miércoles, 20 de mayo de 2020

Julio Anguita, una lección de vida


Javier Madrazo Lavín

   La última vez que visité a Julio Anguita en Córdoba fue en diciembre de 2017. Recuerdo las conversaciones en el salón de su casa, las sobremesas en las tabernas de la “Judería” y la oportunidad única de poder descubrir de su mano los secretos que aún esconde el emblema de la ciudad que tanto amó: la Mezquita. Fueron unos días intensos, en los que compartimos, como siempre hemos hecho, confidencias, reflexiones en torno al pasado, el presente y el futuro, y también cómo no, momentos divertidos. Julio Anguita ha sido, entre otras muchas cosas, una persona alegre y vital. Se desmonta así el primer mito sobre su figura, aquel que le dibuja como un hombre circunspecto y serio. Dicen que en política es imposible hacer amigos. Discrepo. Julio los ha tenido; muchos, leales y sinceros. Confío en haber sido uno de ellos y haber aprendido de su ejemplo.
   Le conocí en 1989, aunque tuve ocasión de tratarle personalmente, cuando se desplazó a Euskadi en 1994 para participar en la campaña electoral, en la que me presenté como candidato al Parlamento vasco. Encontré en él un hombre tímido, humano, sensible, empático y tremendamente afectuoso, al que me he sentido unido desde entonces. Nada que ver con aquella imagen de persona altiva, distante y fría que sus adversarios ofrecían de él. En aquel tiempo, Julio Anguita irritaba al poder y a los poderosos por su coherencia y convicciones. Basta recordar sus pronunciamientos condenando la corrupción de los sucesivos Gobiernos de Felipe González y las privatizaciones de empresas y servicios públicos.
No se trata ahora de resucitar el pasado, pero tampoco debemos olvidarlo. Las críticas contra él fueron despiadadas; las conspiraciones internas para debilitar su liderazgo fueron constantes y las falsedades orquestadas para erosionar su prestigio se sucedían unas a otras. Me refiero, sin ir más lejos, a la famosa “pinza” con el Partido Popular de José María Aznar que tanto daño le hizo por incierta e injusta.

Hemos podido comprobar, tras su pérdida, que ese intento de desgaste intencionado, no logró empañar un ápice su credibilidad.
El deterioro de su salud le llevó a tomar la decisión de abandonar la primera línea de la actividad política.
Y una vez más nos dio una lección de honradez y austeridad. Renunció a la pensión como ex diputado y regresó a su plaza como profesor de historia en Córdoba. La muerte de su hijo en la guerra de Irak, en 2003, le marcó profundamente, reforzó sus posiciones antibelicistas y su compromiso en favor de la Justicia y los Derechos Humanos.
Sostuvo que el trabajo institucional, siendo necesario, es insuficiente, para alcanzar la transformación de la sociedad, si no se consigue la hegemonía social y cultural.
Por ello se dedicó activamente,desde su libertad y sin ataduras de “aparatos”, a construir tejido social crítico, a trabajar por articular nuevas dinámicas de participación y de movilización.
Pienso, por ejemplo, en su reivindicación de la “III República” o en su implicación en el Frente Cívico “Somos Mayoría”, en las “Marchas por la Dignidad” o en el “Colectivo Prometeo”.
Le inquietaban la pobreza, la desigualdad y las consecuencias del cambio climático, especialmente después de la pandemia del COVID-19. Merece la pena leer el último manifiesto, que estaba promoviendo y liderando, antes del fatal desenlace: “ El hoy y el mañana. Razones para nuestro compromiso”.
Julio Anguita nunca tiró la toalla. Desde el día en el que fue elegido primer alcalde comunista al frente de una capital de provincia en 1979, hasta el día en que nos dejó, sus creencias,valores y principios han permanecido intactos. Pocas personas pueden decir lo mismo. En todos mis encuentros con él surgía el debate sobre el futuro de la izquierda en España y la herencia que dejaríamos a las nuevas generaciones.
Algunos le tildaban de “visionario”; pues bien, tenían razón. Supo anticipar el futuro. El modelo de construcción europea que él cuestionaba es el que hoy conocemos, aquel en el que la insolidaridad se impone al mismo ritmo que avanza la ultraderecha.
Muchas personas redescubrirán a partir de su fallecimiento al Julio Anguita real; aquel hombre íntegro al que llamaban “ortodoxo” e “intransigente”, olvidando que fue un adelantado a su tiempo.
Desbordò el modelo de partido clásico, apostando, hace más de treinta años, sin dogmatismos ni sectarismos, por el movimiento político y social( IU y Convocatoria por Andalucía).
Defendió la convergencia de los sectores progresistas, independientemente de su procedencia, en torno a un programa fruto de la elaboración colectiva, desde abajo, contando con los diferentes sectores sociales.
Le hubiera gustado acordar en aquella etapa con el PSOE, para conformar una alternativa de gobierno de progreso, pero sus responsables prefirieron renunciar al socialismo y buscar otros compañeros de viaje. Frente a la casa común defendió la causa común y la autonomía y soberanía de IU. Prefirió el linchamiento político a la claudicación,
Julio Anguita siempre se sintió acogido y a gusto, en Euskadi. Disfrutaba de sus estancias aquí, de sus gentes, sus paisajes y su gastronomía. Un partido en San Mamés y degustar un plato de bacalao al pil-pil eran buenas excusas para visitarnos.
Respaldó convencido el derecho a decidir y apoyó a Ezker Batua-Berdeak cuando entró a formar parte del Gobierno Vasco con una sola condición: programa, programa y programa. Es para mí un orgullo haber conservado intactos hasta su despedida los lazos de confianza tejidos a los largo de aquellos años, tan intensos como apasionantes. Julio Anguita ha sido un hombre entrañable, un hombre bueno, un hombre querido por quienes le hemos conocido, al que el tiempo sabrá hacer justicia.
Decía Ciceron que el “primer precepto de la amistad es pedir a los amigos sólo lo honesto, y hacer por ello sólo lo honesto”. Éste era él. Agur eta ohore.



Mayo 2020

1 comentario:

Marian M dijo...

Me emociona lo que ha escrito y le envidio por haber sido amigo de Julio. He comentado varias veces que no conocía personalmente a Julio Anguita, mi padre sí, para él siempre fue su referente y su espejo en la lucha obrera, con CC.OO, con el Partido Comunista, más tarde con I.U. y ahora con Unidas Podemos y su colectivo de pensionistas y jubilados, mi padre no se ha bajado de la primera línea de batalla gracias a Julio. Me duele la pérdida de Julio por Julio, por mi padre y por mi, por supuesto por todo aquel que lo quiere. Con 10/ 11 años empecé a entender un poco de política gracias a ver en la televisión al señor Anguita, su discurso y su oratoria tan didáctica siempre me encantaron y me enseñaron lo poquito que sé, pero lo más importante que me enseñó es a no ser obtuso ni borrego y tener un criterio propio, saber analizar y tener capacidad crítica para entender e ir más allá de un partido o una ideología concreta...para mí de alguna manera fue mi maestro en la distancia al que no conocí pero que he admirado y respetado desde niña. Se nos ha ido ese referente y tengo un extraño sentimiento de ira por ello a la vez que dolor pero quiero dejar claro que fue un hombre que dejó y deja huella. Me hubiera encantado conocerlo aunque quizás nunca me hubiera atrevido a saludarlo por temor a molestar, siento que en algo sí lo conocí y que lo estoy redescubriendo más aún en estos momentos difíciles. Siempre con estarás con nosotros querido maestro Don Julio Anguita.