Colectivo Prometeo
Aunque los orígenes de la guerra en Ucrania se remontan a
cuando Viktor Yanukovich rehusó firmar un acuerdo comercial con la U E y optó
por establecer relaciones comerciales con Rusia, momento en el que comienzan
los enfrentamientos entre los rusofonos
de Ucrania y los nacionalistas ucranianos, apoyados estos últimos por
los neonazis entrenados en el exterior, con el levantamiento bajo el lema
“Levántate Ucrania” y el consiguiente derrocamiento del Gobierno, ascendió al poder Petró Oleksiyóvich
Porosenko, manteniéndose en el cargo desde el 7 de junio de 2014 al 20 de mayo
de 2019.
Las discrepancias entre los ucranianos llevaron a que en
febrero de 2014 un grupo armado prorruso tomara el Gobierno y el Parlamento de
Crimea, el referéndum independentista para la anexión a Rusia fue favorable y
la Duma ratificó el acuerdo por el que Crimea se incorporaba a Rusia, y cuatro
días después, Ucrania retiró sus tropas de Crimea.
Si bien los dos años de mayor intensidad de la guerra fueron 2014 y 2015, siempre estuvo latente en zonas del este de Ucrania, (Donest y Lugansk llegaron a proclamar su independencia y pedían integrarse en Rusia), los enfrentamientos continuaron siempre con mayor incidencia en Donbass, dónde la mayoría de la población es de habla rusa y tiene reconocida la nacionalidad rusa, además de la ucraniana.
El actual Presidente, Volodímir Zelenski, se enfrenta a las
propias tensiones internas de Ucrania y a la vez los ucranianos no dejarán de
ser víctimas de los intereses de terceros que pueden llevar a la muerte
indiscriminada de gran parte de la población civil y arrasar con la mayor parte
de su ejército.
Como siempre que intervienen EE UU y la OTAN, y este caso no
es la excepción, lo que está por medio son razones de poder y económicas.
Prestigio, Poder y Energía son las claves.
Ucrania es clave en el paso del gas ruso a la U E, y además
tiene interés en que así siga siendo porque Rusia le paga un canon por ese
servicio. Si se abre el gaseoducto Nord Stream, conocido como el gaseoducto
Ruso-Alemán, Ucrania puede perder peso y una parte de sus ingresos. En caso de
que las autoridades de Kiev entren en guerra con Rusia, Lukasenco, presidente
de Bielorrusia, advirtió a Ucrania que le cortaría el suministro de energía que
pase por su país, incluida la eléctrica.
El tema de la energía también afecta a EE UU, que mantiene
la exigencia de que no se abra el gaseoducto de Nord Stream para evitar el
abastecimiento de gas natural a la U E a un precio más ventajoso porque le
perjudicaría en la exportación de gas licuado
que ahora le suministra.
Tampoco España es ajena a los resultados de las estrategias
internacionales de suministro de gas natural y de hecho, ante la crisis de
Ucrania, se postula como “hub” energético del sur de Europa.
En este sentido, el gaseoducto España-Alemania parece que
está presente en los planes de la OTAN. El objetivo de ese gaseoducto es
aliviar para los próximos años la dependencia del gas ruso que ahora tiene la U
E. Su trazado a través de los Pirineos le haría llegar el gas de Argelia,
proyecto que coincide con un viejo sueño de la industria de la cuenca del Rin.
Al parecer están pensando en la península Ibérica como
plataforma de distribución de gas natural y gas licuado, capaz de aliviar a
Centroeuropa de la dependencia del gas ruso; en ese proyecto también está
interesado Portugal y, con las ocho plantas de regasificación que reúnen España (7) y Portugal (1), podrían
almacenar y tratar el gas licuado. Este proyecto cuenta también con el interés
de Marruecos en surtirse de gas natural a través de España puesto que ahora
tiene problemas de suministro por el bloqueo argelino. Por otra parte Alemania
también tiene en su punto de mira este proyecto para asegurarse el suministro
de gas natural del Magreb y no estar tanto a expensas de Rusia.
España reúne condiciones para ser ese “hub” de distribución
energética porque además de las plantas de regasificación, cuenta con el 30% de
la capacidad de almacenamiento de gas licuado de Europa.
Esta sería, a corto plazo, una muy buena noticia desde el
punto de vista de la economía y la geoestrategia, pero el hándicap está en que
se trata de una energía fósil perjudicial por la incidencia de sus efectos en el calentamiento global y resultará
difícilmente sostenible si no se modera el consumo.
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