José
Antonio Naz Valverde
Colectivo Prometeo
Córdoba LAICA
El
30 de Diciembre, por desgracia, tuve que ir al Tanatorio Municipal a
despedir a una querida compañera, luchadora hasta su muerte por los
derechos humanos y las libertades de todas las personas. Asistí a un
emotivo y sincero acto de homenaje y de adios, bien organizado y
acorde a lo que Carmela, nuestra compañera, hubiera deseado. El sol
acompañaba a las muchas personas que sentadas o en pie seguíamos
el acto y calentaba el jardín en que se celebraba. Todo perfecto.
Pero me surgió una pregunta: si hubiera llovido o hecho un frío
propio de ésta época ¿donde se habría celebrado? Una amiga me
respondió: en la Iglesia. Ante mi asombro porque no hubiera otra
alternativa de espacio cubierto "neutro" que pudiera servir
para todos los casos me explicó que si la persona a la que se
despide no era creyente o no deseaba ceremonia con símbolos
religiosos, se podían tapar o retirar los signos católicos. Lo que
implica, que en unos momentos tan dramáticos, en que familiares y
amistades están abatidas por el dolor, además de otras gestiones y
papeleos propios de la ceremonia, tienen que "tapar"
símbolos de una religión que en la mayoría de los casos no es la
suya; y de paso se le niega el derecho a "no estar obligado a
manifestar sus ideas religiosas".
O
sea que el cementerio público se construyó hace apenas 20 años
exclusivamente para personas católicas, o solo contemplaba la
posibilidad de despedidas católicas o a celebrar en un templo
católico. En los demás casos la calle, el aire libre.
Si
esto sucede con la despedida de las personas, por supuesto que no se
le ocurre a las instituciones ni de lejos proponer una forma o
ceremonia no religiosa de recibir niños y niñas que nacen a la
ciudadanía. Solo cabe celebrar la entrada obligatoria a una
religión. Parece que no se nace "ciudadano/a" sino
"creyente", y en algunos casos "cofrade" o del
Betis. La única ceremonia que parece merecer ya la consideración y
el respeto constitucional y a los derechos humanos es el matrimonio.
Claro que es imposible cerrar los ojos ante una realidad tan
mayoritaria, de un 60 o 70% de matrimonios que no se celebran en la
Iglesia. Pero en este caso, tampoco existe igualdad, pues mientras el
30% de personas que quieren celebrar el rito católico tienen decenas
de templos en los que realizarlo, el resto no tiene suficientes
lugares públicos con la solemnidad y la prestancia que es requerida
para tal ceremonia festiva. En el caso de Córdoba hay esperas de
meses para poder casarse en el Alcazar.
Y
esto sigue así a 40 años de la Constitución Democrática que
declarara al Estado "aconfesional", casi un siglo después
de la declaración de derechos humanos, firmada por la mayoría de
los Estados, donde se asegura la no discriminación entre otras cosas
por "religión" o "pensamiento" y en una
"moderna" UE que dice propugnar la defensa y la integración
de los valores y personas y el respeto y la igualdad de los mismos.
Además
sucede en un país como el nuestro, donde el 25% de las personas se
consideran ateas, aunque recién nacidas hayan sido convenientemente
bautizadas, y donde existen cientos de miles de creyentes de otras
religiones distintas de la católica. Y donde solo se definen como
católicos practicantes un 14% de la población.
Pero
es más increíble y cercana la paradoja que vivimos en nuestro
actual ayuntamiento, con una mayoría de concejales de partidos que
llevan en su programa el desarrollo de la aconfesionalidad
institucional y la neutralidad y separación de las distintas
religiones; con un gobierno basado en unos acuerdos sobre unas
decenas de puntos, entre los que se incluye el "desarrollo"
de medidas para la aconfesionalidad de las instituciones. En 18 meses
el gobierno no ha tenido tiempo de promover ninguna de esas medidas.
Pero el colmo se vivió en el pleno de Septiembre, donde IU y GANEMOS
presentan una moción, en buena parte calcada de la que propone la
dirección del PSOE a todos sus grupos municipales, donde se recogen
los principios de laicidad acordados en el pacto de gobierno y
algunas medidas de desarrollo de los mismos, entre ellas la de
regular y facilitar a toda la ciudadanía la celebración en igualdad
de los ritos de paso; dicha moción fue rechazada por la inexplicable
e inexplicada abstención del PSOE, lo que supone además un desafío
(si no traición ) a los "socios" que apoyan su alcaldía.
DE
momento, a pesar de los importantes y reales cambios sociales y de
mentalidad, a pesar de los cambios legislativos y de los compromisos
escritos en los programas, a pesar de las promesas electorales y de
los pactos firmados, a pesar de la Carta Magna del 78, todo parece
seguir como hace más de 40 años, cuando vivíamos en un Estado
Nacionalcatólico.
Y
se mantendrá mientras la gran mayoría, respetuosa, tolerante,
abierta y moderna, lo permita por activa o por pasiva.
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