Francisco Delgado Ruiz
Educación es un ámbito extremadamente ideologizado y en donde se multiplican intereses de todo tipo, como ha pasado hasta hoy
Hace bastantes años publiqué un artículo
en varios diarios nacionales y en algunos medios del sector educativo
reclamando un “Pacto igualitario y democrático por la Educación”. Por
aquel entonces acababa de dejar mi presencia en el Consejo Escolar del
Estado, donde -durante muchos años- había asistido a los debates más
jugosos y, también más, ideologizados y, en ocasiones, peregrinos, desde
posiciones muy dispares.
Había participado -desde 1979- del
debate social y político en diversos ámbitos, incluso al más alto nivel
y, también, había bajado al terreno de la gestión en la escuela rural y
urbana. Había conocido de los problemas de las familias y, también, de
los maestros.
Yo fui de las personas que me creí -en
mis primeros años de participación política y social- lo de una gestión
democrática participativa en los centros escolares y del propio Sistema.
Pensé que era posible construir un modelo de educativo único, laico y
compensador de desigualdades, como un Derecho universal y que los
poderes públicos estaban obligados a hacerlo efectivo para toda la
ciudadanía, en términos de igualdad y, por lo tanto, de gratuidad y que
para ello el instrumento era la Escuela de titularidad Pública,
entendida como la institución que integraba el conjunto del Sistema
educativo.
En los debates y posteriores desarrollos
y aplicación primero de la LODE y de la LOPEG (y de la LOGSE entre
ellas), cómo se fueron produciendo las transferencias educativas a las
CCAA en varias fases y algo más tarde con la LOE y la LOMCE, más las
leyes autonómicas o de país, reparé en que ello no era posible. Porque
todos los “pactos” o acuerdos (más o menos ocultos) que se iban
haciendo, con obispos, empresarios, sindicatos, entre políticos,
alumnado, AMPAS… siempre ganaban los mismos y salían perjudicados: la
democracia, el alumnado de los sectores más vulnerables y la escuela de
titularidad pública.
Para ratificar la tesis me baso en datos
y reflexiones que he ido publicando a lo largo de estos años: La
“escuela pública amenazada” (ed. Popular. 1997), “Evanescencia de la
Escuela pública” (Mil.razones. 2014) y como complemento a ello: “Hacia
una escuela laica” (2006. Laberinto) y “La cruz en las aulas” (AKAL.
2015).
“Pacto por la Educación” en versión
2015: Entre las múltiples noticias políticas veraniegas se puso en la
arena del debate mediático y político la vieja y manida iniciativa de
volver a reclamar un “pacto por la educación”. Fue a cuenta de unas
declaraciones del presidente del emergente partido: Ciudadanos. Ello
generó durante unos días diversas editoriales y debates apoyando la
“novedosa”(?) idea y con ello los más diversos comentarios, algunos
extraordinariamente desenfocados y oportunistas. Y mucho me temo que
conforme avancen la campaña electoral van a surgir nuevas voces
caza-votos en esta línea. Pero no se engañen, con todos mis respetos,
son propuestas para “bobos”.
Ya no me creo que en España y sus
territorios diversos y ni siquiera en Europa a corto y medio plazo pueda
haber un Pacto por la Educación, que la situé como un Derecho
Universal, democrático, compensador y para todos y todas. Y muchos
menos: laico,
por cierto palabreja “maldita” en el ámbito de la Enseñanza, de la que
huyen “tirios y troyanos”, como si de la “peste” se tratara: La
secularización de la Enseñanza y de la vida pública es una asignatura
todavía muy pendiente en Europa, ya no digamos en España.
En las publicaciones antes aludidas
argumento con datos y referencias que en España ha habido multitud de
pequeños y amañados pactos sobre la Enseñanza (algunos hechos en la
negrura de los despachos) y que el actual Gran Pacto que se reclama de
forma oportunista está casi concluido por fases, empezando por los
innecesarios, aconstitucionales y “caprichosos” conciertos educativos
que generó la LODE, con la LOPEG eliminando -de hecho- la democracia
participativa y que la LOE fue el Pacto entre el Gobierno de la época,
el empresariado que imponía la privatización, consecuencia del Tratado
de Lisboa, los obispos y algunos sectores profesionales y sociales que
la apoyaron, por fin ha quedado casi concluida con la reforma parcial
(aunque sustanciosa) que representa la LOMCE, para que no hubiera dudas
de la derechización y privatización confesional del Sistema.
Así tenemos un Pacto Educativo, hecho
por fases, que nos sitúa en un modelo desigual, mercantilizado,
confesional, patriarcal, autoritario, autocrático y competitivo. En
donde el alumnado y sus familias son “convidados de piedra”.
Cualquier “nuevo Pacto” sería -hoy por
hoy- aun más perjudicial para los más desfavorecidos y para la escuela
pública. No hay más que mirar algunos de los bocetos de programas
electorales (en elaboración, todavía) de los partidos y coaliciones que,
según las encuestas, pueden lograr mayorías de gobernabilidad.
No nos engañemos y que no nos tomen por
“tontos”, hoy por hoy los sistemas educativos, desde la educación
infantil-maternal hasta la Universidad, son instrumentos al servicio de
poder establecido y en una muy pequeñísima parte contribuyen a liberar
al ser humano de sus atavismos. Apenas fomentan la capacidad crítica, la
solidaridad, los principios democráticos y mucho menos el desarrollo
físico, artístico y cognitivo del alumnado y, por supuesto, la capacidad
de pensar autónomamente. Y el español no es una excepción, sino todo lo
contrario.
Es cierto que en algunos centros de
enseñanza (incluso en España) y en un puñado de Estados tratan de que su
modelo de Enseñanza sea algo liberador y desarrolle las capacidades del
alumnado en la medida de lo posible, pero son excepciones muy puntuales
y sólo aproximaciones. Incluso algunos pretenden ser hasta laicos.
Entiendo que haya políticos y
tertulianos, también personas vinculadas a la Enseñanza, desde los más
diversas posiciones ideológicas, que -periódicamente- saquen a la luz la
manida cuestión del ya famoso “pacto escolar”. Es un tema recurrente,
aunque sumamente engañoso.
En estos tiempos de esperanzadores
cambios sustanciales en la política (En España) vuelven a aparecer voces
que proponen nuevos marcos legales en Educación a través de foros,
grupos de trabajo, plataformas… en suma, se trata de “viejos”
principios, aspiraciones y documentos actualizados, algunos cargados de
muy buenas intenciones y que estuvieron (ya) a debate en las mesas
sociales e incluso ministeriales hace años. Sin que, a la postre, en la
práctica, resurgiera una “revolución” en la Enseñanza, como algunos
aspirábamos en los años setenta.
Por ello: ¿Pacto escolar, ahora?:
Dejémonos de milongas. Primero, esperemos a ver cómo queda el panorama o
tablero político dentro de unos meses. Analicemos los Pactos que se han
ido produciendo hasta ahora y sus funestas consecuencias para la
escuela pública. Dejemos a los centros de enseñanza tranquilos para que
se ocupen de lo que les corresponde y más allá de superar la LOE-LOMCE
habría que ponerse a trabajar con lo que hay y hacerlo bien, en el día a
día, escuela a escuela… recogiendo y aplicando las muy buenas
experiencias, que existen. Luego se puede abordar un nuevo proyecto,
pero ¡cuidado! con las mayorías/minorías, ya que la Educación es un
ámbito extremadamente ideologizado y en donde se multiplican intereses
de todo tipo, como ha pasado hasta hoy.
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