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| ¿ Así nos quiere el Capital? | 
Fuente:Cuarto Poder
Manolo Monereo
Para Juan Francisco Martin Seco, lo vio y lo sigue viendo
   La
 historia, en determinadas condiciones, se repite. A veces, rima y, a 
veces, no; pero se repite. Eso lo sabían Maquiavelo y Hobbes; desde 
luego, lo sabe Luciano Canfora. Las estrategias políticas la toman como 
referente y organizan en torno a ella las decisiones a tomar. Ahora 
estamos en el intento de repetir la historia con estrategias parecidas y
 con los mismos objetivos: “Asegurar el control y el dominio de los que 
mandan y no se presentan a las elecciones”. La operación Zapatero 2 
pretende que el Gobierno acabe haciendo lo que no quiere hacer, creando 
las condiciones objetivas y subjetivas para ello.
    Los datos son conocidos. La etapa de Zapatero puede ser dividida en 
dos. La primera, la de los derechos, la de la apuesta por la España 
plural y el Encuentro de Civilizaciones. La segunda —él la cuenta a su 
manera en sus memorias— la que acepta el chantaje de los poderes 
europeos ante el altar del sacrificio de Grecia, chivo expiatorio de una
 época y de una política. El famoso Plan E estuvo lleno de buenas 
intenciones pero fue insuficiente y le faltó un proyecto real de 
superación de una crisis de grandes dimensiones.
   Desde el primer 
momento, hubo un forcejeo muy duro dentro y fuera del Gobierno y pronto 
la Unión Europea comenzó a mandar ultimátums. Recordemos aquello de que 
había que refundar el capitalismo, limitar el poder del capital 
financiero, regular más y mejor la circulación de capitales, prohibir 
los paraísos fiscales, asegurar que las multinacionales pagaran sus 
impuestos y la imperiosa necesidad de un sistema fiscal más justo. ¿Qué 
quedó? Nada.
Vino la segunda parte, fue más clara y peor. Vivimos el chantaje de los mercados y el dictado inapelable del Príncipe moderno,
 es decir, del Banco Central Europeo, un dictador nada benévolo. 
Zapatero lo vivió dramáticamente y terminó por aceptarlo. Había otras 
opciones, pero el poder es el poder y los mercados lo son. Se llegó 
hasta el final; es decir, modificar la sacrosanta Constitución Española 
por la vía rápida y con nocturnidad. Según cuenta José Bono, Rubalcaba 
lloró amargamente ante semejante desatino. El PP, esta vez sí, salió al 
rescate y apoyó la reforma. Zapatero llegó más lejos: anunció que no se 
volvía a presentar a las elecciones, se inmoló ante los poderes 
económicos.
Hoy estamos en un escenario parecido. De un lado, una 
atmósfera de solidaridad, cooperación y ayuda mutua en el marco de un 
discurso donde, recurrentemente, se habla del bien común, del valor de 
las personas, de no dejar a nadie atrás y de una salida justa y 
democrática de la crisis para no repetir los gravísimos errores de la 
anterior crisis. De otro lado, una inmensa polarización política, una 
guerra sin cuartel en las redes, donde las fake news se mezclan
 con todo tipo de descalificaciones e insultos, se le niega la 
legitimidad al Gobierno y se criminaliza hasta límites golpistas a UP y a
 Pablo Iglesias.
   La derecha está haciendo su labor. Ha aprendido y
 lo hace muy rápido. Vox está ayudando mucho. Desde el primer momento se
 dieron cuenta de que la batalla por el relato era decisiva. Si el 
Gobierno salía bien librado de la crisis, tendría oxígeno para una larga
 temporada y Pedro Sánchez duraría; lo peor. PP y Vox se han 
complementado armoniosamente y trabajan en una misma dirección. Los 
medios afines se dedican a ello con una enorme pericia y el clima 
político se empieza a hacer insoportable. Miles de infectados, miles de 
muertos no hacen fácil la tarea de un Gobierno pensado para otras 
circunstancias y que apenas se daba cuenta de la crisis 
económico-financiera que se nos venía encima. Lo del covid-19 les pilló 
desprevenidos, a los demás también.
    Los poderes fácticos están 
actuando con discreción, pero llevan meses emitiendo señales de alarma. 
No hay que equivocarse, ellos saben perfectamente que no están ante un 
Gobierno revolucionario, ni siquiera realmente socialdemócrata: expresa 
una alianza coyuntural entre social liberales y reformistas. ¿Dónde está
 el problema? No se fían. ¿Por qué? Porque se pueden estar tomando ahora
 medidas que luego no se puedan revertir, adquiriendo compromisos y 
generando imaginarios que, cuando llegue el ajuste de verdad, lo hagan 
imposible y, lo que es más grave, que puedan tener a las mayorías 
sociales detrás. Los que controlan y dominan tienen miedo, temen perder 
sus poderes y privilegios. Si a esto le añadimos la crisis de la Casa de
 los Borbones, se comprenderá bien su actitud.
   La ofensiva es multidimensional. Tengo la sensación de que, desde 
dentro del Gobierno, se está filtrando muy selectivamente las divisiones
 existentes y apuntando claramente a UP. Los medios y las derechas lo 
saben y, por eso, golpean, una y otra vez, sobre los ministros 
comunistas de un Gobierno que, hoy por hoy, no está por medidas 
antisociales y, mucho menos, preparándose para golpear a las clases 
populares. En otro contexto, estaríamos ante ruido de sables y 
llamamientos golpistas. Vox tiene eso en su cabeza y responde con los 
tics del pasado. El soberano, por ahora, se juega en otra parte, en la 
Unión Europea y sus instituciones. Los poderes lo saben y se preparan 
para la segunda vuelta de un partido que recién comienza. Pido perdón, 
lo siento mucho, la lucha de clases existe y lo saben muy bien los que 
mandan y no se presentan a las elecciones. La clave: crear escenarios 
adecuados y anticiparse, anticiparse siempre.
¿Qué es la Unión 
Europea? ¿Un OPNI? Es decir, un Objeto Político No Identificado, como 
decía Delors. ¿Una organización Internacional basada en Tratados? ¿Un 
proto-Estado? ¿Una forma de cesarismo burocrático? A mi juicio, se trata
 de un sistema de dominación política de nuevo cuño, 
que organiza, administra y disciplina a las clases económicamente 
dominantes y asegura la coherencia de sus intereses generales, 
garantizado por el Estado alemán.
   El ordoliberalismo germano es 
esto, a saber, creación política del mercado capitalista, definición de 
las condiciones jurídico-institucionales para su correcto 
funcionamiento. No es un orden espontáneo, necesita del poder político, 
de un tipo específico de intervención estatal. Su enemigo mortal, el 
Estado Social. ¿Por qué? Porque genera perspectivas, imaginarios y 
prácticas que “politizan la economía”, legitiman su control democrático y
 justifican una creciente intervención sobre las “pseudomercancías”, el 
dinero, la fuerza de trabajo y la naturaleza. La democracia entendida 
como autogobierno, como poder constituyente, tiende a hacer incompatible
 capitalismo y sociedad, incentiva el conflicto de clases y cuestiona el
 capitalismo en cada crisis. Es por esto, como vio acertadamente Michal 
Kalecki, que el pleno empleo, la “constitución del trabajo” que lo 
posibilita, acaba por ser incompatible con el funcionamiento de eso que 
elípticamente se llama economía de mercado, que es el capitalismo de los
 monopolios bajo la hegemonía de las organizaciones financieras.
    La
 Unión Europea, más allá y más acá de la lacrimógena ideología 
europeísta, tiene como objetivo central desmontar pieza a pieza el 
Estado social, liquidar las bases del poder contractual de las clases 
trabajadores, constitucionalizar el ordoliberalismo y —lo fundamental— 
desvincular la decisión política del Estado-nación, de la democracia 
como autogobierno de las poblaciones. En su centro, la hegemonía del 
Estado alemán. Es la gran paradoja: para que esta UE funcione, tiene que
 anclarse en un Estado nación que vela escrupulosamente por su 
soberanía. Alemania tiene un poder estructural en la 
UE, ya que fija sus reglas del juego básicas que los actores tienen que 
aplicar rigurosamente y que siempre le beneficia. No es contradictorio, 
dadas estas reglas, que el Estado alemán practique una permanente 
estrategia neomercantil basada en el dumping laboral y social 
favoreciendo una separación creciente entre un centro y una periferia, 
cada vez más dependiente económicamente y subalterna políticamente.
Una
 condición fundamental para que funcione la UE es que las clases 
económicamente dominantes, los grandes poderes económicos, trabajen 
hombro con hombro con las directivas de las instituciones europeas y 
acepten la dirección de Alemania. En cada uno de los Estados se ha ido 
formando una coalición social, un bloque de poder, que asegura que las 
políticas que se hacen no se aparten de las lógicas imperantes en la 
Unión. Actúa como un Estado “profundo”. Pedro Sánchez lo entendió 
perfectamente y situó como ministra de Economía a Nadia Calviño, persona
 de confianza de la tecnocracia europea, punto de contacto con los 
grandes poderes que la controlan.
No es casualidad que la ministra
 Calviño esté, cada vez más, en el centro de todos los debates. No se 
sabe muy bien si representa los intereses de España ante la UE o al 
revés. Los poderes están privilegiando su figura, oponiéndola a Pablo 
Iglesias y, cada vez más, a Pedro Sánchez. Como siempre, no se 
equivocan. El objetivo no es echar del Gobierno a UP; esto es una 
maniobra táctica para crear las condiciones e imponer un tipo de 
gobierno que sintonice con las políticas que vienen de la UE. Nadia 
Calviño es el instrumento y el medio para conseguir este fin.
   Los 
tan elogiados acuerdos del Eurogrupo no pueden ocultar la verdad. 
Alemania gana una vez más. Se habla de medio billón de euros como si 
fuera dinero en mano y que nos tocaría a España una parte sustancial. Se
 subraya su no condicionalidad y parecería —a eso le llaman solidaridad—
 que nos los regalan. Los 25.000 millones que vendrán del MEDE son 
finalistas (para las consecuencias sanitarias del coronavirus); hay que 
devolverlos y son claramente insuficientes para la enorme dimensión de 
la crisis. En la declaración final se dice con precisión que esto es 
temporal mientras que dure la pandemia y después, los estrictos 
criterios del plan de estabilidad. A esta cantidad se le añade 24.000 
millones del BEI en avales para las empresas, y habrá unos 100.000 
millones para toda la Unión cuyo criterio de reparto por país no queda 
establecido. Un “parto de los montes” que prefigura, no tardando mucho, a
 los “hombres de negro”.
    Hay otro tema que desde el principio ha 
supuesto debates y enfrentamientos transversales en el propio Gobierno y
 que cobra una dimensión importante. Me refiero a la idea de volver 
escalonadamente al trabajo y a la vida, más o menos, normal. Esta 
cuestión explica muchas de las contradicciones del Gobierno en este 
proceso y expresa la capacidad de presión de los poderes económicos y 
territoriales. Se enfrentan la salud pública con los intereses 
económicos. No parece que el grupo de expertos haya dado su aprobación. 
Se espera y se teme una segunda vuelta de la pandemia. Nuestro futuro 
está en juego. Algo más que palabras.

1 comentario:
Eccelente analisis de la situación actual y la inmediata economico/social de n/ pais y por ende del sur de la UE.
Se me ocurre que en estas circunstancias, este gobierno lo tiene muy complicado.
Si hace lo que debe y aplica la politica acercandose a keynes, posiblemente con la labor didactica de los medio afines a la derecha, el pueblo llano, votante mayoritariamente de la izquierda, va a tener dudas de comprension y no estaria quizas en
diciones de prolongar su mandato.
. Por otra parte doblegarse al mandato del liderazgo de Alemania, sera lo mas facil y seguramente sea lo que se haga.
Unicamente pedir que tengan la habilidad necesaria para, aprovechar el mínimo espacio de maniobra que deja la exigua cantidad puesta por la UE, sobre la mesa.
Yo cre que Calviño encaja mejor en ser la representanta de ellos en el gobierno. Es de tendencia, claramente neoliberal.
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