martes, 11 de febrero de 2020

Paz y Esperanza

Guayasamín: Los trabajadores


Manuel Delgado

    Tiene que venir un relator de la ONU para que sepamos que en España hay gente que vive peor que las personas refugiadas. Ha visto el espanto. Dijo caerse de culo, al ver cómo viven los recolectores de fresa. Al ver lo que lleva décadas denunciando un relator llamado Diego Cañamero, de un pueblo llamado El Coronil, o Manolo Cañada en Mérida, sintió vergüenza porque España sigue siendo un lugar para la extrema pobreza, fruto de la extrema riqueza en pocas manos. Andalucía, con su hermana Extremadura, en eso de la extrema injusticia, de la desigualdad extrema, van a la cabeza. 
    Alguien ha decidido que esté pasando en nuestra tierra Alguien decide cada día que no deje de pasar. Será así mientras en Andalucía, en Extremadura, no decidamos que ya está bien de obedecer, de someternos a esos "alguien". 
   Logramos la Autonomía, nos falta la Dignidad. Andalucía la conquistó con y para los "currelantes", no para darle una medalla a una duquesa, subvencionar a los terratenientes, y que, finalmente, nos gobiernen los "señoritos a caballo", traídos de la mano de décadas de corrupción, de clientelismo, de traición, de vergüenza. 

    No basta protestar porque "nuestros" productos agrarios no valgan nada en el tajo y mucho más en los mercados. Hay que romper las cadenas entre pequeños productores y los consumidores. Cadenas de explotación del pequeño campesino, que está desapareciendo mientras la tierra se acumula más y más en manos de buitres, mientras los pueblos se quedan vacíos de jóvenes que huyen del futuro que está presente en las caras arrugadas de sus padres. No quieren ser campesinos mirando al cielo, a la poca tierra, a las pocas vacas. Menos quieren, no pueden ser mujeres y hombres de jornal. Huyen a las ciudades de Europa los que estudiaron más; a las del Norte de España los que serán pobres en ellas repartiendo comida basura y pagando alquileres a empresas buitres. 
   En las ciudades muchos son hoy pasto de las casas de juego. El círculo se cierra volviendo a casa, sin más futuro que lo que duren sus padres y su mísera pensión. 
    El futuro, el tesoro de cada pueblo, de Andalucía, de España y de cada país, es el de la juventud que hoy no tiene futuro, de la niñez que no nace de ella.
    Este no era el sueño por el que luchamos los que nos seguimos negando a irnos sin luchar, dejando detrás un mundo devastado. 
    Dijo José Saramago que "la revolución se llama conciencia". Esa luz interior que cada persona debemos descubrir para iluminar la noche con millones de pequeños "fueguitos". Para que, como también dijera Eduardo Galeano, no nos meen más y sigamos pensando que llueve. 
La esperanza está escrita, en palabras proféticas de Blas, de Federico, de Carlos Cano. Elijo entre todas hoy las del andaluz de Orihuela, las Miguel Hernández, que nos vienen al pelo: 

"Jaén levántate brava 
sobre tus piedras lunares 
no vayas a ser esclava 
con todos tus olivares". 

   El olivo, bajo el sol de nuestra tierra, nos pide a los andaluces, hoy como ayer, Paz y Esperanza. 

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