sábado, 13 de febrero de 2016

Gente Podrida: El triunfo de la moralidad sobre la ética




Gente Podrida: El triunfo de la moralidad sobre la ética
Mucho huele a podrido en el reino de España”
Antonio Pintor Álvarez
Miembro del Colectivo Prometeo y del FCSM
    Cuando nos aproximamos al hecho de la corrupción en general y en el terreno de la política en particular con ánimo de entenderla a fin de evitar su instalación, como ocurre en la actualidad, en las instituciones que nos gobiernan, necesitamos tener en cuenta, al menos, tres dimensiones que influyen en su desarrollo: el sistema, la situación y la disposición o carácter de las personas.
   En estos tiempos estamos habituados a escuchar en boca de quienes nos gobiernan la frase “manzanas podridas” en referencia a los múltiples casos de corrupción que vienen apareciendo entre quienes integran los diferentes organismos del Estado, la mayoría personas con vinculación política del partido gobernante en el territorio afectado (Partido Popular a nivel nacional y en comunidades como Madrid, Baleares, Valencia, etc.; el PSOE en Andalucía y CiU en Cataluña, por citar solo las más relevantes). No me parece que sea acertada la metáfora por reduccionista ya que no son sólo las manzanas (personas) las que están podridas sino que lo está el cesto en el que se encuentran (situación) y, lo que es más grave, los mimbres (el sistema) con los que está construido.
   El sistema (los mimbres) en el que se producen los hechos es el sistema capitalista caracterizado por asimilar éxito con progreso aunque sea desnortado y destructivo del medioambiente, consumo y acumulo de riqueza, sin importar los medios utilizados para conseguirlos; y la situación (el cesto) hace referencia al entorno político, caracterizado por una falta de transparencia y dependencia de los poderes económicos a cuyos intereses particulares sirven a costa de la “POLITICA” y de la democracia, perdiéndose la capacidad de garantizar todos los intereses existentes, especialmente de los grupos más débiles y vulnerables a costa de los más poderosos y mejor organizados.

    En una entrada anterior (“La importancia del contexto en la conducta humana y su relación con la corrupción política”) desarrolle la importancia de la situación en la conducta humana apoyándome en estudios como el de la “Prisión de Stamford” (EPS) realizado por Philips Zimbardo sobre la “conducta cruel” de las personas que por extensión considero aplicable a la “conducta corrupta”.
En este escrito me centraré en “las manzanas podridas”, es decir, en la disposición o carácter de las personas y su relación con la ética.
Como suele decirse la corrupción en la sociedad como la podredumbre en el pescado suele comenzar por la cabeza, pudiéndose percibir olor a podrido en la casa real (cobro de comisiones de las petromonarquias integristas, amoríos de elevado coste, cacerías pagadas, hija y yerno procesados por malversación de fondos, etc.); en el gobierno central (Gürtel , Púnica, etc.) que ha provocado declaraciones de algunos jueces en el sentido de considerar al Partido Popular como una organización criminal para la comisión de delitos y que solo la dependencia del poder judicial al gobierno mantiene en la legalidad al no aplicar la Constitución; y autonómicos (ERES, Mercasevilla , con implicación de importantes miembros del PSOE en Andalucía ;Taula y PP en Valencia; Caso Pujol en Cataluña, etc.), Sindicatos (Cursos de formación con implicación de UGT) Iglesia católica (pederastas protegidos por autoridades eclesiásticas incluidos los anteriores Papas, la “inmatriculada corrupción” que ha permitido mediante la utilización de un privilegio franquista, modificado en su beneficio por el gobierno de Aznar, que se produzca en nuestro país el mayor expolio inmobiliario por parte de los obispos), mundo de las finanzas (banqueros ensalzados por sus magnificas cualidades que llevan a la ruina a las entidades que gestionan o que esconden dinero en paraísos fiscales (Rato, Conde, Botín…), judicatura (dimisión del presidente del CGPJ Carlos Divar por sus escándalos), empresarios (encarcelamiento de Gerardo Díaz Ferrán, presidente de la patronal , los Albertos, de la Rosa), etc.
Como vemos no se salva ni dios, aunque con demasiada frecuencia olvidamos que esa podredumbre visualizada en la cabeza no deja de ser la parte más representativa de todo el cuerpo social constituido por los ciudadanos y que la corrupción afecta a todo el organismo no solo a la cabeza, aunque esta sea la de mayor importancia por su gravedad en las consecuencias, pues como dijo Montesquieu: “Hay dos clases de corrupción: la primera, cuando el pueblo no observa las leyes; la otra, cuando el pueblo es corrompido por las propias leyes (o quienes las representan): mal incurable, porque surge del remedio mismo” y con su conducta corrupta es “como si nos dieran permiso” a los demás para hacer lo mismo, por el contrario el buen ciudadano es aquel que ha aprendido a desear y defender el bien público y a indignarse y encolerizarse ante la injusticia y la corrupción. ¿Dónde están los buenos ciudadanos en nuestro país?
Lo curioso de todo esto es que todos los personajes mencionados y muchos como ellos representan el “status moral” de nuestro país, al sistema y orden político vigente, la tradición y valores dominantes que tienen sus raíces en la moral judeocristiana. Por ello conviene distinguir de manera meridiana la diferencia entre moral y ética, porque una cosa es “adoctrinar”, lo que cae en el terreno de la moral y otra muy diferente “pensar y enseñar a pensar” que es tarea de la ética y para ello nada mejor que acudir a quienes saben del tema pues aunque todos tenemos derecho a opinar, una cosa es una opinión, y otra muy diferente exponer un conocimiento bien fundamentado.
En palabras de la Dra., Paulina Rivero Weber: “Moral significa costumbre; su uso en latín siempre indica las costumbres de una sociedad. La moral, pues, consiste en un conjunto de costumbres que han sido elevadas a nivel de normas, y que se proponen como el marco regulativo para una sociedad. En ese sentido una moral pide “seguidores”, requiere individuos que la sigan sin cuestionarla, y tiene, por lo mismo, un cierto carácter gregario… De esta manera, el que nace no decide qué valores va a tener: los encuentra de hecho en su sociedad, y si quiere integrarse a ella, debe simplemente seguirlos.
Por lo anterior, el individuo moral pierde de vista que la capacidad de crear valores es una prerrogativa humana, y con ello reduce y deprime su propia capacidad para autorregularse. Se entrega sin cuestionamiento a normas impuestas como absolutas por una sociedad, una religión o una institución, y es calificado como un individuo "moralmente bueno" por su sociedad. Así, "la buena persona" que sigue, o aparenta seguir, las normas establecidas sin cuestionarlas, o la beata que no olvida uno sólo de los mandamientos impuestos por la religión, son personas que tienen y siguen una moral: siguen una serie de códigos, que vienen impuestos desde el exterior, no desde su interior”.
Podemos decir que el “carácter moral” se adquiere por costumbre, muchas veces sin que el individuo se dé cuenta, produciendo autómatas preocupados por aparentar su adhesión a las normas morales de su entorno, ya que el control de su “buen o mal hacer” con respecto a las mismas viene de fuera, son los demás quienes catalogan su conducta, pues los individuos morales están interiormente vacios, lo que los convierte en un terreno fértil para la hipocresía. En contraste el “carácter ético” se conquista, con muchos esfuerzos, pues entre el individuo ético y sus actos existen la deliberación, la libre elección y el compromiso, aplicando sus capacidades intelectuales para crear sus propios valores que se impone a sí mismo, convirtiéndose en un ser autónomo que no necesita de la vigilancia de los demás para actuar de manera correcta siguiendo sus propios principios. Podemos concluir que la esencia de la ética consiste en practicar la capacidad de pensar, el “atrévete a saber, atrévete a pensar por ti mismo” tan inusual en esta época de seguidores incondicionales, muy morales y poco éticos.

El último espectáculo en este muladar en que se han convertido las declaraciones de políticos, tertulianos y “periodistas” en los medios de comunicación los han protagonizado dos de los más importantes mamporreros del poder en su “transición inmodélica” del franquismo a la restauración borbónica, responsables de la destrucción de las esperanzas de millones de españoles al traicionar a quienes apostaron por un cambio real y no solo en lo aparente para que “todo siga igual”, me refiero a Felipe González y Alfonso Guerra, máximos dirigentes del PSOE y del gobierno cuando se organizó el terrorismo de Estado mediante el GAL , con implicación de importantes cargos de su gobierno socialista, algo que debiera haber causado la expulsión del partido de estos dos sujetos , por implicación o por incompetencia en la defensa del estado de derecho ,si la decencia tuviera un mínimo de presencia en la política de nuestro país, en cambio tienen la desfachatez de salir a la palestra para insultar y descalificar a quienes no desean ir por el camino que ellos marcaron y que tan bien les ha ido a costa de los españoles que confiaron en ellos.
Lo dicho, estamos en la era de la moral a costa de la ética, lo que facilita que destaquen individuos y organizaciones “muy morales, pero poco éticas”, siendo urgente una pedagogía ética que aspire a modificar la conducta de los ciudadanos.

2 comentarios:

Pepe Castaño dijo...

¡Justo, acertado, preciso, ejemplar...! La verdad clara y rotunda.¿Diferencia entre moral y ética? Nadie podrá aclararlo de modo tan exacto.
Para convertirlo en un manual escolar. Has sabido dar con la forma de ordenar las ideas, remover sentimientos y orientar conciencias para animarnos a la reflexión continua y evitar el putrefacto pensamiento único que nos arrastra a una moral hipócrita: la que impone los dogmas, las conductas viciadas, las mentiras y los preceptos sobre los principios.
Te felicito y te admiro, Antonio. Ojalá podamos imitarte.

Antonio Pintor Alvarez dijo...


Muchas gracias Pepe por tu elogioso comentario. Un abrazo