Puedo confirmar que están convencidos y convencidas que el
periodismo sirve o, al menos, debe servir para crear conocimiento y, en
consecuencia, conciencia social –apunta la profesora Zalbidea-.
Comparten el mensaje de que la información, si está bien elaborada, es
integradora y facilita la asunción de que “el otro” es como yo,
desterrando discursos interesados en el sentido contrario.”
Trabajar contra la discriminación y la igualdad. Un horizonte del que
no deberíamos desviarnos. Cuando me invitaron a este Curso de Verano,
el profesor Xabier Aierdi me pidió que hablara de las buenas prácticas
del periodismo, en positivo. Pero para señalar las buenas prácticas,
hemos de abordar también las malas. Son las dos caras de una misma
moneda comunicativa. Antes hemos hablado del llamado periodismo del
cotilleo, el rosa, el del corazón. Pero hay un periodismo sucio.
A veces hemos de acercarnos a países cercanos para conocer cómo se
ejerce el periodismo porque en muchas ocasiones nos están anunciando el
periodismo que se nos echa encima. Y más que eso, para saber cómo se
utiliza al periodismo y al servicio de quién está. Miremos el caso
británico. Hablemos de un poderoso pirata de alto rango llamado Rupert
Murdoch, propietario de un vasto imperio mediático que daría forma a
News Corporation, hasta que se vio obligado a dimitir en 2012, acusado
por soborno y corrupción en el Reino Unido.
Son muchos los periodistas que han trabajado para Murdoch. Algunos
han sabido descubrir el reverso oscuro de los medios de comunicación
británicos. Varios han sido los colegas que han denunciado al Daily Star
–como Richard Peppiatt- tras darse cuenta que formaban parte de
campañas mediáticas para dirigir la ira de los lectores contra una serie
de chivos expiatorios.
Cuenta Owen Jones en su libro “El Establishment / La casta al
desnudo”, que la dirección del Daily Star pedía a algunos de sus
periodistas que escribieran artículos donde se dijera “los musulmanes
habían hecho esto, aquello y lo otro”. Los inmigrantes que pedían asilo
eran uno de los blancos favoritos del periódico.
“Siempre hay que culpar a alguien de los males de nuestra sociedad
–señala ahora Richard Peppiatt, que trabajó en el Daily Star-, lo que
impide cuestionarse realmente cuáles son las razones verdaderas de
muchos males de nuestra sociedad. Puedes decir simplemente “Todo es
culpa de los puñeteros inmigrantes, o de los puñeteros musulmanes”.
Periodistas como él, con la suficiente conciencia, no podrán evitar la
sensación de haber vendido su alma durante unos años.
Concluye Owen Jones que “en lugar de ofrecer una visión honrada de la
sociedad británica, a los medios de comunicación les encanta hurgar en
busca de ejemplos extremos que se pueden usar para apelar a los
prejuicios y a las inseguridades más extendidas entre la gente”.
Demos datos. Una encuesta publicada en 2013 reveló que en Gran
Bretaña el ciudadano medio consideraba que un 27% de los subsidios de la
seguridad social se solicitaban de forma fraudulenta (cuando la cifra
real era el 0,7%); que el 41% de las ayudas sociales estaban destinadas a
la gente desempleada (cuando en ese subsidio se invierte sólo el 3%).
Si la gente estuviera mejor informada sobre cifras verdaderas, sería
mucho menos probable que apoyara los recortes a la seguridad social, lo
cual demuestra cuánto capital político se puede ganar a base de promover
la ignorancia y de distorsionar nuestra realidad.
Qué decir del conjunto de Europa, donde, en estos años de la crisis,
se ha elevado el bulo y la mentira a discurso populista para ganar
elecciones. Bulos como que los inmigrantes nos quitan el trabajo. Y por
si esto fuera poco, “abusan de los sistemas de protección social”, o “el
índice de criminalidad de nuestra ciudades aumenta al mismo ritmo que
la presencia de inmigrantes”, etc. Son factores subjetivos, prejuicios,
estereotipos, y se combaten con una buena información. Implicando a las
autoridades locales, apelando a su responsabilidad, y a la población que
vive, en el día a día, buenas experiencias con la población inmigrante.
En suma: sabiendo escuchar a los que sí tienen voz.
Los medios de comunicación –tantas veces de incomunicación-
desempeñan un papel crucial dentro del statu quo. Al apuntar sus armas
hacia quienes están más abajo –distorsiones, mitos y mentiras
descaradas- lo que están haciendo es desviar la atención para que nadie supervise a la élite poderosa de las más altas esferas.Los
medios servirían muy bien a sus señores, lo que no debería
sorprendernos, dado que sus propietarios –como Murdoch- forman parte de
esa élite y están comprometidos con el Sistema. Quizá para algunos
periodistas esto les resulte una realidad incómoda, pero los Media son
un pilar del statu quo.
Qué diferente es el periodismo –el de las buenas prácticas- cuando en
el asunto que nos toca se realiza con profesionalidad y compromiso
social. “Compromiso” me parece a mí una redundancia. Porque el
periodismo o es compromiso o no es periodismo.
Periodismo como el que en este país han encarnado Carmen Sarmiento,
Manu Leguineche, Maruja Torres, Gervasio Sánchez, Gregorio Morán o
Alfonso Armada. Como el que guió al escritor y periodista Ryszard
Kapuscinski, quien llegó a decir que para ser un buen periodista había
que ser una buena persona. O, dicho de otra forma, que las malas
personas no pueden ser buenos periodistas.
Pongamos ejemplos de buenas prácticas de medios de comunicación como
el New Yorker, una revista que trata los temas con amplitud. Reportajes
literarios que mezclan en diez o hasta en quince páginas viaje,
política, cultura, empresa, sociología y creación.
La historia que os quiero contar tiene que ver con el escritor y
periodista estadounidense Jon Lee Anderson, quien –según dicen los
críticos- escribió la mejor biografía que existe sobre el Che Guevara.
“Che Guevara: una vida revolucionaria”.
Jon Lee Anderson vino a Euskadi a realizar un reportaje sobre la
situación vasca (siendo Lehendakari Juan José Ibarretxe). Tenía interés
en asistir a un acto en Gernika con presencia del Lehendakari. Y conocer
la experiencia vasca de Mondragón Cooperativa.
El abogado Txema Montero le llevó en coche desde Bilbao a Gernika,
donde saludó y charló con el Lehendakari Ibarretxe. Finalmente, después
de permanecer tres días en Euskadi, se fue.
Tres semanas más tarde de su visita a Euskadi, Txema Montero recibió
una llamada desde Nueva York de una editora del New Yorker, que
interrogó durante media hora al abogado.
“¿Ha estado usted acompañando a nuestro corresponsal el señor Lee
Anderson en el País Vasco?”. La editora tenía el borrador del reportaje
escrito por Lee, que era bastante extenso, y quería comprobar algunos
extremos. La veracidad de lo escrito.
“Dice el señor Anderson en su artículo que hay un lugar en Gernika
que se llama la Casa de Juntas, que es una especie de parlamento
regional donde los vascos se reunían”
“Dice que allí existen unas vidrieras aplomadas donde se recogen diversos momentos de la historia de Bizkaia”.
“Dice que los sillones están recubiertos por una tela de color
burdeos. Dice que el presidente del País Vasco tiene en la coronilla un
corte de pelo en forma de círculo rasurado o tonsura, como la que
llevaban algunos religiosos”.
“Dice que usted conducía un sedán BMW”. Fue a lo único que el
abogado le contestó negativamente, pues la marca de su coche es otro.
Así durante media hora. La editora le dijo que tienen por norma antes
de publicar cualquier información, contrastar lo escrito con las
personas que han intervenido en el reportaje.
Jon Lee Anderson podría hablar mucho del poco interés que tenía la
revista Time sobre los asuntos de Centroamérica, teniendo que vender
reportajes sobre Nicaragua o el Salvador a pequeños periódicos de San
Diego. O del papel que juegan los periodistas empotrados en el ejército
norteamericano en las invasiones de Afganistán e Iraq, con el
consiguiente síndrome de Estocolmo, que tocan el concierto –salvo
honrosas excepciones- y la partitura para violín que marcan los tambores
militares.
El deber moral del periodismo es contar la verdad de los hechos. El
periodista es un servidor público con un deber ético. Por encima de los
considerandos del Mercado están los DERECHOS HUMANOS. Su declaración
universal.
Artículo 1.
“Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y
derechos y, dotados como están de razón y conciencia, deben comportarse
fraternalmente los unos con los otros”.
¿Fraternalmente? En Gran Bretaña se conocen ahora las reuniones
secretas que mantuvieron Murdoch y Margaret Thatcher en la residencia de
vacaciones de la primera ministra, en la que se cerró el trato de
comprar el Times y el Sunday Times. Se trataba de estar a bien con
poderosos medios que podían encumbrar o hundir carreras políticas.
El magnate y la prensa que dominaba y escribía al dictado de sus
intereses, se pasó los años ochenta y los noventa del siglo pasado
defendiendo lealmente el proyecto thatcherista y haciendo frente y
demonizando a todos sus oponentes, desde los ayuntamientos laboristas
hasta el sindicalismo.
Podríamos hablar del papel que jugó Murdoch en la invasión de Iraq,
cuando tenía 175 periódicos por todo el mundo respaldando aquella
guerra. Pero leamos una vez más el Artículo 2 de la solemne declaración de los Derechos Humanos:
“Toda persona tiene los derechos y libertades proclamados en esta
Declaración, sin distinción alguna de raza, color, sexo, idioma,
religión, opinión política o de cualquier otra índole, origen nacional o
social, posición económica, nacimiento o cualquier otra condición”.
En su libro “Los orígenes del totalitarismo”, Hannah Arendt ha
escrito: “El imperialismo habría necesitado inventar el racismo como
única “explicación” y pretexto posible para sus actos, aunque nunca
antes en el mundo civilizado hubiese existido un pensamiento elaborado
acerca de las razas”.
Dice el profesor norteamericano de Lingüística y Filosofía del
Instituto Tecnológico de Massachusetts, Noam Chomsky, que “Cuando
conquistamos a alguien y lo sometemos, necesitamos tener razones. No
podemos decir simplemente: “Soy un hijo de perra y quiero robarte”.
Tenemos que decir que es por su bien, que se lo merecen o, incluso, que
les beneficia. Les estamos ayudando. Así pensaban los que poseían
esclavos. Casi ninguno decía: “Mirad, estoy esclavizando a esta gente
porque necesito mano de obra barata y fácilmente explotable para
lucrarme”. Más bien decían: “Les estamos haciendo un favor. Lo
necesitan”.
Añade Chomsky un dato más para el escalofrío. “Los antropólogos del
siglo XIX aducían que los negros tenían la columna vertebral curva
porque estaban adaptados genéticamente a la recolección del algodón. Por
tanto, los estamos ayudando a hacer aquello que se les da bien”.
¿Cómo vamos a mantener un periodismo competente, paralelo a los
desafíos que ofrece la humanidad? Un periodismo responsable y hondo para
lectores con inquietudes, ganas de saber y conocer el alma de las
cosas, con sensibilidad… Las lectoras, las oyentes de radio, los televidentes también cuentan. Y mucho. Son pluralidad.
Un ex alto cargo periodístico de la prestigiosa BBC, le contó a Owen
Jones que la cadena británica “está diseñada para transmitir la
ideología dominante”. Le contó que puedes decir en antena: “El
capitalismo es bueno, el capitalismo es dinámico, el mercado libre rinde
frutos y mejora las vidas de la gente del sur del planeta”. Pero si
dices: “El capitalismo es malo, el capitalismo no rinde frutos y está
arruinando las vidas de la gente del sur del planeta”, eso se considera
ideológico. Si se buscara un equilibrio, habría que poder defender ambas
ideas de igual manera, pero la BBC no lo hace –dice ese ex alto cargo
de la BBC- “porque sus ideas son las de la élite”.
A los medios les gusta presentarse como antagonistas del Sistema y
como pilares de la Democracia, que es lo que deberían ser. Pero los
medios y las élites políticas y económicas se encuentran más conchabadas
que nunca.
Vivimos momentos de preocupación. Los Medios están preocupados de sí
mismos. Pareciera que el sesgo de los grandes titulares debiera importar
cada vez menos porque las ventas de periódicos no paran de caer,
mientras las redes sociales están aumentando su popularidad y la gente
lee y replica ciertas noticias en Internet.
Un estudio de los expertos de la Universidad de Cardiff está
revelando algo que los colegas nos cuentan un mes sí y al otro también:
que con los despidos de periodistas, los que quedan en las redacciones
han sufrido un aumento en su carga de trabajo. Se ha triplicado la
cantidad de texto que tienen que producir. Eso significa menos tiempo
para trabajar cada artículo. Eso obliga a los periodistas a basar sus
textos en noticias prefabricadas, escritas por gente contratada por
intereses privados adinerados.
El Estado se ha convertido en una criatura del capital. Y algunos
gobernantes se dedican descaradamente a confundir. El último gobierno
autónomo de la Comunidad de Madrid pagó por noticias favorables para
minimizar escándalos. El Gobierno del expresidente Ignacio González
contrató a una empresa para que creara noticias en medios digitales y
así desplazar las que les perjudicaban en Internet. Noticias amables en
vez de escándalos políticos. Se gastaron mucho dinero, el dinero de
todos, para crear un total de 60 diarios digitales.
Con una empresa, “Madiba”, que empleaba a una docena de periodistas
recién licenciados, el empresario Alejandro de Pedro creó medio centenar
de diarios en Internet para amplificar las notas de prensa y
comunicados que sus clientes les remitían. Una segunda firma, Eico, que
contaba con técnicos e ingenieros informáticos, analizaba la imagen en
Internet de los políticos que les pagaban. Cuando las noticias venían
mal dadas o estallaba algún escándalo que salpicaba a sus clientes, la
solución de Eico y Madiba era inundar la Red con propaganda de sus
propios diarios para que las informaciones críticas desapareciesen de la
parte de arriba de los buscadores.
El empresario sin escrúpulos Alejandro de Pedro se atrevió a llamar a
su empresa Madiba, el nombre de Nelson Mandela, el político honesto que
dijo “Erradicar la pobreza no es un acto de caridad. Es un acto de
justicia”.
Qué haremos con el Periodismo si está en manos de poderosos señores
sin escrúpulos. Si lo secuestran igual que hacen con la democracia. Si
nos marcan sutilmente las cosas que hemos de decir, incluso –si
pudieran- que hemos de pensar. Si el periodismo no revela lo que está
pasando. Si se alía de partida con las clases dominantes, perderá la
credibilidad que aún le queda. La que continúa mermando.
Sólo un 34% de los ciudadanos del Estado español cree que se puede
confiar en la mayoría de las noticias publicadas en los Medios. Un
informe elaborado por la Universidad de Oxford asegura que los medios de
España son los menos creíbles de toda Europa. Finlandia (gozan de la
confianza de un 68%), Alemania (un 60%). Dinamarca (un 57%)… España tan
sólo un 34%., la mitad que en Finlandia.
El periodismo de investigación también se ha resentido con la crisis.
Si el panorama europeo en estos momentos son unos medios de
comunicación convertidos en maquinarias políticas que presionan a favor
de los objetivos personales de sus propietarios, quién va a sacar a la
luz la verdad de los migrantes, de las minorías, étnicas o de otro tipo.
Cómo se va a contar la rica diversidad de minorías de sensibilidad como
la que encarnan gays, lesbianas, transexuales y bisexuales. En manos de
quién va a estar el potencial de comunicación.
Dónde queda el sentido del periodismo que ayuda a explicar a la gente
cómo funciona el mundo y las instituciones influyentes. Cómo intentar
cambiarlo para que el mundo sea un lugar mejor y más humanitario. Quién
va a amparar la verdadera democracia y la libertad de expresión, si
quienes mantienen opiniones divergentes frente a la atmósfera asfixiante
(y no olvidemos que el pasado 1 de julio entró en vigor en España, con
los únicos votos del PP, la llamada ‘Ley Mordaza’).
Frente a eso, a veces tenemos a periodistas y políticos criticando y
atacando de forma obsesiva a quienes están en los ámbitos económicos más
bajos de la sociedad. A los desempleados (recordar a la diputada Fabra
gritando en el Congreso que “se jodan” los desempleados), a los
inmigrantes. O a quienes se movilizan pidiendo mejoras, a los
trabajadores del sector público, a los que forman parte de la ‘marea
verde’, o la ‘marea blanca’, que han venido defendiendo la Enseñanza o
la Sanidad pública. A todos los grupos expuestos, como los desahuciados.
Ese ataque es la vieja táctica de poner en el punto de mira a quienes
carecen de poder. Al parecer, resulta muy conveniente para que la rabia
no se dirija a quienes ostentan el poder.
El buen periodismo sencillamente transmite los hechos, haciendo
desaparecer al que los cuenta. Dejando en manos del lector el juicio
correspondiente. El periódico bueno, la revista vanguardia es la que
escriben los lectores/ las lectoras. Cuando se ofrecen los hechos de tal
manera que los demás deben hacer un esfuerzo para complementar lo
escrito. Un verdadero periodismo hace un buen lector, el que estimula
una lectura crítica. El que quiere saber.
En cuántas ocasiones se está haciendo –por omisión- un periodismo
para el desconocimiento de los otros. Para afirmar a los míos –por
causa-, a los poderosos que represento, al partido que me cobija, a la
Banca que me ampara, a los que me financian.
¿Qué nos mantiene con ánimo a los periodistas? Primero, un alto
concepto de la profesión. Transmitir los hechos. Cuidarlos. Leer.
Estudiar. Ver las contradicciones. Y a pesar de todo mantener la
esperanza en las nuevas generaciones de periodistas. Hemos estado cerca
de los poderosos y hemos tenido cuidado de no quedarnos con las patas
pegadas al dulce. Ni ambición personal, ni ganas de sobresalir.
Dice mi amigo el periodista veterano, Antonio Álvarez-Solís que le
atrae una frase de San Pablo en su carta a los Corintios: “Yo estuve
entre vosotros con debilidad, con temor y con mucho temblor”.
Que la soberbia nunca maneje al periodista. Temor a lo que se diga,
justificándolo todo, investigándolo, contrastándolo. Esto es un
desierto, pero cuando encuentro agua lo digo. Que nadie oculte el agua.
Y algo que no puedo dejar de decir. Al periodismo le
falta juramento hipocrático. Como hacen los médicos cuando dicen que
para ser médico, lo primero es no hacer daño al enfermo. Nosotros
debiéramos tener un juramento similar, dentro del periodismo, que no
haga daño al lector, a la oyente o a los telespectadores. Dejar que la
lectora o el espectador decidan, que ella o él busquen, porque son más
importantes que nosotros.
El panorama es tremendo. Miles de periodistas despedidos. El mercado exige medios más ligeros, una época light en
la que se está suprimiendo de la Enseñanza asignaturas de filosofía y
la historia. Como abandonar la reflexión. Como si estuviera en crisis el
mundo de las ideas.
Pero el periodismo sigue siendo un sagrado oficio. Un oficio entre la
universidad y la calle que se asienta en la experiencia, y que bebe de
la formación continua. Hoy tenemos Internet, móviles inteligentes. Está
bien. Pero no vale sólo con el teléfono móvil, y todos los servicios que
presta. No es mecanización. Hay que saber quien está a cada lado, los
valores que transmitimos y con qué sincera actitud. Hay que saber a
quién se sirve. Hace falta un deseo intenso de entender la vida.
Tener 58 años y sentir que uno sigue teniendo 20 años. Que nada ni nadie puede alejarnos de una profesión tan hermosa. Ni quitarnos pasión.
El periodista Álvarez-Solís propone a sus 85 años “tribunales populares” para juzgar a los políticos que no cumplan sus programas. “Usted
me dijo que durante el verano habría comedores escolares para los niños
y niñas que pasan hambre en España”, y ahora resulta que los ha cerrado
todos”. Pues venga: tribunal popular.
La Ley Mordaza es una nueva conculcación, dejando como deja
en manos de la policía la determinación de castigos que llegan a los
300.000 euros. “La nueva ley mordaza de España inquietantemente se remonta a los días oscuros del franquismo”, ha escrito estos días el New York Times en un editorial sobre España.
“Juro por Apolo, médico, por Esculapio, Higía y Panacea y pongo por
testigos a todos los dioses y diosas, que he de observar el siguiente
juramento: Estableceré el régimen de los enfermos de la manera que les
sea más provechosa según mis facultades y a mi entender, evitando todo
mal y toda injusticia…
Este juramento se atribuye al griego Hipócrates, y tiene al menos 2.300 años.
Una versión más moderna dice: “Me comprometo
solemnemente a consagrar mi vida al servicio de la humanidad.
Desempeñaré mi arte con conciencia y dignidad. No permitiré que entre mi
deber y mi enfermo vengan a interponerse consideraciones de religión,
de nacionalidad, de raza, partido o clase. Tendré absoluto respeto por
la vida humana”.
La fauna es variopinta. Hay piratas y grandes emperadores. Pero en
estas mesetas sigue habiendo locos con la suficiente cordura para
señalar dónde hay gigantes de cuidado y no molinos de viento. Gentes de
buena conciencia y profesionalidad que intentan hacerlo mejor sin ser
perfectos.
Los que hacen bien su trabajo, sin necesidad de que ninguna editora
llame para corroborarlo. Con humildad. Los que no han realizado
juramento hipocrático alguno. Los que aprendiendo de sus errores,
intentan hacerlo mejor cada día. Intentarlo de nuevo. Fallar mejor como
una manera creativa de resistir. Decía Susan Sontag que “ninguna
resistencia es en vano”.
- Miguel de Cervantes dejó escrito:
“Hoy es el día más hermoso de nuestra vida, querido Sancho; los
obstáculos más grandes, nuestras propias indecisiones; nuestro enemigo
más fuerte, el miedo al poderoso y a nosotros mismos; la cosa más fácil,
equivocarnos; la más destructiva, la mentira y el egoísmo; la peor
derrota, el desaliento; los defectos más peligrosos, la soberbia y el
rencor; las sensaciones más gratas, la buena conciencia, el esfuerzo
para ser mejores sin ser perfectos, y sobre todo, la disposición para
hacer el bien y combatir la injusticia donde quiera que estén”.
Me pedían buenas prácticas del periodismo. Y sin embargo, ya veis:
como dijo un pintor expresionista alemán: “No voy hacia la luz. Es la
obscuridad la que me empuja”.
Eskerrik asko.
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