Fuente: Cuarto Poder
MANOLO MONEREO
Diputado Unidos Podemos -Córdoba
Miembro del FCSM
Para Carlos de Cabo, maestro.
Los recientes debates de investidura dan para mucho. Quisiera
referirme sólo a un aspecto, el papel de la derecha y, específicamente,
de Mariano Rajoy en este debate. Lo nuevo, lo
sustantivo, es la plasmación completa de un nacionalismo español a la
altura de los tiempos, a las tendencias europeas fundamentales. Rajoy,
en sus diversas intervenciones, en sus réplicas y dúplicas ha puesto de
manifiesto un proyecto claro, diferenciado y preciso de país. El viejo
nacional-catolicismo muta en nacional-constitucionalismo, es decir, la
derecha se apropia definitivamente de la Constitución del 78 y la
convierte en un instrumento para impedir el cambio político, social y
constitucional de país.
La cosa viene de lejos. El PP, desde la época de Aznar,
intentó —consiguiéndolo— construir una nueva derecha sin complejos que
revisaba la historia y la ponía al servicio de la renovación de una
derecha con voluntad de hegemonía. Transición y Constitución, su
interpretación, se convierten en el centro de esta propuesta de los
nuevos conservadores. La clave discursiva es conocida: la democracia la
trae el Rey y la impulsan los sectores reformistas del Régimen. El motor
del cambio es el monarca, sus prodigiosas habilidades y su valentía en
los momentos decisivos. Con habilidad, termina legitimándose hasta la
propia dictadura de Franco. Los cambios operados en la sociedad, en la economía por el desarrollismo y el nombramiento de Juan Carlos como sucesor son piezas maestras que acaban conduciendo al establecimiento de una democracia normalizada y estable.
La Constitución es convertida en algo intocable pero modificable
cuando es necesario acentuar su interpretación o sus contenidos más
regresivos. En ella cabe todo, siempre que coincida con los que mandan y
no se presentan a las elecciones. La constitución material que se ha
ido configurando por el juego complejo y contradictorio del ordenamiento
jurídico de la UE, las interpretaciones del Tribunal Constitucional y
los cambios operados en la propia Constitución, como el del artículo
135, la convierten en instrumento adecuado para la derecha. A la visión
patrimonial de España, de una España suya y naturalmente dirigida por el
PP, se añade ahora una sacralizada Constitución cuyos contenidos y
conceptos básicos deben de ser interpretados tal como lo hacen las
fuerzas conservadoras del país. Ellos y sólo ellos la definen.
Rajoy lo repitió varias veces y cada vez con más claridad: ellos son
los garantes de esta Constitución y la convierten en un instrumento
propio y a su servicio. El nacionalismo español hace suya esta
Constitución y la convierte —vale la pena insistir sobre ello— en un
obstáculo, no sólo al cambio político, sino sobre todo, al propio cambio
constitucional. Las paradojas son múltiples. La normativa comunitaria
se acaba imponiendo sobre la Constitución —reajustándola,
reinterpretándola, desvirtuándola— y actuando, en la práctica, como un
ordenamiento superior; a su vez, todos los aspectos más progresivos de
la misma van perdiendo eficacia y, lo que es más grave, su carácter
normativo se degrada sin límites.
El candidato y presidente en funciones se lo recordó a Pedro Sánchez:
estuvimos de acuerdo en la reforma del artículo 135, pero en otras
cosas fundamentales también, como en las políticas exterior y de
defensa, en los tratados europeos, en la llamada crisis territorial y,
más allá, en los acuerdos básicos que esta Constitución garantiza y
ordena; ellos, PP y PSOE, son el régimen y bipartidismo el fundamento
del mismo. De ahí que, en un momento en que éste está puesto en
cuestión, deben defenderlo conjuntamente en un gobierno de coalición o
llegando a acuerdos que aseguren su mantenimiento.
La diferencia de Sánchez con Rajoy —no cabe engañarse— tiene que ver
con el cómo y con quién defiende mejor este régimen. La hipótesis
Sánchez es clara: ellos son los únicos capaces de derrotar a Unidos
Podemos. Para decirlo de otra forma, la perpetuación del régimen
necesita un PSOE fuerte y hegemónico en la izquierda; defender el
régimen es, para Pedro Sánchez, defender al PSOE, ésta es su apuesta, al
menos, hasta el día 25, después se verá. Cuando Sánchez defiende un
gobierno “del cambio” con las tres fuerzas “del cambio” (PSOE, Unidos
Podemos y Ciudadanos) está imponiendo un discurso político cuyo
contenido es fácil de interpretar: el eje del cambio es el PSOE. A la
vez define los componentes, Unidos Podemos y Ciudadanos; para concluir
que, si no hay acuerdo, el culpable es, en primer lugar, Unidos Podemos y
después, lejanamente, Ciudadanos. Los que defienden un acuerdo de
gobierno entre Unidos Podemos y Ciudadanos, lo que verdaderamente hacen
es defender al PSOE e impedir cualquier tipo de cambio, es decir, volver
al bipartidismo de una u otra forma.
Asombra que se pueda defender un gobierno del cambio, tal como lo
hace Pedro Sánchez; situar como posible aliado al partido de Rivera es
impedir, de hecho, el acuerdo con UP. Las dos cosas no son posibles y el
PSOE lo sabe. Las razones son evidentes en todos los temas centrales.
Como se ha visto recientemente en su acuerdo con el PP, Ciudadanos es la
nueva derecha, defiende y defenderá propuestas que sintonizan abierta y
claramente con el ideario neoliberal y con las políticas de austeridad,
por no hablar de la política internacional, de la defensa o de la UE.
Por si esto no valiese, Ciudadanos ha dicho, por activa y por pasiva,
que Unidos Podemos son sus enemigos y que no pactarán con ellos. ¿Por
qué se sigue insistiendo en un gobierno a tres?: para impedir un acuerdo
de gobierno PSOE-UP en base a un programa de regeneración democrática,
de defensa de la soberanía popular que garantice los derechos sociales,
la reforma federal del Estado y asegure los derechos fundamentales. Todo
lo demás es hacerle la campaña electoral al PSOE.
Esta derecha tiene un proyecto de país y lo va a defender hasta el final. Como le recordó Hernando a Rivera,
ellos son los que mandan, los que dirigen el país y no van a ceder ante
partidos artificialmente montados por los poderes económicos. La
soberbia, la prepotencia de la que hizo gala Rajoy, demuestra que ellos
sí que no temen unas terceras elecciones y que irán a ellas para buscar
una mayoría absoluta. Van a por todas y buscan desesperadamente
asegurarse el monopolio de la legalidad que esta Constitución les
garantiza. Hablar de proceso constituyente empieza a ser una necesidad
constitucional, al menos, desde una concepción de la democracia
entendida como autogobierno de las ciudadanas y de los ciudadanos.
1 comentario:
Bien por el articulo compañero Monereo.
Sin embargo creo que hay que recordar que el fundador del PP voto no a la actual constitución por que quería la bandera del aguilucho, ni quería el divorcio, o el aborto puesto que sus mujeres se iban a Londres. Que creo que aunque no lo nombre no se le habrá olvidado.
En cuanto a la política que ha llevado Podemos en las autonomías nacionalistas creo de deben de ser acertadas por los resultados obtenidos.
¿Pero alguien cree que un partido puede obtener la mayoría en el parlamento solo con ganar en las autonomías nacionalistas?
Sino hilan muy fino con ese tema se harán el anakiri.
¿Como compaginar España con las distintas autonomías es algo que resultara muy difícil y no parece que los de Podemos se enteran y la izquierda en general tampoco?
Lo que si parece que se va demostrando es que si Podemos quiere llegar al poder, es que tendrá que conseguir al menos 176 escaños, porque el P-SO-E siempre pastara con la derecha .
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