jueves, 15 de octubre de 2020

Sopa de Ayuso






Manuel Delgado Milán

     Se agranda el trecho que va de los comentarios a los hechos. Que una cosa es lo que ocurre y otra lo que se comenta en los medios de comunicación, y de ahí a las tertulias hoy en las redes, es ya sabido. Por eso algunos intentamos comentar para intentar cerrar esa brecha, con poco éxito. Podemos ver como el resultado mediático de la sesión de control al gobierno en el día de ayer y todos los miércoles, no es lo que oímos y vemos: unos exaltados calumniadores de las ultraderechas creando caos en las instituciones y división en la sociedad, mientras el Gobierno responde con la máxima mesura y educación posible a ofensas de lesa dignidad. Lo que trasladan es que todos los portavoces políticos se han conducido de un modo crispado y todos son indignos de nuestro pueblo. Nadie se ocupa de sus problemas. 
    Con excepciones, todo hay que decirlo, pero al final solo queda llegar a una sensación de impotencia y hastío, cuando más necesarias son las energías y la claridad de propósito en una tragedia sanitaria y económica sin paliativos. 
    El resultado para la ciudadanía española, para esa España real que quiere comer tres veces al día, y no le satisfacen el estómago sus banderas, sus insultos, es que muchos se equivocaron al votar a un gobierno que, según oye cien veces cada día con las radios y televisiones de los ricos machacando, propagó el virus, arruina a los bares y las empresas, quita la libertad a la gente, la independencia a los jueces y tiene como vicepresidente a un delincuente con coleta. 
    Toda la mierda que atesora el PP y sus escisiones se la quitan de encima para lanzarla a Pablo Iglesias. Sus delitos son conocidos. No defiende a los bancos, sino a sus víctimas. No defiende a los fondos de pensiones, y otros fondos privados que crean hospitales privados, residencias de ancianos privadas, colegios privados. Defiende la Sanidad Pública, la Enseñanza Pública, las pensiones Públicas, a las personas dependientes asistidas por trabajadoras al servicio de administraciones públicas. 
    Ha logrado subir el salario mínimo, y un (aunque insuficiente y mal gestionado) ingreso mínimo vital. Lleva poco tiempo en un gobierno que no lo quería y no vienen los mejores tiempos para dar buena cosecha. 
    Lo peor de los tiempos no es el virus, que ya es decir. Lo peor es que esta gentuza cuyos antecesores montaron una guerra para echar a un gobierno, están creando el caos, y más allá de censuras, amenazan con ir con todo y con todos los resortes de su poder por elementos reaccionarios incrustados en todas las instituciones del Estado. Las élites que sostuvieron al franquismo trasladaron su poder a las instituciones democráticas en su propio beneficio y en el de las multinacionales para poder ser presentables en Europa y el mundo tras la derrota de un fascismo, que aquí nunca fue derrotado. 
La entrada de alguien no controlado, ni fácilmente controlable, en un gobierno, además de poder perjudicar en mayor o menor medida sus bastardos intereses o impedir su sempiterna corrupción, lo viven como una derrota en una contienda de siglos. 
Es una amenaza de derrota que salgan huesos de cunetas y que se critique lo que hace mal un rey impuesto por un dictador. 
La respuesta inflamatoria de los anticuerpos fascistas ante la más elemental muestra de una reparación democrática, de un cierre definitivo de heridas, es importante. Pero lo que más que nada no quiere esta chusma es dar una oportunidad de que sean más importantes los Derechos Humanos de las personas, los valores cívicos, que sus privilegios encarnados en la herencia ominosa del poder de una familia nada ejemplar, hechas visibles en el manoseo asqueroso de los símbolos nacionales, las instituciones y las palabras España o patria.
   Crean el caos para que no nos escuchemos, ni podamos ver la realidad que deforman los telediarios, la de la gente sencilla que quiere un médico y no lo tiene sin que se pueda saber y discutir sobre qué están haciendo sus gobiernos autonómicos de ultraderechas, con Vox. Andalucía no existe y sale como el chiste gracioso de nuestro "conviviente" Consejero de Salud al que no se le entiende. Solo existe la Corte de Madrid, y Ayuso hasta en la sopa.

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