viernes, 30 de agosto de 2024

Otro amanecer distópico

 

Zdzislaw Beksinki " Sueños fotografiados"



Remedios Copa
Colectivo Prometeo

Cada noche me acuesto con la esperanza de que la sociedad reaccione y la realidad cambie, pero cada amanecer vuelve a sumergirme en la negra distopía: apartheid, guerras, genocidios, miseria y hambre.

De seguir esta tendencia, la salud mental de la población y la seguridad y paz en el mundo van a depender más de apartar de los gobiernos y del poder en la sombra a  mercaderes, señores de la guerra, psicópatas y gobernantes corruptos, que del trabajo de los profesionales de la salud mental y de los esfuerzos de organizaciones pacifistas. Nada fácil, ¿verdad? Pero imprescindible si no queremos vernos avocados a desastres infernales.

Mientras los miedos, las mentiras y la distorsión de la realidad que nos inculcan a diario sigan paliándose a golpe de amenazas a la libertad de expresión e información por un lado y adormecimiento a la población con pastillas para paliar la angustia, ansiedad y depresión que todo esto genera por otro, (recurso oficial ortodoxo), junto con la expansión del consumo de otro tipo de drogas, (legales o ilegales), la batalla social necesaria para cambiar las cosas no parece que se vaya a dar. Y conste que la solución solo se podrá dar si la base social reacciona y exige otro curso para su destino.

Si hacemos un repasito por las guerras, y sin ser las únicas, de la que más se habla es de la desatada por Israel sobre Palestina; tal vez por tratarse de un genocidio en el que están puestos los ojos del mundo, aunque no se haga nada para pararlo más allá de declaraciones sin consecuencias por parte de los Gobiernos más influyentes en el mundo pero que siguen suministrando armas a Israel, pese a que las utiliza sobre la población palestina. Esos suministradores se saltan la legislación internacional sobre suministro de armas a países en guerra. Pocos son los gobiernos que han denunciado en la Corte Internacional los crímenes que se están cometiendo sobre la población de Gaza.

El pasado miércoles se informaba de la decapitación de un niño en Gaza y que se estaba quemando a gente refugiada en escuelas a las que se les había desplazado. Desde Rafat informan de que el ejército Israelí terminó con la vida de 45 desplazados y han tomado los tres hospitales que quedaban funcionando en Gaza e impiden que entren los heridos.

Pero ya está claro que toda Cisjordania correrá el mismo destino. Estos días Israel está realizando la mayor incursión militar en Cisjordania, matando a 9 palestinos y arrasando con escavadoras, blindados, aviones de combate y drones las carreteras, infraestructuras hídricas y eléctricas en Yenin, Tulkarem y Tubas. Mientras esto sucedía, el Ministro de Exteriores israelí, Katz, abogó por el desplazamiento masivo de los palestinos en Cisjordania.

La otra guerra, de la que como miembros de la OTAN somos participes, está poniendo en vilo al Organismo Internacional de Energía Atómica. Ya en su día advirtieron los técnicos en energía nuclear advirtieron, cuando la central nuclear de Zaporiya estuvo en riesgo, que una explosión podría desencadenar explosiones en cadena en otras centrales. Ahora, tras la incursión de Ucrania en territorio ruso, el Director del Organismo Internacional de Energía Atómica, Rafael Grossi alerta del riesgo de que se produzca una catástrofe nuclear si no cesan los combates en las inmediaciones de todas las centrales nucleares, pero especialmente en relación a la de Kurtz señala que sus reactores son de la era soviética, como los de Chernóbil y no están protegidos por el tipo de estructuras de contención que normalmente tienen las centrales modernas por lo que, además de ser susceptible de ser fácilmente dañada por misiles y por ataques de artillería, puede verse afectada por los ataques de Ucrania a centrales eléctricas y otros elementos necesarios para la seguridad de Kurtz.

El hambre y la desigualdad también son factores de desestabilización social, enfermedad y muerte. Un ejemplo lo tenemos en Colombia, enfrentada a “una de las mayores crisis humanitarias del mundo”. Según Jan Egeland, activista colombiano, más de 8 millones de colombianos viven en zonas donde operan grupos armados y 5 millones aproximadamente viven desplazados dentro del país tras el acuerdo de paz firmado en 2016. La crisis humanitaria que vive este país es poco conocida, pese a que existe riesgo de exterminio de tribus indígenas. Los cárteles de la droga y otros grupos armados son alimentados por el narcotráfico y la población civil se encuentra en medio del fuego cruzado. Egeland refiere ocho conflictos armados dentro del país, en los que estos grupos luchan entre sí y con el ejército.

Y abreviando para no aburrir con más datos, un repaso por Afganistán es un buen ejemplo más de lo que traen consigo las guerras y la situación en la quedan los países que las padecen. Tras años de guerra interna, con los EEUU por medio, cuando abandonan el país precipitadamente, el Gobierno al que sostenían desaparece y los talibanes recobran el poder, con lo que Afganistán está aún peor que al principio.

Como suele ser habitual, las mujeres son una vez más las más perjudicadas. Pero es que en este caso,  los talibanes de Afganistán aprueban una ley de apartheid, una ley de género que prohíbe a las mujeres hablar en público. También tienen prohibido estudiar y son obligadas a ir totalmente cubiertas, además de mantenerse en silencio en público. Se trata de una amplia ley moral de cuyo cumplimiento se ocupa “la policía de la moral” que depende del Ministerio para la propagación de la Virtud y prevención del Vicio. De nada están sirviendo las condenas de la Oficina del alto comisionado de la ONU, cuya representante Ravina Shamdasani afirmaba: “Estamos hablando de mujeres que están siendo completamente silenciadas, a quienes están intentando convertirlas en sombras”.

Es obvio que las guerras solo traen destrucción, muerte, hambre y miseria, como también lo es que las mujeres siempre sufren la peor parte y viendo sus derechos restringidos; sobre todo ahora que se olvidó el respeto a las obligaciones internacionales de respetar la integridad de población civil.

También en esto es un desgraciado ejemplo Israel: además de matar mujeres y niños, obliga a esas madres a ver morir de hambre y sed a sus hijos, cuando no despedazados y sin recibir asistencia médica. Eso es doble tortura. Y por supuesto, pretende que se revoque la nominación a los premios Emmy de la reconocida periodista palestina Bisan Owda.

¿Alguien puede sostener que una sociedad en la que se producen esta serie de barbaridades es una sociedad civilizada?

 

 

 

 

 

 


 

 

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