Julio Anguita González
Colectivo Prometeo
Frente Cívico " Somos Mayoría"
( Último artículo de nuestro queridísimo Julio en " Mundo Obrero". Hemos creído justo publicarlo después de que estuviese disponible en la web de la revista)
Quiero hacer dos
aclaraciones previas al desarrollo de mi exposición. La primera es
que al decir nos o
nosotros, me estoy
refiriendo a las personas – militen o no en colectivos de diversa
índole - que en esta hora están dispuestas a afrontar de manera
asociada y organizada la tarea del Cambio social en nuestro país y
además con vocación de generar redes y acuerdos internacionales en
pos del mismo objetivo. En consecuencia, no me refiero sólo al PCE,
IU o Unidos Podemos sino también a quienes -estén donde estén-
siguen pensando en que se impone lo que en otras ocasiones he
denominado la Construcción de la Alternativa a la realidad que
padecemos la mayoría.
La segunda precisión
hace referencia a que este escrito no ha sido concebido fuera de las
experiencias más inmediatas y cercanas. Al contrario, se incardina
en la “decepción”
tras el 26-J y también en la pérdida de pulso, apatía y anomia en
la que, de manera generalizada, los sedicentes partidarios del Cambio
nos hemos instalado tras las últimas elecciones. E incluso mucho
antes, a juzgar por reticencias, resistencias y concesiones a la
“opinión publicada”.
También tengo presente la apuesta que a la desesperada están
haciendo Sánchez y su equipo de dirección por aparecer, cara a unas
probables elecciones, como la única oposición firme al PP.
Es
lógico que los lectores esperen un análisis -siquiera somero- o un
comentario acerca de los resultados del 26 J. Les anticipo que no
será así. Y no es porque el autor de estas líneas carezca de
opinión sobre tal cuestión sino porque en estos críticos momentos,
el debate sobre la propuesta, política y organizativa, cara a la
inmediata puesta en marcha de la acción planificada, debe prevalecer
frente a cualquier otra discusión que nos paralizaría, habida
cuenta de los aspectos negativos de nuestra cultura, tantas veces
verificados en la experiencia. Creo, además, que el debate, el
diálogo, la discusión sobre objetivos concretos, metas, alianzas y
programas, seguidas del necesario acuerdo, es la mejor manera de
crear una atmósfera de serenidad para la corrección de errores
tanto en el diseño de las políticas como en la puesta en práctica
de las mismas.
Mi exposición se basa en
tres objetivos a desarrollar y en una serie de comentarios y
precisiones sobre el espíritu, las maneras y la filosofía política
que debe enmarcarlos.
Considero que la
Confluencia Política es una meta, un método, un proyecto y un marco
de trabajo político a los cuales no debemos renunciar. Pero, desde
luego, no puede entenderse como Convergencia lo habido hasta ahora:
una simple yuxtaposición de siglas hecha con prisas y agobios por la
premura del tiempo electoral. En la actual convergencia política,
son todos los que están. pero no están todos los que son (siglas
políticas, colectivos, plataformas y personas a título individual).
Y aún más, la Confluencia no conseguirá su objetivo político –
social (crear un Contrapoder) si las militancias partidarias y los
demás no aprenden a trabajar en común, en la elaboración de
propuestas programáticas, el diseño y la organización de campañas
y movilizaciones, la discusión serena de objetivos: finales,
parciales y aplicados al territorio más inmediato. Y todo ello
implica un esquema organizativo flexible pero claramente marcado en
sus líneas definitorias e incuestionables.
La Confluencia Política
por sí sola puede erigirse en una fuerza electoral importante que
sirva para dirimir las cuestiones institucionales y sesgar
determinadas políticas hacia los intereses mayoritarios. Eso sin
duda es importante, pero a la luz del proyecto que confesamos
defender es totalmente insuficiente. Se impone también la
consecución de la Confluencia Social, es decir la creciente sintonía
en programas que sean la base común de las reivindicaciones que
dieron origen a asambleas, plataformas, movimientos, etc. Junto a
ello es necesaria la sintonía en la organización de movilizaciones,
el carácter de las mismas e incluso los métodos, lenguajes y
actitudes para que sean entendibles por la inmensa mayoría sin la
cual el Cambio nunca será posible. Considero fundamental que
sindicalistas y organizaciones sindicales que inequívocamente asuman
el planteamiento de la creación del contrapoder se incorporen a esta
tarea que trasciende siglas, culturas y experiencias. Este objetivo
de la Confluencia Social no puede ser abordado desde los integrantes
de la Confluencia Política como tales. Debe ser asumido desde las
fuerzas sociales que luchan pero que aún no han sido capaces de
superar la etapa de luchas aisladas, esporádicas y más o menos
voluntaristas. El enemigo a batir nos enseña, cada día y en su
práctica, todo lo contrario.
Es prioritario que tanto
la Confluencia Política como la Social consigan el Consenso de la
mayoría social. Sin ese consenso las propuestas, los objetivos y los
esfuerzos organizativos se perderán y diluirán en la nada. Ninguna
época de crisis, pero ésta especialmente por ser sistémica, puede
ser contestada y superada favorablemente para la mayoría sin el
concurso y aquiescencia expresa y/o tácita de esa mayoría social.
Una mayoría social que está definida por las condiciones objetivas
de su existencia, aunque subjetivamente esté fraccionada ideológica,
política y culturalmente. Pasar de la subjetividad a la objetividad
no es cuestión de discursos, slogans, pedigrís
revolucionarios o análisis vanguardistas
sino la tarea permanente de explicar, concienciar y superar con
métodos y lenguajes nuevos la abducción que una parte de la mayoría
social sufre por parte de las ideas reaccionarias y neoliberales. En
ese sentido, el consenso es también hijo de las otras formas de
hacer política, el valor del ejemplo y las nuevas maneras de ejercer
el trabajo institucional y el de base social.
Lo anterior, que
someramente he expuesto, es un plan, un proyecto de trabajo que
necesita para ser abordado una serie de premisas políticas,
ideológicas y de actitud frente a la situación presente. Las
enumero de manera indiciaria a causa del espacio de que dispongo.
La primera estriba en
salir de esta indolencia hija del 26-J. Setenta y un diputados bien
organizados y pateando sus circunscripciones de manera permanente es
algo muy a tener en cuenta, sobre todo por la plataforma de más de
cinco millones de votos que nos sustenta. Si se trabaja bien y sin
concesiones a la “imagen” predeterminada por los medios de
comunicación, se sentarán las bases de futuros y decisivos avances
institucionales, sociales y de ampliación del consenso.
No nos engañemos, para
producir el Cambio no podemos confiar en alianzas fijas y,
estratégicas con las demás fuerzas políticas homologadas por el
sistema. Solamente son posibles determinadas ententes
en asuntos concretos y esporádicos. El
discurso consistente en asimilar el actual PSOE con la Izquierda es
erróneo, va contra nuestro proyecto estratégico y además la
realidad y la memoria se encargan de negarlo. Lo coyuntural no puede
ser elevado a la categoría de sólida directriz de trabajo o de
discurso propositivo.
No agüemos nuestro
mensaje. Somos lo que somos. Queremos lo que queremos. Y desde esa
posición manifestada sin complejos planteamos, proponemos a la
mayoría una propuesta de trabajo para ir cambiando, con ella, la
realidad. Nuestro problema consiste, muchas veces, en que entendemos
la radicalidad como sinónimo de expresiones y palabras duras y con
voluntad de enmarcar nuestras acciones en una épica que nunca,
históricamente, ha sido así. El tremendismo suele ocultar falta de
sustancia. Un lenguaje mesurado, convincente y directo, junto con una
práctica ejemplar, hacen cambiar y variar los prejuicios más
consolidados si, además, las propuestas son beneficiosas para la
mayoría. Lo concreto disuelve muchas barreras ideológicas. En la
política transformadora son muy necesarias la didáctica, la
pedagogía y la mayéutica socrática.
Es necesario que la
cultura de la participación se organice y se cohesione a través de
reglas, democráticamente aprobadas y también a través del sentido
de responsabilidad personal. La derecha nos está demostrando cómo
no hay confusión en ella a la hora de distinguir entre lo
fundamental y lo accesorio, en cada momento. La organización
democrática es la máxima expresión de la libertad y la
participación.
Nosotros queremos ser un
instrumento para el Cambio social. Y ello comporta que, defendiendo y
respetando siglas y culturas que se han ganado la respetabilidad
histórica, el objetivo es siempre prioritario y al que se deben
supeditar otras consideraciones. Creo, además, que esa es la mejor
manera de hacer de unas siglas el sinónimo de necesidad y de
existencia imprescindible.
Seguimos prioritariamente
instalados en la cultura de la reivindicación y la protesta.
Considero que, sin obviar en absoluto esa función, debemos ir
creando entre nosotros la cultura de Gobierno, es decir que junto a
la denuncia general o en casos concretos de las injusticias del
sistema y de los gobiernos, se debe programar, cuantificar, estudiar
y elaborar los mecanismos legales que concretan una alternativa tanto
de gobierno como de Estado o modelo de sociedad. Ni que decir tiene
que la abandonada Elaboración Colectiva tal y como fue diseñada,
aprobada y ejercida durante un tiempo, bastante efímero, debe ser
recuperada.
Cuando se escriben estas
líneas aparece como probable la convocatoria de Elecciones Generales
para el 25 de diciembre. Aparte de la denuncia que merece esta
artería de Rajoy creo que debemos reflexionar mesuradamente sobre
las campañas electorales y a continuación obrar en consecuencia.
Para mí una campaña no es otra cosa que someter al veredicto
popular un discurso, unas prácticas y una ejecutoria mantenida en el
tiempo y con anterioridad. Nada más. En nosotros no deben caber
giros repentinos en nuestra denominación ni tampoco veladuras de
programas y valores. Somos lo que somos y lo asumimos ante una
población que agradece la ausencia de travestismos a última y
apresurada hora.
Y una última cuestión
que para mí es la más importante. En nuestro mensaje encuentro dos
carencias básicas que, a mi juicio, deben ser corregidas:
La rotundidad y claridad
en designar, describir y definir al enemigo. Éste no es solamente
unas siglas o unas organizaciones sino las ideas, valores, políticas
y actos que impulsan. Nosotros combatimos determinadas visiones del
mundo que llevan aparejadas prácticas, programas y políticas
contrarias a los intereses de la mayoría social. Combatir el
neoliberalismo e intentar superarlo es asumir que éste está
representado por más siglas que las del PP. En esta hora de la
crisis sistémica y de modelo económico Keynes no puede ser erigido
como panacea.
Nuestro silencio sobre la
UE es clamoroso. Es aquí donde se necesita un mensaje claro y
rotundo. Yo no pido desde estas columnas la salida del euro (cosa de
la que soy ferviente partidario) sino simplemente y para abordar el
núcleo duro de los problemas, la iniciación de un debate, un
análisis, un acercamiento a las causas, orígenes y consecuencias de
la UE actual. Todo menos el silencio que termina por hacerse
connivente con la situación. La UE, la deuda o el compromiso con
reducir el déficit no pueden ser criticados sin entrar, como
debemos, en sus raíces profundas. Nuestro sentido de la
responsabilidad necesita ser aquilatado y contrastado con las
necesidades de la mayoría social que sufre las consecuencias de la
Europa neoliberal. No podemos criticar unas consecuencias sin
criticar, primero, las causas.
PD. Acabada la redacción
de este artículo ha tenido lugar la segunda sesión de Investidura.
En ella Sánchez ha insinuado la posibilidad de encarnar una
alternativa a la candidatura de Rajoy. Naturalmente que ello implica
el apoyo pactado y negociado de Unidos Podemos y otras fuerzas
políticas. Sobre ello quiero hacer unas consideraciones.
Creo que, tal y como
arriba he expresado, el PSOE, en condiciones normales, no puede
encabezar una acción política que desemboque en el Cambio que
postulamos. Y ello por dos razones: La primera dimana del
co-ejercicio del bipartidismo que durante décadas le ha atado a sus
acuerdos con el PP en cuestiones de suma importancia y trascendencia.
Y la segunda no es otra que las líneas rojas que al actual equipo
dirigente del PSOE le imponen los poderes fácticos de la economía,
en íntima conexión con poderes fácticos en el interno del partido.
Pudiera ser que la
propuesta de Sánchez sea un intento de presionar a Unidos Podemos
con los mismos métodos que él está actualmente soportando por
parte de los medios de comunicación y el PP. Y con la excusa de no
poder aceptar propuestas “disparatadas” en economía, políticas
sociales o diseño del Estado, conseguiría, a su juicio, volver a
ser ante el imaginario colectivo la única izquierda “posible y
sensata” víctima de los “extremismos”. Y desde luego, la
reedición del trágala con
Ciudadanos es, a mi juicio, inasumible.
Tampoco descarto que
Sánchez y su equipo hayan considerado que han llegado tan lejos en
su postura -y además en esta situación crítica, anómala e
inestable- que no les queda otra opción que quemar las naves. Hay
cosas que están cambiando aquí y en parte de la UE.
En cualquier caso, Unidos
Podemos no puede hacer de Don Tancredo y quedarse a verlas venir.
Sobre todo, cuando una parte muy importante de su discurso en estos
últimos meses ha consistido en instar al PSOE a que encabece una
alternativa a Rajoy. Debe jugar y fuerte. Nada está asegurado. Quien
mejor conecte con la mayoría social inclinará el sentido del
hipotético pacto y de los hipotéticos programas a favor de esa
mayoría. Es esta una situación de la que nadie sale indemne, pero
es la única que en estos momentos nos da sentido.
Y en este caso, todo lo
que he expuesto anteriormente sobre discurso, elaboración colectiva,
organización y Confluencia concreta adquiere caracteres de urgencia
en cuanto a la iniciativa y capacidad política. Estamos ante la
posibilidad de un cambio muy importante. Y como recordaba Marx hic
Rhodas hic salta.
Nota. - Con este artículo
pongo voluntariamente fin a mis colaboraciones, que llevan
apareciendo en Mundo Obrero más de doce años (exactamente el tiempo
que lleva el camarada Ginés Fernández como director del mismo). En
este tiempo no he tenido jamás ni siquiera el atisbo o la
insinuación de una censura a mis escritos. Ni por parte del Partido
ni tampoco por la de la dirección del periódico. Me he sentido
libre totalmente. Sirva esto de ejemplo para otras publicaciones.
La razón fundamental que
me ha llevado a dar este paso es sencilla y yo añadiría que muy
lógica: no tengo nada que decir de nuevo. Mi discurso, mis
propuestas o mis análisis son de sobra conocidos y reiterativamente
expuestos aquí y en otras tribunas. Es más, el artículo presente
es un compendio de todos ellos. Esto es lo que creo, esto es lo que
propongo. No sé de otros caminos ni de otras visiones. Además, no
he encontrado otros discursos que pudieran haberme hecho matizar o
enmendar al mío (que por otra parte está plenamente inmerso en las
líneas básicas de nuestro Partido). No quiero cansar ni tampoco
cansarme. Sigo afiliado al PCE y a IU. Dedicaré más tiempo al
Frente Cívico. Os doy las gracias por vuestra lectura y seguimiento.
Ni abandono la lucha ni tampoco me considero al margen de las luchas
presentes. Simplemente quiero ser honesto conmigo mismo, con vosotros
y vosotras. Y también con mi Partido. Hay veces que el silencio es
el mejor discurso y la mejor de las propuestas. Un abrazo.
2 comentarios:
Se podría decir solo amén y sería suficiente, pero no es verdad, los anuncios "último", significan muchas cosas, y casi todas tristes, los cierres de capítulos también. Hay que reconocer que son muchos años sin salirse del guión, o siendo guión, que posiblemente sea más acertado. Bienvenida la decisión porque nadie es quien para juzgar las decisiones de los demás. Sólo resta decir gracias y lamentar lo inexorable. Un abrazo.
“En la política transformadora son muy necesarias la didáctica, la pedagogía y la mayéutica socrática.”
Totalmente de acuerdo, Julio. ¿Cómo aplicar esa política transformadora? Y sobre todo, ¿qué sujetos necesitan protagonizar con urgencia el cambio futuro? El semillero de la nueva ciudadanía comprometida se encuentra en la población adolescente y juvenil. Es decir: en colegios, institutos y universidades (lo vengo repitiendo como una gotera). Si se olvida actuar en estos ámbitos, la cultura hegemónica seguirá siendo la que desgraciadamente es: la cultura que consolida el sistema capitalista. La soledad de los pioneros del cambio en los centros docentes hace imposible remontar la torrencial corriente impuesta por el neoliberalismo, el rostro sin máscara del sistema. Hay que planificar a fondo y con toda urgencia.
Pero hay mucha más tarea. Las comunidades escolares se insertan en los barrios, así que el alumnado tiene que aprender a concienciar a las familias, a llegar a las comunidades vecinales, a las organizaciones sociales del barrio; ser sensibles y comprometidos con la resolución de los graves problemas que padecen las víctimas de las políticas neoliberales. Arrancarlas de su estatismo y resignación y acompañarlas en las calles para poner de manifiesto las exigencias de justicia y hacer visible el irreprimible poder popular.
Hay que comprometer a los medios para que su información se dirija a estas justificadas acciones reivindicativas populares, como está tratando de conseguir el movimiento de Stop Desahucios.
Esto es una faena pedagógica gigantesca que necesita un compromiso colectivo de “intelectuales críticos” y gentes capaces, que pongan en marcha una planificación a corto, medio y, sobre todo, largo plazo, con la finalidad de cambiar nuestro suicida modo de vivir (alienados en el seno del sistema capitalista) y para rechazar radicalmente las políticas que van contra los intereses de la ciudadanía. Todo lo cual solo es posible desde una profunda y generalizada acción educativa democrática. Sin este respaldo, las organizaciones políticas del cambio van a fracasar.
Si esta semilla no empieza a germinar desde la edad escolar, el futuro lo seguirá decidiendo la casta con su resistente trama de poderes, incluyendo el poder de “su” sistema educativo.
Un abrazo. Pepe Castaño.
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