Julio Anguita
Colectivo Prometeo
FCSM
Hace varias décadas
que en España se puso de moda un juego de mesa denominado El Palé.
Con la base material de un tablero, unos dados, unas fichas
representativas de fincas urbanas, cantidades de dinero y otros
bienes inmuebles, los participantes se sumergían en el glamuroso
mundo de las finanzas, las operaciones bursátiles y el estímulo de
desposeer a los demás de las riquezas y bienes en juego. Y así, de
la misma manera que los niños de Moguer jugaban a asustarse tal y
como describía Juan Ramón Jiménez, los jugadores del Palé jugaban
a creerse, por unos momentos, que formaban parte del poder económico
y de su juego de intereses. Todo empezaba y terminaba en el tablero.
La realidad cotidiana seguía su curso inmutable.
También desde hace
décadas, la política española se ha instalado en su particular
Palé. El tablero, las instituciones. Los dados, el azar electoral
cada vez más previsible y preformado por agentes mediadores de la
economía y la comunicación. Las fichas, sombras de la riqueza
anhelada al igual que las otras sombras divisadas desde el interior
de la caverna del mito platónico. Los jugadores desempeñan
perfectamente su rol. A veces aparecen situaciones y jugadores que
por su audacia, presencia, juventud, frescura y atipicidad hacen
pensar que se puede trascender el juego y cambiar sus reglas. Pero el
Palé, basado en el acatamiento de las reglas y la cómoda ensoñación
termina por prevalecer.
La política española
ha devenido en un juego exclusivo de instituciones, contiendas
electorales (con toda su cohorte de encuestas, frivolidades
mediáticas y naderías a granel) y juego de alianzas en torno a las
expectativas de acceder a la gobernabilidad de esta o aquella
Administración del Estado. Es decir la política queda reducida al
juego institucional y las posibles variables de agregación de siglas
en torno a la presencia en la gobernación de esas instituciones. .El
juego comienza a transmutarse en sustitutivo de la realidad. Sobre
todo si seguimos entendiendo a la Política como la acción
consciente y compartida para incidir en las condiciones económicas,
sociales, culturales, éticas y de valores de las sociedades humanas
.Es decir la Política como posibilidad de cambiar de juego y de
reglas.
Sobre un tablero en el
que las palabras derecha e izquierda se constituyen en los referentes
únicos para posicionarse y jugar, los actores políticos que aceptan
el juego no tienen más opción que agruparse o buscar el
entendimiento con las siglas supuestamente más afines en nombre de
la obligatoriedad de hacer frente común contra las siglas que,
también supuestamente, representan a la otra palabra Con esta
actitud se llega a una simplificación de la política tal que las
posibilidades de otras opciones sobre las reglas del juego son
presentadas como marginales, atípicas o simplemente fuera de la
realidad. En el tablero así concebido, derecha e izquierda son
únicamente roles para un único juego; cambian los continentes pero
quedan incólumes los contenidos. El Palé político, a fuer de
cansino, repetitivo, inane y defraudador de esperanzas, deviene en un
juego exclusivo para iniciados, ante la indiferencia generalizada de
quienes ha tiempo se hartaron de apostar, jugar y consumir ilusiones,
expectativas y tiempo. Y es que el Palé político es como su
homónimo lúdico, un juego, un pasatiempo, un afán que como el de
la mariposa termina ardiendo en el objeto de su atracción
¿Es posible cambiar?
¿Se puede trascender el juego cambiando el tablero, las fichas y los
objetivos? ¿Se pueden sustituir los dados de la fortuna, el azar o
el acaso por criterios sólidos, conscientes, concretados y pegados a
la realidad de la mayoría y sus necesidades?
Creo que todavía se
puede, siempre y cuando los que deseen ese cambio vayan abandonando
el Palé político y diseñen, un nuevo tablero en el que
desaparezcan las simples referencias verbales y se sustituyen por
propuestas, proyectos, programas, valores y presupuestos éticos sin
concesiones a los medios, la opinión publicada o a quienes
administran con carácter exclusivo la agenda política, la social y
las reglas el juego.
Imaginemos que una
fuerza política con voluntad de servir a la mayoría ciudadana se
visualice fundamentalmente por sus propuestas y proyectos. Imaginemos
que esa fuerza política haga bascular su relación con las demás y
con la sociedad en torno a líneas de trabajo para el ahora inmediato
y para el mañana y sus afanes. Imaginemos que sus dirigentes,
militantes, simpatizantes y votantes hacen del programa la referencia
más visualizada ante la sociedad. Esa fuerza política será la el
salario mínimo, la del Stop a los desahucios, la del trabajo
garantizado, la del cambio en el Código Penal para delitos de
corrupción, la de afrontar la situación del cambio climático, la
agricultura, las aguas, la repoblación forestal y la seguridad
alimentaria, la de programar el futuro para una juventud sin él, la
de la intervención de los poderes públicos para garantizar la
protección social plena, la de un contraproyecto de UE, la del
rescate de la Democracia raptada por tramas, poderes fácticos,
cloacas del Estado y demás sicarios del status, la de un nuevo
Estado Español, etc. etc. etc.. Pero fundamentalmente la fuerza
política que sea capaz de dirigirse a la mayoría ciudadana y con el
proyecto en la mano preguntarle :¿Y vosotros que estáis dispuestos
a hacer para conseguirlo?
A partir de ese cambio
de tablero, el juego ya no es tal. No es un pasatiempo ni tampoco
una ficción. Es la toma en propias manos del destino colectivo tal y
como ´señalaba Antonio Gramsci: “Una fantasía concreta que actúa
sobre un pueblo disperso y pulverizado para suscitar y organizar su
voluntad colectiva”
A la luz de esa nueva
visión, de esa nueva forma de entender el ejercicio de la Política,
de ese nuevo tablero en el que no se juega sino que se actúa sobre
la realidad, la danza y contradanza de alianzas, declaraciones
pública, juegos mediáticos y demás aditamentos del alienante Palé
político, quedaría reducida a sus estrictos términos: un juego
para distraer el hambre. .
3 comentarios:
Creo que es ese el camino que como dice Julio es el que hay que tomar. Que ese cambio del tablero, en esa nueva forma de actuar en la política, las fuerzas del cambio tendrán que actuar con valentía, con la gente. Si se llevaran a cabo reformas en línea de las enunciadas por Julio además de aquellas otras de no menos calado como la derogación de las reformas laborales, de la Ley Mordaza y de las últimas modificaciones del Código Penal, el cambio de la ley electoral, la elaboración de una reforma fiscal de carácter progresivo, medidas que posibiliten el blindaje de los derechos sociales, de las pensiones, de asegurar los recursos económicos y materiales suficientes que garanticen el derecho a la dependencia, a una Sanidad Pública y a una Enseñanza Pública universal y de calidad, a recibir una renta básica que garantice el mínimo vital a la ciudadanía,Banca Pública, Estado Laico, reformas de la Constitución, del Senado si no su eliminación, España plurinacional y Federalismo, en el Poder Judicial, y tantas otras más.
Sabemos que, enfrente, tendríamos enemigos muy poderosos. Por ello es necesario que más fuerzas, más colectivos, más gentes se sumen al cambio. También sabemos cómo se las gasta la derecha y que no escatimarán medios para combatirnos, incluso con los medios más antidemocráticos, con el golpismo. No me cabe la menor duda que llegado el caso, se rebelarán, incluso pondrían a la cabeza de ese movimiento retardatario y cavernario a la misma monarquía. Y lo harán porque en todas esas reformas, sin duda, atentarán al modus vivendi de una oligarquía político-económica-financiera que instalada en la corrupción que durante ochenta años, en su mayoría, ha estado apalancada al calor de las estructuras del Estado, de sus administraciones, aprovechándose de sus recursos y saqueándolos. Y no lo van a permitir.
En ese caso, habrá que defenderse, antes, habrá que ser capaces de aglutinar una mayoría ciudadana en torno a un proyecto político de reformas más potente, de amplio calado, un proyecto integrado por políticos valientes capaces de llevar adelante las reformas con la gente. Gente que como dice Anguita habrá que preguntarle. ¿Y vosotros qué estáis dispuestos a hacer para conseguirlo?
Mira que si somos capaces de mantenernos firmes, legitimados democráticamente y los derrotamos. Y sin haberlo pretendido a priori y de carambola, al Borbón, por golpista y traidor le ponemos a él y a su parentela de patitas en la frontera.
¡"Demasiao"! ¡Viva la República!
Buena reflexión y puerta abierta al optimismo. A ver si l@s ciudadan@s echamos una mano...
importantisima con nuestro voto. Seria un bonito sueño. Ojalá! Ojalá! Ojalá!
Buena reflexión en general, correcto camino, pero no se sabe el cómo
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