Juan Rivera
Colectivo Prometeo /FCSM
Colectivo Prometeo /FCSM
En la subasta de
vísceras e higadillos que parasita la política hispana (centralista / independentista, da igual), no hay día en el que los
contendientes no regalen un “¡Y tú más!”.
Los que no somos
nacionalistas, ni periféricos ni con sede en Madrid, llevamos tiempo advirtiendo del peligro que encierra este constante choque de cuernas para dilucidar quien la tiene más larga.El ruído de las astas tapa todas las corrupciones, sea su origen el 3 per
cent, la Gürtel, los EREs o la promoción de “ nuevo”
líder y partido con el IBEX 35 y Davos diciendo " La ronda la pagamos nosotros.Cubrimos todos los gastos".
Peligro porque ante el
grito “La Patria está amenazada.Vamos a defenderla/La Pàtria está amenaçada.Anem a defensar-la” lanzado según el punto geográfico por el
alcalde de Móstoles o el timbaler del Bruc, lo primero que desaparece
es el sentido común o seny.Ambos son laminados para disfrute de intolerantes que así pueden campar a sus anchas.
Y cuando tomemos conciencia - si
no hay reacción ciudadana fuerte- nos habrán montado una democracia en 3D ( demediada,
disminuida, deforme) y cogida entre alfileres, en la que el concepto de libertad se transformó en humo.
Por eso desde el Colectivo,
en múltiples y plurales artículos, intervenciones públicas, vídeos...hemos apostado por otro camino, el
que pasa por escuchar, debatir serenamente y poner sobre la mesa un
modelo aglutinador en el que la gran mayoría nos podamos sentir
cómodos e identificados.Tiene nombre propio: la República Federal.
Sabemos que la propuesta resulta antipática a los Casado/ Torra, Rivera/Puigdemont por
cortales de raíz su fuente nutriente, el retroalimentarse con el desprecio al otro.
Esta mañana hemos
desayunado con dos imágenes que resumen lo dicho: un grupo de
enmascarados, con monos blancos y capucha quitando lazos amarillos
por los pueblos gerundenses, acción secundada en Alella por Albert e Inés, el dúo Pimpinella de Ciudadanos.
De la segunda imagen
llama la atención el delicado estómago que ambos tienen
cuando el lazo es amarillo.Ni con omeprazol pueden pasarlo.Contrasta con las tragaderas demostradas si en las
manifestaciones "constitucionalistas" han compartido espacio y fila con banderas de aguiluchos / yugos o flechas y la actitud institucional ("me voy
del Parlamento catalán para no condenarlo, me abstengo con la boca
de “no” si retiráis su cadáver" ) cuando se
cuestiona en sede política al Franquismo.



















Pero hay otro posible relato, distinto al oficial, que se sale de “los pentagramas canijos, estrechos, de la Cultura de la Transición”
(Guillem Martínez). Y en Extremadura también. Hay otra transición
distinta a la de los ramallos e ibarras, a la de los masa godoy y los
díaz-ambrona. Una transición sin latifundios que se renuevan a golpe de
subvención pública, sin bonetes y sin tricornios. Distinta a la
Extremadura del Yuste imperial y el Guadalupe milagrero. Y diferente
también a la del cuento de la modernización capitalista y el nuevo
caciquismo. La otra Transición, la de los ignorados, la de los de abajo.
La transición del chaval de 15 años que el 14 de agosto de 1977 trepó
al balcón del Ayuntamiento de Badajoz y colgó allí una bandera repudiada
todavía entonces, verde, blanca y negra. La transición de los
campesinos cortando las carreteras con remolques de tomate. La
transición de los jornaleros de Tierra de Barros, con sus hogueras de
madrugada, abriendo la puerta al primer convenio del campo. La
transición del Movimiento Democrático de Mujeres, de los colectivos de
renovación pedagógica o del movimiento vecinal reivindicativo. La
transición de Voz Castúa y de las asociaciones que pusieron en pie el I
Congreso de Emigrantes Extremeños. La transición de los colonos y
ecologistas que impidieron que se instalaran las industrias celulosas en
las vegas del Guadiana y que Monfragüe se llenara de eucaliptos. La
transición de los miles de extremeños que, burlando los cordones
policiales, por caminos y trochas, llegaron a Villanueva de la Serena el
1 de septiembre de 1979 para exigir la paralización de la Central
Nuclear de Valdecaballeros. La transición, en suma, de una indomable
clase obrera que salía a la luz con luchas épicas como las huelgas
indefinidas de la construcción en Cáceres (33 días) y en Badajoz (57
días).