Ayer en Zaragoza la ultraderecha acosó (agresión incluida a Violeta Barba, Presidenta de las Cortes de Aragón) a parlamentarios, ediles y representantes políticos reunidos en asamblea para hablar de libertad, convivencia y la búsqueda de diálogo y soluciones radicalmente democráticas al conflicto forzado entre los gobiernos de España y de Cataluña en torno al referéndum del 1 de octubre.
   Esto ha ocurrido gracias a la permisividad del Gobierno y las Fuerzas de Seguridad que miraron para otro lado (una docena de antidisturbios no puede contener a centenares de neo-nazis exaltados) y la connivencia de Partido Popular y Ciudadanos (dirigentes de ambos partidos asistieron a dicha manifestación ilegal y claramente violenta).
    Este hecho, peligroso y preocupante, es indicativo de la deriva fascista a la que nos llevan las actitudes y mensajes de quienes gobiernan con poca inteligencia y mucha cobardía, sin respetar los derechos civiles ni el diálogo, creando conflictos que generan fuegos de artificio que a su vez tapan todas sus vergüenzas, escándalos y escarnios de lo público.
   Nos alerta sobre la fractura social a la que nos enfrentamos en estos días en los que la democracia, la fraternidad y el diálogo parecen estar demodé gracias al ruido ensordecedor que producen y reproducen políticos, jueces, fiscales y medios de comunicación afines a una idea de sociedad y país, el franquismo.

   Un apunte, cuando alguien diga que en España no tenemos problemas con el ascenso de formaciones políticas de extrema derecha en elecciones o encuestas no faltará a la verdad si a continuación afirma que la razón no es que este país sea mayoritariamente progresista o de izquierdas sino que lo que ocurre es que esa extrema derecha gobierna la nave, en realidad lleva haciéndolo más de ochenta años.
   El fascismo español lleva hoy una gran ventaja sobre el alemán (que se estrena como tercera fuerza política en el parlamento germano al que no había vuelto desde el final de la II Guerra Mundial), el francés o el italiano; una ventaja que no tenía a principios del siglo pasado.
   El peligro que corremos es la normalización de esa extrema derecha pues pone en riesgo nuestro marco social y democrático el cual es, desde su nacimiento, débil y poco desarrollado, da alas a quienes justifican la represión y el autoritarismo y cuece todos los caldos para que se imponga un estado social reaccionario que, basado en la heterofobia, termine definitivamente con los derechos civiles, el humanismo y el sueño de la construcción de un futuro en común, un futuro para todas.
Quienes trabajamos en dicha construcción y creemos en la libertad, la igualdad, la fraternidad y el derecho de todo ser humano a vivir dignamente no podemos permitir que dicha normalización se imponga.
   El primer paso lo dieron ayer en Zaragoza nuestros y nuestras representantes. Ahora nos toca a nosotros y nosotras hacerlo a pie de tajo, en la comunidad de vecinos, en el bar o en la consulta del médico. No debemos ni podemos esperar al día posterior al 1-O puesto que el artificioso conflicto hispano-catalán ya no va sólo sobre el referéndum.