Manuel Delgado Milán
Hoy, 10 de diciembre, se cumplen 72 años de la solemne Declaración de los Derechos Humanos.
Cada país tiene que hacer un examen riguroso de la vigencia, de la efectividad de esos derechos en la vida de cada persona, de cada grupo social, actuando preventivamente, en cada caso, como garante de lo firmado.
Esa tarea es la que le da sentido al Estado, porque si no sirve para garantizar la salud, un techo, un medio de vida, la libertad de pensar, de expresarse, de reunirse, de organizarse; sino protege todos y cada uno de esos derechos y libertades, en igualdad entre cada persona, sea cual sea su género, su raza, su religión o sus creencias, su opción sexual, si todo eso es accesorio y secundario ante el mantenimiento del poder del dinero y de los privilegios de unos cuantos poderosos, el Estado no sólo no es la solución, sino que es el primero de los problemas.
Ejerciendo mi derecho a expresar lo que pienso, digo que me avergüenza la España de un depravado que ha sido rey cuarenta años. La que no ha garantizado esos derechos a gran parte de la ciudadanía, la que ha mantenido en graves condiciones de pobreza y desigualdad a las mujeres cuidadoras, a los trabajadores precarios, a paradas, a amplios sectores sociales donde la infancia no salió nunca de la pobreza.
La España que es propiedad de la banca y se dio a ella misma 60.000 millones que pagará el pueblo llano. Ese pueblo que sufrió cientos de miles de desahucios, y, aunque se defendió y los paró, aún tiene amenazadas a otras tantas familias.
Hablando de amenazas, sectores del Ejército vuelven a declarar la guerra a su pueblo, quieren hacer limpieza de las ideas de libertad y justicia. Vuelven a recordar lo que casi siempre fueron: garantía del poder impuesto por la violencia, el asesinato de los indefensos, del dominio y explotación por el miedo de los que solo tienen la libertad de ser mansos.
No me gusta su España, quiero que venga la España de los Derechos Humanos.
Quiero que la haga Unido nuestro pueblo Libre, Poderoso, realmente Soberano. Todas personas Pueden pensar, hablar, reunirse para acordar lo que quieren y organizarse democráticamente, en cada lugar y en las redes, para hacer realidad sus deseos.
Rompamos ataduras mentales con los miedos del pasado, con etiquetas de todo tipo, con separaciones absurdas. La España que queremos es la que se siente orgullosa sus lenguas y acentos, de todas sus culturas, de la sardana, la jota y el baile flamenco. La que no exige uniformidad, ni reprime las diferencias, sino que crece con esa enorme riqueza.
Una España de la cultura y de la ciencia, que aprovecha todo el talento con la mejor educación posible desde la infancia a la vejez; con la mejor salud, la que nace de prevenir la enfermedad con los mejores alimentos de nuestra agricultura de la excelencia y el cuidado de nuestro medio ambiente.
La España que queremos crecerá sobre los pilares de sus recursos naturales, su patrimonio histórico y artístico, sus recursos energéticos renovables, y la investigación y el trabajo. El entusiasmo de nuestra juventud, la experiencia de nuestros mayores, solo necesitan un sueño profético, una fantasía concreta, un mapa, un proyecto, un programa concreto desde cada pueblo y cada barrio, como ladrillos de un ideal para construir una España nueva y nuestra. La de los Derechos Humanos.
La España de nuestro añorado Julio.
No hay comentarios:
Publicar un comentario