Ana Isabel Bernal Triviño
Yo no estoy en los papeles de Panamá
Yo no estoy en los papeles de Panamá. Tampoco mi familia. Ni mis amigos.
Yo no estoy en los papeles de Panamá porque mi vida ha oscilado, según
el mes, entre lo que se llama pobreza o respirar un poquito.
Yo no estoy en los papeles de Panamá porque, en cambio, he estado en muchos otros.
He estado en los papeles del paro, en los de cláusulas abusivas de los
bancos, en la lista de espera del médico, en las de ayudas denegadas, en
las de grupos de investigación anulados, la de emigrar, papeles de
currículum repartidos que luego tiran a la basura, en la cartilla con
números rojos, en las declaraciones de renta miradas con lupa, en el
papel del autónomo, en los de becas para poder estudiar, en las
solicitudes de préstamos rechazados, en la lista donde marcan y
registran a aquellos que reclaman derechos en su empresa… Y en tantos
otros que no quiero declarar porque son del ámbito más cercano, de los
míos, y ahí yo pertenecía a eso que, con delicadeza, denominan como
víctimas "secundarias". A veces, ni siquiera he tenido identidad para
estar en ningún papel, sino de quedarme en un limbo, cuando en el paro
se agotan todos los recursos y pasas a ser invisible.
Mis amigos y allegados también han estado en otros papeles, aunque esos
apenas tienen repercusión. Han estado en la libreta de la tienda de
ultramarinos, cuando debían la leche o el pan que no podían pagar a fin
de mes. Han estado en los papeles del desahucio, en los morosos del
agua, en la lista para cortar la luz, en los papeles de embargos, en las
listas de dependencia, de los que esperaban su medicamento de hepatitis
C, en las entrevistas de trabajo rechazadas, en la del comedor escolar
para los niños... Y conozco un par de casos en los que ni siquiera, en
principio, formaron parte de ningún papel. Aquellos a quien la angustia
les llevó al suicidio, y los que sufrieron su pérdida no quisieron
reconocer su caso en las estadísticas.
En la vida
puedes estar en dos papeles. O apareces en los papeles del poder o en
los papeles de los oprimidos. O estás entre los que te salvas, o
apareces en los papeles de estadísticas de la exclusión, la desigualdad y
la pobreza.
Frente al paraíso fiscal está el infierno fiscal.
Mientras aparezcas en los papeles del poder disfrutarás de impunidad
quizás toda tu vida. Incluso si te pillan podrás recurrir a otras de tus
múltiples tapaderas y contactos… El dinero todo lo calla. Pero si,
víctima de la necesidad de sobrevivir, caes en un fraude menor, puede
ser que arrastres una multa durante media vida. Luego, ellos mismos
dirán que vives de papá Estado. Lo dicen quienes viven de papá Capital y
quienes viven del Estado para privatizar y enriquecerse. Y,
precisamente, inciden en llamarte así porque no quieren aportar ni un
céntimo a los demás, salvo para esa filantropía y las obras de caridad
que siempre quedan bien. Por eso, incluso Hacienda desgrava las
donaciones.
No estar en los papeles de Panamá
significa que sufrirás recortes sociales, que tendrás más listas de
espera, que aumentará el copago de los medicamentos, que tus hijos
pueden dejar de entrar en la universidad, que se reduzca el empleo
público, que baje el consumo, que tu hijo sufra pobreza o marginación…
Por todo eso, estar en los papeles de Panamá es muy rentable. Para
quienes están ahí. Porque ellos, con su dinero evadido y si no tienen
otra alternativa, sí pueden pagar su sanidad privada, la universidad
privada para sus hijos, su comida de la mejor calidad, sus viajes por el
mundo para evadirse, sus medicamentos retirados de la cartera
sanitaria, sus asistentes, sus asesores, sus viviendas o sus yates.
Ellos son los de los papeles de Panamá, de Suiza, de las amnistías y de
las sociedades fantasma. Ellos son los que conocen el paraíso, donde no
dar explicaciones. El auténtico. Casi el cielo.
Yo
no estoy en los papeles de Panamá. Porque siempre he estado en los
papeles de España. Y por eso, siempre, me ha tocado estar con mis pies
descalzos en el suelo.
1 comentario:
Pero no estás sola, hay muchos descalzos. Y aun no estando descalzos, todavía hay algunos pocos dignos, inteligentes, valientes y fraternales que no entienden la lucha por estár personalmente descalzo sino por hacer justicia, el bien y construir otro mundo. Esos son los fundamentales. Los de los pies descalzos que solo luchan en igual proporcion cuando están descalzos, en realidad también venden su amor por la justicia y la libertad. En ultima instancia pueden ser parcial o totalmente comprados por el que controla el sistema que casi todos asumen por numerosas debilidades.
El obrero que lucha solo cuando le cierran personalmente la empresa de explotación laboral capitalista en la que es explotado (y de la que se queja mucho pero abraza amorosamente cuando desaparece) no lucha en realidad por la libertad y la justicia, porque solo lo hace por la suya, ergo no es libertad y justicia pues estas solo son concebibles a través de lo colectivo en sistemas colectivos (sociedad).
El ser fundamental es aquel que tiene un compromiso firme y personal con la libertad, la justicia y la fraternidad a través de la razón, el rigor analítico, la experiencia y su posterior o transitoria practica coherente.
El obrero que solo lucha por sus derechos personales también es bienvenido, máxime teniendo en cuenta la situación actual, pero no seria más que un futuro capitalista si le dejasen, porque su individualismo ganaría frente a su colectivismo y amor por los demás, y la irrefrenable idea de otra humanidad desarrollada. La mayoría de los obreros no les importa ya esta ultima condición, les ha ganado la falsaria idea del Sueño Americano individual, que obviamente sus amos nunca les permiten (por medio del sistema impuesto con la violencia) alcanzar pues dejarían de ser amos. El sueño americano, que no es más que la idea contemporánea nacionalizada y comercializada sociológicamente en USA (parte del conglomerado de paganismos ideológicos políticos y sociales (teorías sociales) que integra el neoliberalismo=capitalismo) y usada de otras ideas económico productivas del pasado, termina por crear puro capitalismo e injusticia.
Claro que hay que emprender, faltaría más; pero no una empresa de explotación, sino el comunismo libertario. Seamos, pues, emprendedores. Pero a tortas figuradas o no contra el capital(ista/-ismo)
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