martes, 4 de marzo de 2025

El Capital, desatado y obsceno

George Grosz: Eclipse solar




Javier Lucena
Colectivo Prometeo


Todo sucede antes fuera

Todo sucede primero fuera y luego en nuestro continente. Lo dijo Aimé Césaire: el nazismo no fue sino la aplicación al interior de los propios países de los métodos genocidas de las potencias europeas imperialistas en sus colonias, una suerte de efecto bumerán. Algo de eso sabemos también en España, donde las tropas africanistas que masacraron la población amazigh del Rif- mal llamada bereber -, luego arrasaron del mismo modo al pueblo español.

Salvando las distancias, en cuanto aún no reviste el mismo dramatismo, algo parecido ocurre ahora con Trump y Europa. Lo que el presidente yanki le quiere imponer a los países europeos es lo mismo que han venido practicando los EEUU con el resto de sus vecinos latinoamericanos, con sus élites económicas, políticas y militares: ofrecerles una pequeña parte del botín a cambio de que facilitaran la "exportación" de la mayor parte de sus riquezas a la metrópoli, y represión y pobreza para sus poblaciones. Todo resuelto con imposición y bilateralmente; nada de bolivarismo panamericano.

En estos momentos las élites europeas se enfrentan a una imposición similar: que sus respectivas naciones pasen de aliados subordinados del imperio a súbditos tributarios, y que lo hagan de uno en uno, nada de Unión Europea. ¿Y que harán nuestros dirigentes y los de Bruselas?; ¿aliarse con sus pueblos, a los que han estado negándoles el pan y la sal mediante la "austeridad", frente al hegemón?. Ya les digo yo que no. Harán aspavientos nacionalistas, como el PNV o Junts en España, pero se someterán al negocio, porque los privilegios son los privilegios, y los privilegios siempre son de minorías, como ellas.

Nuestros dirigentes ya han abierto el camino en esa dirección, normalizando, cuando no promocionando, a la extrema derecha, a la vez que machaban cualquier salida por la izquierda. Lo hicieron cruelmente con Grecia, en contraste con el trato deferente hacia Meloni; luego, en cada país, con campañas sucias contra Podemos en España, contra Corbyn – al que inventaron un supuesto antisemitismo, hasta descabalgarlo – en Reino Unido, o contra Melenchon en Francia, con quien se incumplió por primera vez en la historia de la república la norma no escrita de otorgar el Gobierno a la fuerza más votada. Usando palabras de Darren Cullen, cocreador del proyecto Museo del Neoliberalismo, “cuando la izquierda es excluida de la política y la extrema derecha es mimada por los medios y las autoridades, se crea el caldo de cultivo ideal para el crecimiento de los movimientos fascistas”.

Nada, pues, que esperar de las clases dirigentes europeas.


El Imperio-Empresa


Dicen Marx y Engels en el “Manifiesto Comunista” que “la burguesía, después del establecimiento de la gran industria y del mercado, se apodera finalmente del Poder político – con exclusión de las otras clases – en el Estado representativo moderno. El Gobierno moderno no es sino un Comité administrativo de los negocios de la clase burguesa “. Digamos que en la nueva era trumpista del capitalismo de base financiera, ya los gobiernos no los constituyen los representantes de la clase burguesa, sino los propios miembros de la clase capitalista. Ha llegado el tiempo del poder absoluto del capital, sin mediaciones institucionales de ningún tipo, el tiempo de que los millonarios ostenten directamente el poder.

Ahora lo que hay en EEUU es el Imperio-Empresa hacia fuera y el Estado-empresa hacia dentro. Al interior del país, eliminación de todo lo que no tenga que ver con el acceso a recursos a través del mercado (subsdios, ayudas, etc. y las organizaciones que los proveen), salvo lo que garantiza la seguridad interior y el imperio exterior, policía y ejército. En consecuencia, reducción de impuestos al máximo y desregulación total del mercado; y para desviar la atención hacia los de arriba, los inmigrantes como nuevo chivo expiatorio, los judíos del siglo XXI . Puro darwinismo socioeconómico.

Y en el exterior, a través del Imperio-Empresa, relaciones basadas en el balance de cuentas, siempre en beneficio del hegemón, cuando no apropiación colonial pura y dura (Canal de Panamá, Canadá, Groenlandia, Ucrania...). Claro está, conforme a un estricto principio de jerarquía, en esas relaciones solo se reconoce capacidad de negociación – en la medida de la correlación de fuerzas – al resto de hegemones en competición, básicamente China y, en menor medida, Rusia. Para los demás países, relaciones de uno en uno, con la rendición económica en la boca; y matonismo y humillación para quien no acepte las condiciones del diktat americano (véase el discurso del vicepresidente americano en la patética Conferencia de Seguridad de Munich y, más evidente aún, véase la última recepción a Zelenski en la Casa Blanca, sobre la que volveremos más adelante).

Para los sobrantes, para los desechables, una advertencia terrible, un “modelo”, un “ejemplo” de lo que les espera: los palestinos, a quienes se destina a ser borrados de la faz de la tierra, marcan su futuro a las poblaciones excedentes que genere el cambio climático o cualquier conflicto internacional. Más darwinismo social.


Conejos deslumbrados en la carretera, de noche


Podríamos intentar una salida fácil y decir que no hay nada nuevo bajo el imperio. Y aunque es cierto que lo que vemos es en gran medida la acentuación de sus características anteriores, del neoliberalismo, está claro que se ha producido una nueva vuelta de tuerca. Ahora se practica la más abierta obscenidad del poder, con exhibicionismo y crueldad. Se acabaron las retóricas liberales edulcorantes, las declaraciones en pro de los derechos humanos y los “valores occidentales”, las libertades y la propia democracia; acabaron las mediaciones institucionales de todo tipo: fuera la OMS, fuera el Acuerdo de París sobre el cambio climático, fuera la ONU...Se acabó la diplomacia como formalismo respetuoso vigente hasta ayer, con independencia de que por detrás las relaciones fueran realmente cordiales o virulentas.

Es el momento no tanto de las fake news, que también, sino de un espectáculo comunicativo que mezcle falsedades, medias verdades y verdades al desnudo. Un totum revolutum masivo donde una inundación desbordante de múltiples declaraciones confunda a todos, para asombro del resto de países y regocijo de la propia parroquia, la extrema derecha, que una vez más se erige como la gran apuesta política de los grandes capitales, su guarda pretoriana y su mejor lacayo cuando ostenta el poder, como demuestra Milei desde Argentina.

En un proceso lo más acelerado posible, desde la nueva política comunicativa del Imperio-Estado hay que mantener siempre la iniciativa y que, cuando le vayan a responder, ya se encuentre en otro lugar mediático y marcando nueva agenda política y nuevo espectáculo – siempre el espectáculo -, de manera que las acciones reales queden envueltas en la niebla, en la abundante espuma comunicacional de cada día.

Se trata de mantener un estado general de confusión que impida o dificulte conocer realmente por donde irá la actuación del imperio, una retórica que es en gran medida pura provocación, como el vídeo sobre el resort Trump-Gaza, o una prueba de fuerza para ver hasta dónde pueden llegar, o una simple maniobra de distracción. En definitiva, consiste en provocar un escenario mediático de incertidumbre y paralización, que nos convierta en conejos deslumbrados en medio de la carretera, de noche.

Tengamos en cuenta que, además de las cosas de comer, en un mundo tan vinculado a las pantallas como el nuestro, la retórica comunicativa es algo fundamental, un terreno en el que también es fundamental la disputa ideológica. Como declaraba George Beebe, exdirector de análisis de Rusia en la CIA, “la retórica es crucial porque moldea las expectativas y reduce el abanico de opciones disponibles”.



Cuidado con ceder la verdad


Porque hay un grave riesgo en esa perversa estrategia propagandista trumpista y es cederle la verdad, al intentar negar todo el discurso que emite, debido a la contaminación de la fuente de que procede. Eso supondría otorgarle una gran ventaja, que lejos de dañarlo, estimula su extensión. Volviendo a la humillación a Zelenski en el Despacho Oval, toda ella preparada como espectáculo mediático (“va a quedar un bonito programa de televisión”, comentó Trump en la rueda de prensa que le siguió), si se atiende a lo que le dice jerarca americano o lo que da a entender, hay una serie de verdades claras: que los americanos le pusieron en el poder (no otra cosa fue el famoso EuroMaidan); que mantuvo la guerra con Rusia, tras la invasión de ésta, gracias a las armas y apoyo proporcionado por EEUU; que es la hora de la paz y de que dejen de morir inútilmente más ucranianos – nunca debieron hacerlo, de haberse respetado los acuerdos de Minsk, que Occidente saboteó -; que Ucrania y los europeos han perdido ya la guerra y continuarla solo puede ser jugando con la posibilidad de provocar una Tercera Guerra Mundial – en el subtexto, está claro que se refiere a una de carácter nuclear, lo que podría suponer el fin del planeta -...

Dicho todo lo cual, no quita nada del espectáculo humillante a que se somete a la marioneta Zelenski, del desprecio enorme hacia el pueblo ucraniano, que ha sido sacrificado vergonzosamente en el altar de la geoestrategia tras poner los muertos y la destrucción, pueblo al que se somete además – como si fuera la propia Rusia victoriosa quien lo hiciera – al pago de reparaciones, vía materias primas y contratos de recronstrucción, convirtiendo su país en una colonia americana, además de dar por perdidas las regiones ocupadas; del mismo modo que a los súbditos europeos también se le exigen reparaciones mediante la financiación de dicha reconstrucción, además de obligarlos a comprar más armas a Estados Unidos, con el incremento del gasto en defensa y la liquidación de lo que resta de Estado del Bienestar. Por cierto, armas para defenderse supuestamente de la amenaza de Rusia, que ahora se convierte en socio del amigo americano en el reparto de Ucrania y, por tanto, deja de ser enemigo directo de EEUU.

Y los líderes europeos, ante esto, corriendo como pollos sin cabeza, incapaces de una reacción coordinada y coherente, apostando por el régimen de guerra contra Rusia, el nuevo socio de USA en el reparto colonial de Ucrania, justo el régimen de guerra que ha fracasado en suelo europeo. Resulta patético ver a nuestros dirigentes continentales queriendo reflotar la OTAN cuando los mismos EEUU, sus dueños, ya dicen de salirse de la misma, tal como declaró estos días el propio Elon Musk.

La verdad es revolucionaria, decía Lenin. Por eso tenemos que enarbolarla nosotros y no dejarla en manos de la extrema derecha internacional, impidiendo que Trump, junto a Orban y otros compañeros ideológicos aparezcan como los únicos partidarios de la paz, frente a los Von der Leyen y compañía, que mientras tanto nos encarecen a que nos preparemos para la guerra.

Es el momento de redoblar el llamamiento a la paz, pero también a la salida de la OTAN y a la eliminación de las bases militares americanas en territorio europeo. Como afirmaba alguien tampoco sospechoso como Kissinger, ser enemigo de Estados Unidos es peligroso, pero ser amigo es fatal”. Deberíamos hacer caso al mejor estratega, durante muchos años, del imperio americano.



No hay poder sin reconocimiento del poder.


Lo peor de todo, sin embargo, es que todo parte de un miedo servil hacia el poder imperial, perdiendo de vista que, por más armas y dinero que tenga el hegemón, no hay poder sin reconocimiento del mismo. La pura fuerza difícilmente mantiene al poder a medio/largo plazo, sea cual sea dicha fuerza, si no va acompañada de algún modo de legitimación. Y la primera legitimación es la que nace de su aceptación, de creer que su fortaleza es inquebrantable y rendirle pleitesía incondicionalmente, de hacerle una y otra vez concesiones, lo que no consigue más que provocar una espiral de empoderamiento del propio Imperio-Empresa. Cuantas veces se le ha hecho frente con determinación, el imperio ha fracasado, como se demostró en Vietnam o en Cuba.

El problema es que, como mencionaba al principio, nuestras élites tienen más miedo a perder sus privilegios y más miedo a sus pueblos que a humillarse ante el poder imperial, a cambio de un trocito del pastel. Esas élites patrioteras que se envuelven en la bandera y son los primeros en desertar. Ya lo decía Machado, refiriéndose a nuestro país, con palabras que se han repetido miles de veces, pero no por eso dejan de ser menos ciertas: "En España lo mejor es el pueblo. Siempre ha sido lo mismo. En los trances duros, los señoritos invocan la patria y la venden; el pueblo no la nombra siquiera, pero la compra con su sangre y la salva".

Por eso, no esperemos nada de nuestro Gobierno, ni de Bruselas, ese concentrado neoliberal y de profundos déficits democráticos. Sólo poniendo en marcha organización y movilización de base, de abajo arriba, podemos pensar en frenar al Imperio-Estado, a sus gobiernos súbditos y a las escuadras totalitarias y fascistas que van invadiendo cada vez más calles, instituciones y medios de comunicación, y abocándonos a la pura barbarie, a la guerra.
Pensemos que el espectáculo trumpista, su sobreactuación, sus bravuconadas pueden ser una muestra de debilidad antes que de fortaleza. Los EEUU no son nada sin Europa, por más ejército del que dispongan; su población apenas supone el 0,04% de la población mundial, y su superficie aún menos, el 0,02%. Por otro lado, su apuesta por la humillación y el desprecio a las mínimas formalidades diplomáticas, así como el abandono más sangrante de Ucrania, una vez se acabó su utilidad geoestratégica, harán que numerosos países se replanteen seriamente sus vínculos con el hegemón y sus futuras actuaciones. Seguro que a Georgia, a Rumanía o incluso a Taiwán les quedan ahora pocas o ningunas ganas de protagonizar ningún Maidán en sus países. Y a los supuestos aliados, visto el trato dispensado a Europa, tampoco les entusiasmarán nuevos acuerdos con EEUU.

Tenemos, pues, un gran y difícil reto ante nosotros y nosotras, pero la derrota segura es de quien no da la pelea.


No hay comentarios: