Manuel Marrero Morales
Colectivo Prometeo
"De la austeridad al autoritarismo: cómo las crisis económicas han servido para desmantelar democracias y consolidar un capitalismo militarizado y excluyente".
1. De la austeridad post-2008 al neoliberalismo autoritario
A partir de 2008 aumentaron las políticas de austeridad y reformas estructurales en España y la UE, durante la crisis económica, comenzando con el Gobierno del PSOE y profundizándose con el del PP.
Estas reformas, impulsadas en gran medida por la troika (UE, BCE y FMI) como condición para rescates financieros, priorizaron la estabilidad fiscal y el pago de la deuda sobre el bienestar social, lo que generó un fuerte descontento y movilizaciones como el 15-M (2011). Con el ajuste neoliberal, las reformas buscaban reducir el déficit público sin tocar a las élites económicas (bajadas de impuestos a ricos, rescates bancarios), trasladando los costes a los bolsillos de la clase trabajadora y al deterioro de los servicios públicos.
Se produjo un intenso recorte de derechos en todos los terrenos: el laboral (precarización), la sanidad (copagos), la educación (recortes), las pensiones (retraso de edad), etc. Se incrementaron las privatizaciones: la sanidad, la educación y los servicios públicos se debilitaron para justificar su privatización. Siguió creciendo la desigualdad: mientras aumentaba el paro y la pobreza, el número de millonarios creció (5.4 % en 2012), evidenciando una redistribución regresiva, contraria al papel redistributivo que deberían jugar los Estados. Además, junto al fenómeno de recentralización del Estado, se encontraba ya en proceso de deterioro todo el edificio del Derecho Internacional y sus instituciones.
Lo que pasó después, ya lo conocemos: graves consecuencias sociales, con el aumento de la pobreza, la emigración juvenil y la pérdida de calidad en servicios públicos. Y la respuesta política, que constituyó el 15-M y el surgimiento de Podemos y de Unidas Podemos y la revitalización de los movimientos sociales, que lograron frenar algunas políticas (como la "ley mordaza" original o los copagos extremos). Luego vendrían los ciclos electorales en que el PSOE se vio obligado a girar a la izquierda tras 2015, y en 2018 llegó la moción de censura contra Rajoy. Sin embargo, muchas reformas (como la laboral de 2012) no se revirtieron totalmente. Se desplomó la economía con la COVID-19 y la pandemia (2020) reactivó temporalmente el papel del Estado, pero la inflación posterior y la crisis energética (2022) reintrodujeron los debates sobre la austeridad en Europa.
Ya en 2008 se anticipaba un conflicto entre democracia y capitalismo especulativo, que sigue vigente. En la UE persisten las reglas fiscales rígidas (Pacto de Estabilidad), aunque con más flexibilidad tras la pandemia. En el Estado español, las políticas de coalición PSOE-Unidas Podemos (2019-2023) mejoraron los salarios mínimos y los derechos laborales, pero no lograron revertir el modelo neoliberal. Y así los desafíos a los que seguimos enfrentándonos son el encarecimiento de la vivienda, la crisis climática y la precariedad juvenil, a lo que se ha sumado la guerra en Ucrania, el genocidio palestino, el creciente autoritarismo y la desaparición de las normas internacionales, cuyo exponente es la guerra arancelaria desatada por Trump y su gobierno de plutócratas.
2. Guerras y crisis como herramientas de control (Ucrania, Gaza, Trump)
Las crisis se usan para imponer reformas antipopulares, disciplinando a los de abajo, mientras la concentración de riqueza y el poder corporativo crecen. La diferencia es que hoy hay más resistencia (ej.: huelgas en Francia contra las reformas de las pensiones) y alternativas políticas (verde/izquierda en Europa). La guerra de Ucrania, el genocidio en Gaza, la guerra arancelaria de Trump, el auge del autoritarismo están profundizando y reconfigurando las crisis sistémicas que ya se denunciaban en 2008. No son fenómenos aislados, antes al contrario, todos ellos ayudan a reforzar el modelo neoliberal autoritario y militarizado, agravando las desigualdades y la desprotección social. Valga como ejemplo que en 2023, el 10% más rico en España acaparaba el 53% de la riqueza (Informe Oxfam).
La guerra de Ucrania (2022-actualidad) tiene como telón de fondo la crisis energética, el rearme y los recortes encubiertos. Así la inflación y el incremento del coste de vida, la subida de precios de la energía y los alimentos (por sanciones a Rusia) ha empobrecido a los hogares y a las Pymes, mientras las grandes energéticas (Repsol, Iberdrola) obtienen beneficios récord. El gasto militar se impone sobre el social. El gasto militar español creció un 25% en 2023, mientras el presupuesto para vivienda social caía un 7%. La OTAN presiona para aumentar el presupuesto militar (España llegará al 2% del PIB en 2029), recortando inversión en servicios públicos. Y en la UE neoliberal 2.0 se acelera la transición verde sin justicia social (ej.: las macrogranjas y las energías renovables privatizadas) y se flexibilizan las reglas fiscales, para favorecer el rearme para la guerra y para subsidiar a las empresas, no a la ciudadanía, salvo contadas excepciones como algunos proyectos públicos de energía comunitaria.
Respecto al genocidio en Gaza (2023-actualidad) ha quedado manifiesto el doble rasero geopolítico y la crisis ética de nuestras instituciones. Es evidente la gran hipocresía occidental, mientras la UE recorta en derechos sociales, gasta millones en armas para Israel (ej.: España exportó material militar por 1.1M€ en 2023). Se criminaliza la protesta pro-Palestina (represión del 8M en Madrid). Podemos afirmar que la crisis humanitaria una vez más aparece como negocio, las mismas corporaciones que se lucran con la guerra (Lockheed Martin, Indra) gestionan después la "reconstrucción" (como en Irak). Además, La ONU ha sido incapaz de frenar el veto de EEUU a un alto al fuego en Gaza, mostrando su crisis de legitimidad.
La guerra arancelaria de Trump parece desandar el camino de la globalización, que era el dogma imperante desde finales del siglo anterior. El Capitalismo, que sigue en modo de crisis permanente, defiende ahora el proteccionismo para ricos. Y así los aranceles de Trump (o los de la UE a coches chinos) protegen a las élites industriales, pero no a los trabajadores (ej.: la automoción española ya deslocaliza empresas hacia Marruecos). Se utiliza la inflación como excusa, las empresas suben los precios (lucro atribuido a la crisis), mientras los salarios se estancan (el SMI en España sigue bajo para el coste de vida, a pesar de las subidas). Parece que estamos entrando en una nueva fase neoliberal, se pasa de la "globalización feliz" a un capitalismo nacionalista y ultraproteccionista, donde los Estados rescatan a sus oligopolios (ej.: fondos UE para Telefónica, reindustrialización de EE.UU, reclamaciones de rearme de la industria armamentística).
3. El auge global del autoritarismo: Europa, EEUU y el Sur Global
El crecimiento del autoritarismo hace que la democracia esté quedando como una simple fachada. En Europa, la presencia de la ultraderecha en las instituciones (Vox, Le Pen, Meloni, Orban) normaliza los discursos racistas y apoya los recortes sociales (ej.: Italia recorta la sanidad para los migrantes). No podemos dejar de vincular el autoritarismo en Europa con estrategias de EEUU (ej.: cómo el Trumpismo inspira a Vox en su discurso antiinmigración). Siguen sin derogarse las Leyes represivas, como la "Ley mordaza 2.0" en este país, la criminalización de los okupas y la represión de las protestas (Francia, Alemania, España). En EE. UU., Trump proyecta un autoritarismo plutocrático, recortando impuestos a los ricos, expulsando a los migrantes como vulgares delincuentes y persiguiendo a la disidencia. En el Sur Global, nos encontramos con Golpes "blandos" (Perú, Bolivia), la motosierra de Milei en Argentina o las guerras por los recursos (Sahel) para mantener el expolio neocolonial. No quisiera dejar de mencionar el rol de China como contrapeso (ej.: su influencia en el Sur Global frente al neocolonialismo occidental).
4. Resistencia y alternativas: ¿Hacia dónde vamos?
Cuando el neoliberalismo muta, la resistencia también está obligada a hacerlo. Es evidente que el capitalismo financiero necesita las crisis para imponer su agenda. Hoy, con guerras y fascismo social, la estrategia es similar a 2008 pero más brutal. Se transmiten grandes dosis de miedo y se propicia la división, se nos habla descaradamente de rearme y de estar preparados para las guerras y se utiliza a las personas migrantes como chivos expiatorios para ocultar la explotación de clase. El Estado está pasando a ser la mínima expresión para los pobres y el máximo benefactor para los ricos. Se vuelve al rescate a los bancos (como en 2008), pero generando una deuda eterna para las jóvenes generaciones. Frente a ello, hay experiencias de éxito, como los casos de la derogación de la reforma laboral en Francia (2023) tras protestas masivas, o el movimiento BDS contra la ocupación israelí. Claro que hay alternativas: una Renta Básica Universal, las auditorías a la deuda, los impuestos a las grandes fortunas, las cooperativas energéticas, la ocupación de viviendas vacías, las huelgas de consumo, las Alianzas Sur Global (ej.: BRICS), el boicot a las corporaciones bélicas,…
Tendremos que seguir revitalizando los movimientos ciudadanos, como las mareas sanitarias o las huelgas climáticas y seguir en la pelea. El futuro depende de si las luchas sociales logran imponer una agenda antimilitarista, ecofeminista y redistributiva, o si el capitalismo, crisis tras crisis, nos lleva a un feudalismo tecnológico. Frente a ese creciente autoritarismo tendremos que superar el pesimismo y recuperar la alegría.
Frente a la ola autoritaria, la respuesta está en la organización transversal: sindicatos, ecofeminismos, pensionistas, plataforma anti desahucios, movimiento pacifista y movimientos antirracistas deben unirse para construir un futuro donde la democracia no sea una fachada, sino una herramienta de redistribución del poder.
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