Manolo Delgado Milán
Sánchez teme a Pablo, pide auxilio a las derechas, y
amenaza con nuevas elecciones. Pablo resiste, por más que también le
mueven la silla, convocando a las bases de Podemos. Teresa que nunca
pregunta nada a las bases andaluzas, lleva razón en
que la consulta podría ser más clara, pero ¿qué podemos opinar si
cualquier alternativa es un enigma?; ¿qué hacer cuando nuestro único
posible aliado puede ser, lo que fue siempre, el mayor peligro?. Ni a
Podemos, ni a Teresa Rodríguez, ni a Andalucía les
fue mejor con su no pacto, que tampoco critico.
Este es un bucle que sólo tiene solución en un marco más amplio, con más gente en la ecuación, y mirando antecedentes.
Por un lado, si yo fuera Pablo le diría a Pedro Sánchez:
pacte con los pensionistas, con todos los sindicatos, con los
autónomos, con las organizaciones agrarias, con las PAHs, con las
organizaciones que nos defienden de las eléctricas, con
el ecologismo y el feminismo. Cuando llegue a un acuerdo de programa
con ellas, cuando tengan esas organizaciones plenas garantías de que las
personas elegidas cumplirán, con mecanismos de control, tendrá todos
los votos de Unidas Podemos.
Como partido central del régimen del 78, el partido
fundado por Felipe González en Suresnes, con unas siglas abandonadas,
inservibles durante el franquismo, llegó a su mínima expresión en las
elecciones de diciembre de 2015. En ellas fue superado
en votos, ampliamente, por la suma de Podemos e IU, que no lo superaron
en escaños porque se presentaron separados.
Desde el momento en que esa realidad fue puesta de
manifiesto, se lanzó la mayor operación conocida de derribo de una
fuerza política, usando todos los resortes visibles u ocultos del Estado
subterráneo.
Era lo esperado porque el sistema político nacido del
pacto que transformó la dictadura en una democracia devaluada y servil a
los mismos poderes económicos, internos y externos (conscientes de la
necesidad de cambiar para seguir prevaleciendo)
es alérgico a una fuerza que represente la realidad insoportable de
amplias capas sociales, que se mostraban estafadas por banqueros y
traicionadas por los partidos políticos.
Fue visible el pacto de Sánchez con Rivera, que hoy es
olvidado por muchos. Fue oculta la operación policial más repugnante que
cualquier aspirante a demócrata rechazaría de plano, por ser
equivalente a un golpe letal a la verdad, al honor y
la imagen de dirigentes de una fuerza política, que son la materia
esencial con la que se forma la voluntad popular al elegir a sus
representantes y a un gobierno. El mayor escándalo conocido en el ámbito
de las democracias europeas, mucho mayor que el Watergate
en EEUU, también está siendo considerado irrelevante, por los medios y
el resto de partidos. Pero bueno es recordar que el PSOE ha sido él
mayor beneficiario del ataque a Podemos, en el que finalmente juegan un
papel decisivo elementos internos que cruzan
la frontera hacia el interior del sistema, al reino de lo tolerable.
Hay un espacio señalado, incluso desde antes del inicio de la llamada
transición, por boca de Arias Navarro y Fraga, que pusieron el límite de
los partidos legalizables en el PSOE, de acuerdo
con Felipe González. Finalmente llegó la legalidad del PCE, tras la
presión de las calles, la matanza de Atocha, y una conversación de seis
horas de Suárez con Carrillo. De la misma sabemos hoy que el PCE
renunció a tocar algunos pilares del poder franquista;
no solo acató su bandera, tampoco puso obstáculos a la restauración de
la funesta monarquía borbónica, y por sus años de silencio sabemos que
renunció a recordar y dignificar la memoria de las víctimas de los
sublevados contra la República, cuyas familias
quedaron en la penumbra de un olvido que el tiempo demuestra hoy
imposible y vergonzante, mientras siguen laureados y exaltados en
mausoleos, calles y plazas, los asesinos y torturadores.
Pero más allá de todo aquello, quedó también entonces
cerrada una puerta que podemos traducir en que lo excepcional, lo ayer
perseguido y hoy tolerado, no es asumible como posibilidad de
gobierno.
Después del vértigo de estos cinco años de intento de
ruptura del bipartidismo diseñado entonces en la ley electoral, Pablo
Iglesias se afana hoy en abrir esa puerta cerrada como última opción de
que no se cierre la grieta que abrió el movimiento
15M. Abrirla supone romper con la norma no escrita por la que solo
pueden gobernar los partidos homologados por el sistema, en el que no
pueden entrar quienes se salen de un guión preestablecido, grabado por
siglos en el subconsciente colectivo, y útil a los
poderes transnacionales de un sistema mundo, que ayer se sirvió del
franquismo en la guerra fría, y hoy está necesitado de un repliegue de
la democracia y del estado de bienestar, declarado incompatible con la
penúltima crisis de un capitalismo, insostenible
para la vida en el Planeta, y de una Humanidad sumida en una crisis de
civilización.
Unidas Podemos está intentando trasmitir a una
ciudadanía desesperanzada, que España tiene un papel esencial en este
momento histórico, si hace de la necesidad virtud. Si afronta la
aplazada regeneración democrática, tras décadas de corrupción;
si afronta el cambio a un sistema productivo que esté de acuerdo a las
enormes potencialidades de sus gentes, sus recursos y los avances
tecnológicos, repartiendo la riqueza, cerrando brechas de desigualdad,
garantizando derechos y servicios públicos. Un proyecto
de país coherente con el reto de la transición energética, con el
protagonismo de las mujeres; con la riqueza cultural de los pueblos que
la forman en un pacto construido desde una nueva realidad federal y
solidaria.
Desde cada colectivo y rincón es más necesario que nunca
que las personas acojamos un proyecto vital, el sueño de una España
democrática, social, cuidadora de los Derechos Humanos, que se libera de
pasados oscuros, iluminando a Europa y el
mundo. Es más urgente hacerlo hoy, justo en el momento en que el
sistema agita los miedos, amordaza libertades, porque quiere que vuelvan
las águilas a anidar en las mentes frustradas de presente y de
futuro.
Es hoy más necesario que nunca recordarnos que siempre
es posible lo necesario, amplificar la democracia, la unidad en la
acción hacia metas concretas de sueños cotidianos y accesibles. Hace
tiempo que sabemos que podemos ser tan pequeños como
nuestras miserias, pero también sabemos que somos tan grandes como sean
nuestros sueños.
1 comentario:
Interesante análisis. Sigo todos los que haces del mismo calibre en otros medio. Enhorabuena. Salud y República.
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