martes, 20 de diciembre de 2022

Las manipulaciones de la Historia de España


Fuente:IzCa." Quema libros Barcelona ocupada por Franquismo"


Pepe Aguza
Colectivo Prometeo

Vivimos  tiempos de desmemoria histórica colectiva, unas veces intencionada y otras por desconocimiento de la verdad.

Durante los cuarenta años de dictadura franquista, la historia oficial que se enseñaba en la escuela era manipulada falseando o excluyendo la certeza de los hechos. Sin embargo la derecha del país, ni los distintos gobiernos democráticos posteriores han tenido tiempo ni permitido cambiarla, ajustándola a la realidad después de tantos años de democracia.

La verdad se sigue ocultando y buena prueba de ello son los miles de desaparecidos en fosas, cunetas y campos, sin haber tenido en muchos casos afiliación política, carnet o bandera y cuyas familias reclaman después de todo este tiempo el derecho a saber donde están sus restos para darles una sepultura digna.

Una historia, que después de más de ochenta y cinco años, sigue siendo distorsionada y manipulada ideológicamente, a pesar de los esfuerzos de grandes historiadores, mientras los distintos ministros de Educación, que a pesar de los cambios de leyes educativas, no ponen interés en ajustar los libros de texto a la verdad, criticando hipócritamente la situación como hiciera la ex-ministra socialista y actual embajadora en el Vaticano, Isabel Celaá, al reconocer que “…mal está la enseñanza en España. Veo los libros de texto que existen y me sorprendo de lo que leo en ellos”

La manipulación ideológica y las falacias que desde la escuela franquista se imponía en aquellas asignaturas de adoctrinamiento nacionalcatolicista, como la Formación del Espíritu Nacional, cuyo objetivo era formar a los jóvenes en los valores del franquismo y de la Dictadura, eran recogidos perfectamente por editoriales al servicio del poder.

Todo un tropel de escritores, intelectuales, profesores e historiadores, unos por intereses profesionales, otros económicos y algunos por miedo, se pusieron al servicio del Dictador, que afirmaba que sus acciones solo se guiaban “por responsabilidad ante Dios y ante la Historia”, lo que le suponía el apoyo incondicional de la Iglesia Católica y la cultura, llevándola a los manuales escolares y los libros de texto académicos y universitarios, reescribiendo y deformando el relato de la Historia de España, para convertir algunas épocas en auténticos tabúes como pudieron ser la Reconquista, el Cid, Carlos I, Felipe II o la propia justificación del Alzamiento Nacional y de Franco.


A lo largo del tiempo, uno de los signos inequívocos de la dictadura y de la derecha, fue la manipulación de la Historia, por parte tanto de quienes detentaron el poder como quienes se beneficiaron de él, ocultando o desvirtuando los hechos, mediante el miedo, la extorsión y el enriquecimiento a costa de expropiaciones de los vencidos.

La forma más extendida de manipulación del pasado en la enseñanza, corría a cargo de las editoriales a través de los libros de texto, con enaltecimiento de elementos patrióticos y religiosos, que solo algunos hispanistas e historiadores extranjeros se atrevían a eludir. Esta manipulación, a veces de forma burda, respondía a la intencionalidad educativa del poder y a los pingües beneficios de las editoriales elegidas por los centros para la publicación de los textos, llegando en algunos casos hasta la discriminación por sexos.

Walter Benjamín decía que la historia la escriben los vencedores y se la imponen a los vencidos y eso ha venido ocurriendo dentro de nuestras fronteras durante décadas, mientras los libros de texto de los exiliados españoles o historiadores extranjeros como Ian Gibson, Hugh Thomas, Paul Preston, Gerald Brenan o Raymond Carr son muy diferentes.

Recientemente la Plataforma de la Verdad, volvía a organizar un acto, el pasado domingo 11 de diciembre, en recuerdo de las más de 4000 víctimas del franquismo, fusilados en Córdoba, con motivo de la celebración del Día de los Derechos Humanos, cuyo articulado dicho sea de paso, el régimen franquista no cumplió nunca.

Tras varias décadas después de la ratificación por parte de España del Convenio Europeo de los Derechos Humanos en 1979, se sigue sin reconocer el paradero de miles de sacrificados en la represión franquista, mientras el rey Felipe VI, días pasados, se solidarizaba con las familias de las víctimas del terrorismo en el acto de entrega de premios en la XIX Edición de la Asociación de Víctimas del Terrorismo, olvidándose mientras, como es habitual, de los miles de la Dictadura que lo siguen siendo sin reconocimiento.


Según cifras oficiales, los fusilados y desaparecidos por el franquismo en España, podían superar las 144.000 víctimas y solo en Andalucía, enterrados en fosas comunes y cunetas, el número asciende a cerca de 54.000 personas.

La derecha fascista que gobernó durante la dictadura y sus sucesores en la democracia, se niegan a reconocer estos datos de represión, venganza y exterminio de seres humanos, que por mucho que quieran ocultar y manipular, están perfectamente recogidos y documentados en diferentes archivos oficiales de todo el Estado y cuyo único delito en la mayoría de los casos era pensar y actuar de forma diferente, acusándolos de “rojos”, criminales y ateos, sentenciados en juicios sumarísimos, sin garantías procesales ni defensa o ejecutarles en medio del campo o en las tapias de los cementerios, en ocasiones “sin ni siquiera parodia de juicio”.

No vamos a negar que también en la etapa republicana se cometieran crímenes, atentados religiosos y represión, pero en ningún caso llegó a superarse la cifra de 50.000 personas. Los datos reales, aseguran que 49.272 personas fueron víctimas de represión republicana y barbarie anticlerical, así como algunos casos puntuales del maquis y la resistencia antifranquista posterior, cifra que aunque igualmente reprochable, no se aproxima a la descomunal cantidad del franquismo, datos que llevan a comparar a nuestro territorio en este asunto de desaparecidos en fosas, con Camboya, únicos países del mundo que tristemente ostentan estos records.

Una parte de nuestra sociedad y fundamentalmente la derecha y la Iglesia ya se encargaron en su momento del reconocimiento de los muertos del bando franquista, a los que continuaron realizando homenajes y consideraciones, manteniéndoles enterrados en destacados edificios, iglesias y catedrales, mientras otros miles, junto a sus familiares se les deniegan ese derecho, a pesar del arduo esfuerzo por exhumar sus restos y valorar las reivindicaciones de sus descendientes, reparando el sufrimiento y permitiéndoles superar el trauma del pasado.



Mientras decenas de organizaciones y movimientos memorialistas se posicionan con un compromiso claramente de izquierdas, ninguna organización de derechas reconocen esas exigencias, mostrando su clara oposición a la Ley 52/2007 de Memoria Histórica, apoyando y defendiendo fundaciones y asociaciones de clara ideología fascista, con enaltecimiento de reconocidas figuras como la Fundación Francisco Franco, la Fundación Hijas de Millán-Astray, la de José Antonio Primo de Rivera, la de Ramiro Ledesma, la de Serrano Suñer o Dios, Patria y Justicia, entre tantas otras que cuentan con miles de seguidores, algo que en cualquier país democrático estaría prohibido.

España nunca derrotó al franquismo, mostrándose muy reticente a abordar con firmeza este tema amoldándose a la nueva realidad democrática y baste recordar que la Ley de Amnistía de 1977 impedía enjuiciar los crímenes del franquismo, lo que ha permitido la situación actual.

La historia debe narrar hechos fidedignos. El derecho a exigir la verdad, la justicia y reparación es inherente a la Historia y por ello toda manipulación debería desaparecer de los libros de texto, lo que indudablemente sí que llevaría a una reconciliación real de su sociedad.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Pepe, acertado artículo el tuyo como siempre. Ojala la justicia democrática en este tema avance.

Manolo dijo...

Como dijo el profesor en la película La lengua de las mariposas, bastaría conque una sóla generación de españoles fuera educada en libertad para que el destino de España cambiara radicalmente.
Ésa es la explicación de que no se adecúen los libros de texto a la realidad histórica.