martes, 11 de enero de 2022

Fabricantes de ignorancia, grave problema para nuestras democracias.

 

Gustavo Doré:ilustración del Quijote

 

Ángel B. Gómez Puerto



Doctor en Derecho por la Universidad de Córdoba y Profesor de Derecho Constitucional

http://gomezpuerto.blogspot.com/

   Hace unas semanas tuve oportunidad de ver el documental “La fábrica de ignorancia” (La Noche Temática, diciembre 2021). En este extraordinario documento de investigación se abordan dos temas clave para nuestra sociedad actual: los datos científicos (objetivos) que fundamentan la toma de decisiones por los gobiernos democráticos, y la forma en que se intenta, y en demasiadas ocasiones se consigue, poner en duda dichos datos científicos, los hechos objetivos, a instancia de intereses no declarados y con la colaboración necesaria de medios de comunicación, y en ocasiones, de parte de la academia.

   La construcción/relato de la verdad es el gran tema actual de nuestras democracias. Cómo se construyen los relatos de los hechos ciertos. En este gran asunto democrático no todos tenemos las mismas oportunidades. Es indudable que los medios de comunicación tienen aquí una posición de privilegio, en la medida que tienen un destinatario potencialmente muy amplio de sus contenidos informativos y de sus análisis en tertulias televisivas y radiofónicas.

    Pero volvamos a los fabricantes de ignorancia. Los intereses no declarados que crean informaciones falsas para manipular tienen como principal objetivo y destinatario a las asambleas democráticas de los Estados y de los diferentes poderes públicos. Pretenden, sin lugar a duda, que se legisle en su favor particular-empresarial-económico, al margen del bien común, del bienestar material de la población, intentando no dejar rastro de su estrategia, presentarlo como algo objetivo, necesario, conveniente.

    Sin ir más lejos en el tiempo, en los últimos días estamos asistiendo en España a una estrategia de desinformación y confusión en torno a un debate (que no es nuevo) sobre las diferentes formas de producción ganadera y las consecuencias de cada sistema sobre el entorno natural, sobre nuestra calidad de vida. Nada nuevo bajo el sol en todo caso.

   Ha habido históricamente muchas estrategias de desinformación sobre hechos científicos o sobre acontecimientos históricos. No debemos olvidar los intentos de reescribir por determinados historiadores o representantes políticos los crímenes de las diferentes formas de totalitarismo en la Europa del pasado siglo. O en su día, la estrategia de los fabricantes de tabaco norteamericanos intentado desviar la atención sobre las verdaderas causas de las enfermedades derivadas de su consumo, o sobre las consecuencias sobre el cambio climático de la actual forma de nuestro modo de vida agresivo con el entorno, intentando negar las evidencias científicas.

   Creo que es labor esencial de la ciudadanía de esta tercera década del siglo XXI ser agentes activos para poner en evidencia las informaciones falsas, tengan el origen que tengan. Las redes sociales o los blogs de opinión ciudadanos pueden ser una extraordinaria herramienta para construir relatos más democráticos y para desvelar la mentira que tanto daño causan.

Y nuestros representantes públicos y los partidos políticos a los que pertenecen deberían dejar al lado sus estrategias electorales de corto recorrido y ponerse al servicio de las democracias, señalando a los que propagan mentiras, aunque sean medios de comunicación, pues, las informaciones falsas alteran el proceso democrático en la medida que influyen de manera clara en la formación de la voluntad de votante en base a datos e informaciones que no son ciertos.

Y es que las democracias hemos de cuidarlas de manera permanente, pues tienen riesgos permanentes. Sobre la idea final de esta breve reflexión me permito sugerir al lector dos ensayos del máximo interés, que he releído recientemente: La quiebra de las democracias (J. J. Linz) y Cómo mueren las democracias (S. Levitsky y D. Ziblatt).

La información es poder. La democracia es poder del pueblo. ¿Quién tiene realmente poder sobre la información? La respuesta que demos a esta pregunta nos dará claves de reflexión y actuación.


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