viernes, 30 de agosto de 2019

Resituarse (III,IV,V)

Obras de Fernad Léger

Fuente:El Economista
Julio Anguita
Colectivo Prometeo 
[Continuamos publicando las reflexiones que bajo el título " Resituarse"  nuestro compañero y amigo Julio está desarrollando estas semanas]
III 

      Para describir y definir la actitud de Sánchez desde el 29 de Abril, no cabe otra alternativa que utilizar la expresión “marear la perdiz”. Si de verdad Sánchez hubiese querido trasladar a la acción de Gobierno los resultados del 28 de Abril y el clamor de la militancia en esa noche, hubiera convocado inmediatamente a Unidas Podemos para empezar a redactar un programa de Gobierno conjunto. Sin embargo, el candidato se dedicó a perder tiempo intentado vanamente forzar la voluntad del PP y Ciudadanos para conseguir de ambos la abstención. Caso de no conseguir dicha aspiración, y como segunda e inevitable opción no deseada, se buscaría el apoyo externo de UP a cambio de acuerdos tan incumplidos y volátiles como los que se firmaron para los PGE o tan gratuitos cono los de la Moción de Censura.
    Cuando se redacta este escrito, el candidato ha pospuesto hasta Septiembre la ronda de contactos para recabar apoyos a su investidura y ha dejado claro que de gobierno de coalición nada de nada. Lo sorprendente es que sindicatos, editorialistas, tertulianos, colectivos y personas que militan en la Izquierda sigan erre que erre insistiendo en que el pacto entre el PSOE y UP llegue a buen puerto. Y simultáneamente piden que ese acuerdo se realice en torno a políticas económicas y sociales avanzadas. La cuadratura del círculo, en resumen.
     No menos chocante son aquellas declaraciones que buscando situarse au dessus de la mêlée reparten “equitativamente” la responsabilidad de la falta de acuerdo. Suelen provenir de ámbitos de izquierda que seguramente montarían en cólera si UP aceptase – por mor del acuerdo- unas medidas claramente insertas en el neoliberalismo dominante.
   En el fondo de esta actitud subyace la reacción de autoengaño ante una realidad que se muestra adversa, difícil, conflictiva, inédita en muchos aspectos y sobre todo de crisis sistémica global y de crisis del régimen forjado en la Transición. Una actitud de pánico ante la evidencia de los hechos. Se agarran a la irreal fórmula Gobierno de Progreso (con el PSOE como actor fundamental) o a la del apoyo externo, de la misma manera que Doña Concha Pique cantara “Prefiero vivir soñando que conocer la verdad”. ¿Qué verdad?
    Guste o no guste, la Izquierda, es decir la posición que se opone al desarrollo del neoliberalismo económico, político e ideológico y confronta con él, está sola, dividida, en minoría social y además es consciente de todo ello. El que una parte de la responsabilidad de esta situación le ataña en parte a ella, no debe empecer para asumir esta realidad. No caben juegos malabares de carácter semántico ni tampoco evasivas. Es un hecho que se asume consciente y consecuentemente o se hace el Don Tancredo en sus dos principales expresiones: el “buenismo” posibilista o el “hiperrevolucionarismo” purista instalado en una torre de marfil.
     En las próximas entregas desarrollaré lo que, a mi juicio, debe asumir en esta hora la izquierda.


 IV
Visto lo visto, y no solamente en los últimos meses sino en décadas, la Izquierda o se resitúa o quedará como testimonial, también durante décadas futuras. Resituarse es replantearse, cuestionarse y, sobre todo, enlazar con el hilo rojo de su ADN: el socialismo como proyecto global y alternativo para la vida humana en sociedad. Es decir, otra economía, otros valores, otra cultura, otro desarrollo de la democracia, otra política, otras instituciones, otra educación, otros imaginarios colectivos. Desde luego, y en la situación presente, es una tarea prometeica pero que debe ser afrontada. Eso o la muerte por consunción. ¿Qué conlleva la aceptación del reto?
En primer lugar, asumir una larga travesía por el desierto. El capitalismo y su última reencarnación, el neoliberalismo, se benefician de una gran paradoja: el fracaso como proyecto de sociedad justa, igualitaria y libre y la hegemonía social y cultural de sus valores en el seno de la sociedad. Mercado, competitividad y crecimiento sostenido siguen siendo los parámetros de consenso generalizado y, desde luego, los valores inherentes a los mismos. Ello significa para la Izquierda prepararse para una tarea de pedagogía cultural e ideológica paciente, inteligente, sufrida y de escaso éxito inmediato. El consumismo, los sucedáneos de hedonismo cutre y la aculturización de la banalidad han hecho estragos.
Sin embargo, esa larga marcha puede tener momentos en los que el tejido social, a fuer de sufrimientos, injusticias e impúdicas exhibiciones de los detentadores del poder efectivo, esté dispuesto a buscar otros horizontes. La crisis económica que parece avecinarse, los escándalos financieros que la acompañan, la desestructuración de la política y los problemas de fondo sin resolver, y lo que es peor, sin voluntad y sin ganas de hacerlo, crearán una situación en la que la Izquierda puede ser escuchada en sus propuestas, en caso de tenerlas. Es decir, la travesía del desierto debe significar también un giro hacia la cultura de gobierno. Una cultura que no consiste en administrar lo existente sino en desarrollar legal y jurídicamente otros parámetros económicos, sociales, políticos y culturales. Si la cultura de la resistencia y lucha no tiene como objetivo gobernar, está condenada al fracaso.
La travesía por el desierto de la Izquierda es ineluctable y, de hecho, ya ha comenzado. Las escisiones con los ojos puestos en los eventos electorales, el esencialismo de siglas, la crítica entendida como censura o depuración, o la carencia total de sentido estratégico, ya están apareciendo. La locura, el miedo, la preminencia de la política palatina sobre la de proyectos a largo plazo, el posibilismo gregario, el abandono de la referencia ideológica y sus valores, o el cainismo son ya evidentes; han empezado el éxodo interno y el externo. La cuestión clave reside en si esa situación es asumida como proyecto para superarla, reorganizarse e incardinarse en la política a ras de tierra, elaborando colectivamente y dándole al concepto de movilización una nueva dimensión y una nueva aplicación, o si se acepta como proveniente de un fatum incontestable. Este es el dilema, no hay otro.
 V
Si la Izquierda acepta resituarse en el escenario de la travesía del desierto, no puede hacerlo sin asumir que debe refundarse sobre dos pilares. El primero es la actualización y vigencia de los principios de Libertad, Igualdad y Fraternidad evaluando las experiencias históricas que intentaron aplicarlos; en unos casos para ajustar las cuentas con ellas definitivamente, y, en otros, para reformularlas a la luz de la realidad del siglo XXI. El segundo pilar es la búsqueda del encuentro teórico, político y programático con las tres grandes propuestas sistematizadas en el siglo XX: feminismo, multiculturalismo y ecología política.
Consecuentemente con lo anterior, la Izquierda, con toda su pluralidad, debería ir hacia la convocatoria de unos Estados Generales capaces de crear un cuerpo de consenso activo y progresivo en torno a valores, proyectos, programas, estrategias, discursos y nuevas visiones del concepto "movilización". Los Estados Generales de la Izquierda deben ser la consecuencia de una labor previa en sus bases sociales, culturales y organizativas. El acuerdo de urgencia entre direcciones y con prisas electorales no cabe aquí. Esta fase previa es imprescindible para ir desarrollando, consolidando y potenciando algo sin lo cual no hay cambio posible: la organización como pilar sólido y la organicidad como principio democrático inexcusable.
Los tiempos exigen claridad, rotundidad y proyecto estratégico para construir una alternativa al régimen de la Transición. El republicanismo es inherente a la Izquierda sin ambages y sin peajes a pagar; ya se han pagado bastantes. Por eso, resituarse consiste también en recuperar sin estridencias y sin matices, tanto el discurso del Proceso Constituyente como el de la consecución de la III República. Y cuando digo discurso quiero decir horizonte de ruptura. Y, a su vez, ruptura significa construcción, elaboración, planificación, programación y acopio de fuerzas para hacerla posible.
La izquierda, si acepta esta travesía por el desierto, tiene ante sí un reto que solamente puede abordar desde esa situación de liberación de anclajes, ataduras y consensos traicionados desde el momento en que se aceptaron. Y ese reto consiste en cohonestar el proyecto social inherente a ella y la nueva realidad conminatoria que expresa el cambio climático. El desarrollismo, el crecimiento sostenido, el consumismo y la economía como un sistema aislado de la biosfera, no pueden mantenerse so capa de la creación de riqueza o puestos de trabajo. De todo ello se infiere que la voluntaria resituación de la Izquierda supone como correlato la resituación de los sindicatos que en un tiempo fueron consustanciales con la Izquierda.
La crisis estructural del sistema, añadida a las que se avecinan y a la de la civilización depredadora de recurso y del hábitat humano, necesitan de una respuesta alternativa que solamente puede venir desde los presupuestos y valores que en su día forjaron a la Izquierda. Pero eso no es posible si la Izquierda actual no asume el proceso de volver a ser la única referencia de lucha, organización y vida de las víctimas del neoliberalismo y el pensamiento único.

No hay comentarios: