viernes, 10 de abril de 2020

Julio Anguita: Más allá de un pacto (I)


Fuente: RT

Fuente:El Economista 
Julio Anguita
Colectivo Prometeo 

   Ante la situación originada por el coronavirus, el presidente del Gobierno -y alguno de sus ministros también- han planteado la conveniencia de un gran acuerdo político que permita consensuar una línea de actuación gubernamental capaz de afrontar la travesía económica, social y política posterior a la pandemia. La argumentación presidencial se ha inspirado en dos momentos históricos: las palabras de John F. Kennedy el 20 de enero de 1961 en su toma de posesión presidencial y los llamados Pactos de la Moncloa en la España de 1977.
   Cualquier ciudadano o ciudadana que haya oído la intervención de Sánchez apelando a la unidad, al entendimiento y a la priorización del bien general sobre el particular, no tiene por menos que sentirse en sintonía con el presidente del Gobierno. Sobre todo cuando ese mismo ciudadano y esa misma ciudadana barruntan - con una notable carga de sentido común- que a la crisis originada por el Covid-19 se le añaden los restos de la del año 2008 y la que económica, social y climáticamente está en marcha. La apelación al esfuerzo común para defender el bien común, goza por sí misma e independientemente de los ejemplos que lo niegan cotidianamente, de buena acogida por parte de la mayoría social. Es lo justo; es de sentido común.


   No obstante, conviene reflexionar sobre todo ello a la luz de la memoria histórica, de la experiencia más cercana vivida y de los intereses económicos en juego, no vaya a ser que tras la pesadilla de hoy venga otra de igual o mayor calado. No todo el monte es orégano. Veamos.
Los Pactos de la Moncloa tuvieron lugar en una España inmersa en pleno proceso de la llamada Transición. Una España en la que el franquismo y sus intereses de todo tipo estaban fuertemente arraigados y enquistados en todos los aparatos y estructuras del Estado: Administración Pública, Banca, empresariado, Policía, Ejército, Judicatura e instituciones de todo tipo. Y junto a ello, dos problemas de profundo calado. El primero una economía con un 27% de inflación, con fuga de capitales y a la que le empezaba a afectar con retraso la crisis del petróleo. Y junto a ello, las permanentes y explícitas amenazas de un ejército forjado en el golpismo. Los pactos que fueron firmados por casi todas las fuerzas políticas y sindicales tuvieron dos componentes básicos: los de índole económica y los de carácter político y de libertades.
   No habían pasado tres meses de la firma de los Pactos de la Moncloa, cuando Miguel Boyer, posterior ministro de Economía con Felipe González, acusó al Gobierno de Suárez de incumplimiento de los pactos en materia de política económica, social y fiscal que la izquierda y los sindicatos habían exigido a cambio de otras cesiones en materia salarial y laboral. Y es que los Pactos de la Moncloa no pueden ser un buen referente para los parados, precarios y asalariados, pero especialmente en los días de la reconstrucción, sin saber, además, qué tipo de reconstrucción. Hay que aprender la lección de unos malhadados antecedentes que nunca deben repetirse. En momentos de excepcionalidad como los que vivimos y viviremos, los pactos requieren y requerirán de fórmulas, sujetos y métodos democráticos más creativos y eficientes.
    Y sin embargo y pese a lo anterior, las palabras de Sánchez contienen de manera embrionaria los elementos de una respuesta a la crisis adecuada, avanzada, constitucional y justa para la mayoría de los y las que cada día de pandemia permiten y mantienen el funcionamiento de los servicios vitales de una sociedad. Pero implica una visión panorámica de la actividad política, más a la altura de la entidad de los problemas que ya golpean la puerta. Lo veremos en la próxima entrega.

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