Caravaggio:La conversión de san Pablo |
Julio Anguita
Colectivo Prometeo
La exclusividad política e informativa del tortuoso proceso negociador, cara a la mayoría suficiente que garantice la Investidura de Pedro Sánchez, a fuer de cansina, aburrida y desmoralizadora, ha devenido en una versión made in Spain del cuento de la buena pipa.
La caverna política y mediática han agotado dicterios, anatemas y augurios sombríos para España. Los poderes económicos, más recatados en las formas, pero igualmente combativos, no ocultan su inquietud; todo lo más se parapetan tras un "ya veremos", que resulta más inquietante aún que la masiva pólvora verbal de sus correligionarios políticos. Muchos de los egregios y jubilados barones del puño y la rosa se han pasado, como el arzobispo don Oppas en la batallas del río Guadalete (año 711), al enemigo ¿o tal vez ya lo estaban? Y todo ello en el marco del permanente revolcón que los tribunales europeos le están dando al Supremo. Menos mal que, dicen, estamos en un Estado de Derecho, en el que, por otra parte, la Junta Electoral campa por sus respetos.
Sin embargo, todo lo anterior, con ser preocupante, lo es menos que la pregunta con la que se titula este artículo. El candidato a ser investido presidente no quiso la alianza con Unidas Podemos cuando ésta - y él mismo - tenían más respaldo parlamentario que ahora (exactamente diez diputados). ¿Qué produjo la caída del caballo de este nuevo Saulo? La respuesta es sencilla: salvar su cuello de la posible investidura de otro candidato del PSOE con el apoyo de la derecha en todas sus versiones parlamentarias. Y además la hipótesis de que vista la insistencia de UP en formar parte del Ejecutivo, sería relativamente fácil -apelando a la "responsabilidad de Gobierno"- consumar un abrazo del oso que invalidara en la práctica las pretensiones sociales y fiscales del socio gubernamental.
Pero la realidad es que el Gobierno de PSOE y UP, si se concreta, no tiene más que una salida digna y con garantías de reforzarse electoralmente en el futuro: ganar el apoyo social, político y electoral de una mayoría ciudadana movilizada. Los coaligados para gobernar tienen enfrente una oposición económica, social, política y mediática de gran envergadura y el PSOE la tiene además en su propio seno partidario. Por otra parte, Unidas Podemos ha perdido organización y políticamente se halla en una situación de impasse, y a expensas de la confirmación de su apuesta: gobernar.
La gran paradoja es que Sánchez, social- liberal, con poca sintonía con UP y lo que representa, no tiene más alternativa como Gobierno que una política claramente social: fiscalidad, pensiones, jubilaciones, vivienda, salario mínimo, protagonismo de lo público, etc. Y junto a ello, lucha contra la corrupción y desarrollar la transición energética. Y si el Parlamento tumba sus propuestas, no importa; la vista debe estar puesta a largo plazo, teniendo a la mayoría social de su parte. La mayoría ciudadana se concreta en el tiempo, Esto es una lucha con horizontes estratégicos. ¿Será Sánchez capaz de emular a Thomas Becket (1119-1170), arzobispo de Canterbury? ¿Será capaz UP de no olvidar que estar en el Gobierno no implica necesariamente gobernar?
Pero si la política del futuro Gobierno (si lo hay) se limita a gestionar lo existente y a eludir la confrontación ideológica, económica y de valores, estará cavando su fosa como Gobierno y además la fosa del PSOE y de UP como organizaciones. La derecha ha iniciado la guerra. La izquierda y la progresía, ¿qué hacen, aparte de estar callados? Sería importante saber si PSOE y UP están preparando y tensando a sus respectivas militancias para lo que se nos viene encima. De no ser así, el Gobierno, autodenominado como progresista, ya está derrotado.
La caverna política y mediática han agotado dicterios, anatemas y augurios sombríos para España. Los poderes económicos, más recatados en las formas, pero igualmente combativos, no ocultan su inquietud; todo lo más se parapetan tras un "ya veremos", que resulta más inquietante aún que la masiva pólvora verbal de sus correligionarios políticos. Muchos de los egregios y jubilados barones del puño y la rosa se han pasado, como el arzobispo don Oppas en la batallas del río Guadalete (año 711), al enemigo ¿o tal vez ya lo estaban? Y todo ello en el marco del permanente revolcón que los tribunales europeos le están dando al Supremo. Menos mal que, dicen, estamos en un Estado de Derecho, en el que, por otra parte, la Junta Electoral campa por sus respetos.
Sin embargo, todo lo anterior, con ser preocupante, lo es menos que la pregunta con la que se titula este artículo. El candidato a ser investido presidente no quiso la alianza con Unidas Podemos cuando ésta - y él mismo - tenían más respaldo parlamentario que ahora (exactamente diez diputados). ¿Qué produjo la caída del caballo de este nuevo Saulo? La respuesta es sencilla: salvar su cuello de la posible investidura de otro candidato del PSOE con el apoyo de la derecha en todas sus versiones parlamentarias. Y además la hipótesis de que vista la insistencia de UP en formar parte del Ejecutivo, sería relativamente fácil -apelando a la "responsabilidad de Gobierno"- consumar un abrazo del oso que invalidara en la práctica las pretensiones sociales y fiscales del socio gubernamental.
Pero la realidad es que el Gobierno de PSOE y UP, si se concreta, no tiene más que una salida digna y con garantías de reforzarse electoralmente en el futuro: ganar el apoyo social, político y electoral de una mayoría ciudadana movilizada. Los coaligados para gobernar tienen enfrente una oposición económica, social, política y mediática de gran envergadura y el PSOE la tiene además en su propio seno partidario. Por otra parte, Unidas Podemos ha perdido organización y políticamente se halla en una situación de impasse, y a expensas de la confirmación de su apuesta: gobernar.
La gran paradoja es que Sánchez, social- liberal, con poca sintonía con UP y lo que representa, no tiene más alternativa como Gobierno que una política claramente social: fiscalidad, pensiones, jubilaciones, vivienda, salario mínimo, protagonismo de lo público, etc. Y junto a ello, lucha contra la corrupción y desarrollar la transición energética. Y si el Parlamento tumba sus propuestas, no importa; la vista debe estar puesta a largo plazo, teniendo a la mayoría social de su parte. La mayoría ciudadana se concreta en el tiempo, Esto es una lucha con horizontes estratégicos. ¿Será Sánchez capaz de emular a Thomas Becket (1119-1170), arzobispo de Canterbury? ¿Será capaz UP de no olvidar que estar en el Gobierno no implica necesariamente gobernar?
Pero si la política del futuro Gobierno (si lo hay) se limita a gestionar lo existente y a eludir la confrontación ideológica, económica y de valores, estará cavando su fosa como Gobierno y además la fosa del PSOE y de UP como organizaciones. La derecha ha iniciado la guerra. La izquierda y la progresía, ¿qué hacen, aparte de estar callados? Sería importante saber si PSOE y UP están preparando y tensando a sus respectivas militancias para lo que se nos viene encima. De no ser así, el Gobierno, autodenominado como progresista, ya está derrotado.
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