martes, 5 de septiembre de 2023

Terrorismo de Género

 




Pepe Aguza
Colectivo Prometeo


Hubo un tiempo, relativamente reciente, en que el terrorismo se combatía con dureza y el Estado tenía mano firme para actuar. Un terrorismo, afortunadamente superado, al que hipócritamente alude la derecha de este país cada vez que se producen procesos electorales.

Sin embargo, en menos de dos décadas, las víctima asesinadas por la violencia de género ha superado con creces el número de muertes al que produjo ETA en 42 años de lucha armada, en total 850 personas, mientras que las mujeres asesinadas desde que se contabilizan registros en 2003, hace apenas dos décadas, supera las 1226 mujeres muertas a manos de sus parejas, cuarenta y dos en lo que llevamos de año, siete el pasado mes de agosto, tres de ellas en el mismo día en Andalucía (una en Almería, otra en el municipio cordobés de Pozoblanco y otra más en el Valle de Guerra de Tenerife), así como dos más a principios de este mes de septiembre, (una en el barrio sevillano de la Macarena y otra en el pueblo jienense de Villanueva del Arzobispo)... Números inexactos si les sumamos las decenas de víctimas en la década de los noventa, aquí no contabilizadas, en los que algunos casos los asesinatos fueron por parejas que trabajaban en las fuerzas de seguridad y tenían acceso a armas.

Está claro que hay varias cosas que fallan en la resolución de este asunto, empezando por los distintos gobiernos de todas las ideologías, incapaces de actuar con mayor firmeza para conseguir erradicar esta lacra con un mayor endurecimiento de las leyes y ejecución de penas máximas en vez de revisarlas y reducirlas, de actuación de las fuerzas del orden y especialmente un modelo educativo en la escuela y el entorno familiar.



Como ya se apuntaba, existen numerosas causas que influyen en la violencia de género como pueden ser la propia historia familiar, el respeto y los patrones de conducta de los progenitores, la educación tanto a nivel familiar como social y cultural, por lo que es fundamental fomentar los modelos de igualdad y libertad.

También pueden influir otras causas como por motivos de salud, alcoholismo o enfermedades mentales, causas económicas, legales o políticas.

Una sociedad civilizada debe promover una cultura de respeto mutuo, previniendo la violencia y fomentando las relaciones de igualdad y respeto desde la infancia.

La violencia de género, lejos de reducirse sigue elevándose y supone una deshumanización injustificable que debe ser erradicada, como antes se ha dicho desde la infancia con educación, respeto a la familia y con leyes y sentencias ejemplarizantes, y los medios de comunicación tienen también un papel importante tanto en su denuncia como en instrucciones morales, educativas e informativas.

Solo el pasado año 2022 se produjeron en España 32.644 casos de violencia de género, siendo el país europeo de mayor índice de casos, frente a Islandia que es el país del mundo con mayor igualdad de género, seguido de Noruega y Finlandia, de quienes deberíamos tomar ejemplo.

Casi la mitad de los asesinatos cometidos en mujeres se producen en Andalucía, Cataluña o Valencia, seguido de Madrid.

Está claro que de poco valen las reuniones de comités de expertos, informes, campañas o convenios si no se actúa desde todas la partes implicadas con firmeza, desde las propias víctimas de maltrato, la policía, judicatura, personal sanitario o educadores para prevenir o evitar cualquier acción violenta.

La violencia de género sigue siendo para España una de las principales preocupaciones de derechos humanos y a pesar de que se han dado algunos pasos legislativos importantes para su erradicación, siguen siendo insuficientes, según reconoce la propia Amnistía Internacional.
En el terreno educativo hay que tener en cuenta que los materiales que tratan sobre detección y prevención de la violencia de género, casi nunca se dirigen a adolescentes de los últimos cursos de Educación Secundaria Obligatoria, en los que convendría llevar a cabo una prevención generalizada en esa edad en que se empiezan a tener las primeras relaciones de pareja, en vez de asignaturas de adoctrinamiento como el caso de la religión.

También sería fundamental impartir programas de coeducación y fomento de la igualdad, para lo que es esencial la propia formación del profesorado encargado de desarrollarlo. Todo ello debe ir acompañado de protocolos sobre como debe actuarse desde la escuela en caso de tener conocimiento de violencia en el alumnado o en su familia, para tratar de erradicar la situación.

Y por último, es fundamental garantizar las medidas educativas y psicológicas destinadas a prevenir la violencia, proporcionando las herramientas que permitan a los centros escolares llevar a cabo sus programas con éxito.

La sociedad, el Estado y la familia tienen la obligación de actuar de manera inflexible para lograr un mayor grado de igualdad y humanización de sus ciudadanos y eliminar este azote de las más indefensas.



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