Fuente:El Economista
Julio Anguita
Colectivo Prometeo
Creo que una parte de la ciudadanía que no me atrevo a cuantificar,
debe experimentar una serie de estados de ánimo, incomodidad,
estupefacción e incredulidad, al comprobar cuan activos y presentes se
mantienen los núcleos del franquismo y los resortes institucionales,
políticos, mediáticos, culturales y eclesiásticos que controlan.
La
exhumación de los restos del dictador se ha convertido en un triste
culebrón de incierto final tanto en la fecha como en los contenidos del
mismo. Pero lo que este asunto está dejando claro de manera meridiana es
que la iniciativa gubernamental ha llegado con retraso y además de la
manera más chapucera de todas las posibles.
El máximo responsable
de la decenas de miles de españoles fusilados sin juicio previo, y
todavía hacinados en fosas comunes esparcidas por las carreteras de
España, murió en la cama hace 44 años y todavía siguen sus restos en un
monumento propiedad del Estado. Y acompañando al cadáver del dictador y a
la manera de ciertos emperadores chinos, una guardia de 34.000
cadáveres de excombatientes de la República y del bando rebelde. Muchos
de esos cadáveres se llevaron allí sin consultar siquiera a los
familiares.
La Transición no podía conducir a una situación de
normalización política e institucional más allá de los años inmediatos a
la misma.
Eran demasiados los malos recuerdos, las injusticias,
los muertos exaltados como “caídos” en las paredes de las iglesias de
nuestros pueblos mientras “los otros” muertos seguían en el anonimato
oficial.
Pero sobre todo, y ahora lo estamos comprobando, los que
ganaron la guerra estaban dispuestos a casi todo menos a tolerar que su
victoria fuese puesta en cuestión. Su victoria y las ganancias,
beneficios y botines de todo tipo inherentes a ella. La pretendida paz
no fue otra cosa que un armisticio. Un armisticio desaprovechado para
clarificar, sanear, saldar deudas históricas y divulgar la verdad. Por
eso, aunque tarde en el período de 44 años, la propuesta del actual
gobierno merece ser respaldada.
Lo que ocurre es que si a la
tardanza histórica le añadimos la pésima, precipitada e improvisada
publicidad de la propuesta, el ridículo aletea por el entorno.
Un
Gobierno, y sobre todo en un tema como éste, no puede filtrar o dar a
conocer algo que todavía no ha pasado la fase de deseo o de previsión.
Sánchez ha caído en el mal por excelencia de la política actual, creer
que el BOE puede ser sustituido por los titulares mediáticos.
Siempre,
pero en esta caso más, la información no debe darse hasta que todos los
cabos no estén amarrados, los plazos seguros, las medidas legales
incontestables y los desarrollos técnicos perfectamente aquilatados. La
ejecución sería entonces inmediata e incontestable.
Pero llevamos
desde junio del 2018 alargando plazos, tocando más y nueva teclas,
dando tiempo a que el franquismo y sus asonadas folclóricas se
organicen, creando con todo ello una atmósfera de inseguridad que
frivoliza la importancia de la exhumación del dictador. Tengamos
presente que el tarde y mal no puede tener como corolario el nunca.
Sería imperdonable y una burla para las víctimas del franquismo.
Nota edición: La exhumación de los restos del dictador se ha convertido
en un triste culebrón de incierto final. Pero debe tenerse presente que
el tarde y mal no puede tener como corolario el nunca. Sería
imperdonable y una burla para las víctimas del franquismo
No hay comentarios:
Publicar un comentario