Fuente: El Mundo |
Pepa Polonio
Colectivo Prometeo
Mesa Estatal FCSM
Hace unos días que no hago más que pensar en esto. En que los tiempos están cambiando. La última señal la tuve el domingo pasado, mientras veía con una sonrisa maligna –no lo voy a negar- cómo se estrellaba Susana Díaz desde lo alto de su ego.
Líbrenme todos los dioses del cielo, el
inframundo e incluso la Tierra Media de ser partidaria de Pedro Sánchez.
Tendré que estar removiéndolo con un palo largo durante un tiempo antes
de ver de qué especie es, porque, de momento, es que no me fío. Pero
bueno. Eso no impide que crea que algo se ha movido, y que ese pequeño
movimiento obedece a una gran causa.
La gente que militamos en partidos lo
hacemos por convicción, por ideología, por sentimiento, por pasión. Todo
ello mezclado en diferentes dosis. A veces -hablo por mí- no nos vamos
porque fuera hace mucho más frío que dentro, o porque los que se tienen
que ir son los otros, o porque la cara que ponen los otros cuando
apareces por los lugares donde no se te espera no tiene precio. Quiero
decir con esto que, aunque haya mucho de interés calculado, hay
muchísimo más de visceralidad.
Por eso me ha resultado tan llamativo
que un partido como el PSOE, que ha estado cerrando filas junto a un
Felipe González que ha traicionado a la clase obrera y nos ha tomado el
pelo en todos los tonos de la escala, ahora vote contra el aparato.
Donde, por cierto, también estaba Felipe González. Se pidió el voto para
sacar a Rajoy del gobierno, como en su momento se pidió para sacarnos
de la OTAN. “De entrada, no”. Una vez dentro, en fin, ya sabemos lo que
pasó. Ese que gritaba “A España no la va a conocer ni la madre que la
parió” también estaba allí. Y cierto, no se puede decir que mintiera…
Sería injusto negar los avances, pero sería suicida negar los
retrocesos, el origen de las plagas bíblicas que llaman crisis y que
tanto tiene que ver con el euro, Maastricht y la construcción de la
Europa de los Mercaderes en vez de la Europa de los ciudadanos.
Divago. Voy a centrarme. Eso fue lo que
dijeron los antaño socialistas, a los que mi abuelo, socialista de pro,
llamaba socios listos, y, cuando las presiones del Banco Central Europeo
y la Merkel nos llevaron hacia el agujero de la austeridad, Zapatero
nos metió en una reforma constitucional –la que no se puede hacer para
dar salida al lío catalán o a la antigualla de la sucesión a la corona-
de la que hemos salido sin orejas. También estaba Zapatero al lado de la
Doña de Triana. Y Rubalcaba. Curiosamente, quien no estaba era Borrell,
al que también le hicieron morder el polvo como a Sánchez. Qué cosas.
Bien, pues hemos asistido a una campaña
de Primarias en la que una señora gritona centraba todo su argumentario
en que a ella le gustaba ganar, y que iba a ganar porque era 100%
socialista. El argumento era el mismo que si hubiera dicho que no se
arrugaba porque era 100% poliéster. O Tergal, aunque sonaría más
antiguo. A esa señora la arropaba todo el aparato del partido, más todos
los dinosaurios resucitados y sacados de su Parque Jurásico particular.
Con ellos, todos los jefes regionales, con o sin mando en plaza, menos
Francina Armengol, que cambió de bando, pero entre Patxi y Pedro.
Además, contaba con el apoyo de todos los medios de prensa escrita,
desde La Razón al El País, pasando por el ABC.
Cosa que ya resultaba algo más que mosqueante, y todas las
televisiones, con todos los tertulianos. Pero el paroxismo llegaba de la
mano del apoyo de Pablo Casado, Albert Rivera y otros ilustres miembros
de la derecha nacional, nunca mejor dicho. Ella, que refregaba por las
narices de Pedro Sánchez lo contento que estaba de haber quedado segundo
una vez más, se ha tenido que comer su ego, que, seguramente, al ser
tan enorme, se le habrá indigestado.
¿Y qué ha pasado, entonces? Resultaba
extraño ver a unos militantes socialistas puño en alto cantando la
internacional, aunque desafinaran. Los militantes, esos que se mueven
más por sentimientos que por cálculos interesados, han ido a votar en
masa. Un 80% de votantes, más o menos, teniendo en cuenta el estado
general de los censos de los partidos, es una práctica totalidad de los
inscritos. Han votado utilizando la cabeza para pensar por su cuenta, o
sus sentimientos individuales, no las consignas que los han bombardeado
desde octubre. O desde que se decidió que se iba a aupar al que, en las
elecciones, se había decidido sustituir. Rajoy. Y qué duda cabe que ha
sido una sorpresa. Muy agradable, todo hay que decirlo.
La Gestora que defenestró a Pedro
Sánchez allá por octubre contaba con unas bases poco críticas que
firmarían avales para quien ellos dispusieran. Y ahí estaban. Sólo que
también había otro significativo número de avales para alguien a quien
se habían apresurado a enterrar. El papel de Patxi López, tercero en
discordia para que el partido no se desgarrara, ha sido al final más
lucido de lo que se esperaba. También. Los avales se firman con nombre y
apellidos, y delante de un jefe al que, con demasiada frecuencia, se le
debe el plato de lentejas o de langostinos. Los votos son secretos.
Mientras mayor haya sido la humillación sufrida al tener que firmar un
aval que te recuerda tu dependencia, más probable es que en la cabina
cojas la papeleta del otro. Siempre habrá una Rosa Aguilar, pero esa es
otra historia.
Lo cierto es que los militantes
socialistas han dicho que no al aparato, a Felipe González, a Alfonso
Guerra, Rubalcaba, Zapatero, sus dirigentes regionales, la derechona
gobernante, la mediática y a la trianera gritona del ego
sobredimensionado. La autoridad que tiene Pedro Sánchez es comparable a
la que tienen los dirigentes de partidos elegidos en procesos
asamblearios igualmente abiertos, con la diferencia de que el porcentaje
de votantes es mucho mayor.
La tendencia es a que los militantes
elijan a sus jefes, y también sería de desear que pudieran pedirles
cuentas cuando no cumplen sus compromisos. Si cundiera el ejemplo, si
empezáramos a tomarnos en serio que un voto es importante, que la
militancia no es dejarse llevar por lo que diga un piquito de oro, que
hay que ganar para cambiar las reglas del juego, el tablero y los
resultados, y no ganar porque no nos gusta perder, se consolidaría la
tendencia al cambio que se está viendo.
Las grietas en el viejo partido han
hecho circular el aire. Necesitamos que se refresque el ambiente. O que
se caldee, pero los cambios no se producen porque sí. Los producimos los
que, desde la pasión, la convicción y el sentimiento, nos levantamos y
nos ponemos en marcha.
No hay comentarios:
Publicar un comentario