lunes, 17 de mayo de 2021

Con Julio Anguita hacia la Utopía

 

Julio ( izqda.) y Rosa ( dcha,) durante la presentación de un libro
Fuente: Diario Córdoba

Esta es la primera vez que escribo algo sobre Julio Anguita, desde su marcha definitiva hacia la nada. Un año después de ese 16 de mayo en que la vida nos golpeaba duramente, arrebatándonos al amigo que orientaba, en gran medida, la utopía por la que caminar hacia una sociedad justa, igualitaria y comprometida. Se me quebró la voz, se me anudó la garganta, se quedó mi pensamiento en blanco.

Conocí a Julio Anguita en 1988 de la mano de Félix Ortega Osuna, mi compañero del alma, de vida, de sueños, el padre de mi hija, María; uno de los buenos y grandes amigos de Julio. Félix, mientras vivió, fue para Julio el camarada fiel, el amigo personal y el hombre de confianza en Córdoba.

Junto a Julio y su compañera Juana, que compartía con Félix una estrecha y profunda amistad y, más tarde, al lado de su hija Carmen, compartimos muchos momentos de alegrías, sentimientos, nostalgias, luchas sociales, sueños y también derrotas y frustracciones. Fueron los años de Julio como secretario general del Partido Comunista, candidato de IU a las elecciones generales, con sueños de algún día alcanzar la presidencia de la nación. Los poderes fácticos lo impidieron con falsedades y traiciones, pero estoy segura de que hubiera sido un gran presidente igual que fue un buen alcalde de Córdoba antes de conocerlo yo.

Tras la muerte de Félix, la actividad social cobró mayor importancia y siempre al lado de Julio Anguita, porque él era el maestro y el amigo que sabía poner en palabras para comprender lo que supuso, por ejemplo, el tratado de Maastricht para la agricultura española. Sabía explicar con palabras sencillas cómo afectaba el euro a nuestra bolsa de la compra, cómo era necesario salir de la OTAN; las relaciones entre los pueblos no pueden estar basadas en relaciones de poder sino de justicia social. La gente lo entendía cuando desmenuzaba los entresijos de los tratados de libre comercio (TTIP, CETA) advirtiéndonos de los efectos perversos que esa supuesta libertad supondría para la ciudadanía a ambos lados del Atlántico: más beneficios para las élites empresariales y más precariedad laboral para trabajadoras y trabajadores, con cada vez menos derechos. Julio se adelantó a todos los tiempos.

Caminaba a su ritmo, ni muy lento, ni muy rápido y mientras caminaba, pensaba; fui testigo en varias ocasiones compartiendo la palabra o el silencio. Siempre decía que caminar le ayudaba a poner las cosas en su sitio, también en los momentos difíciles.

Me sorprendió enormemente cómo encaró un momento tan drámatico como la muerte de su hijo Julio Anguita Parrado y me ayudó a entender la importancia de entregarlo todo en la vida, como él hacía, y no temerle a la muerte. Ese fue su aprendizaje como él ha comentado públicamente: no temerle a la muerte.

Su actitud, su prudencia y su respeto hacia las personas con las que convivió, a lo largo de la vida, y las actividades sociales en las que hemos coincidido, me han permitido mantener también una buena relación, afectiva y amistosa con Antonia Parrado, su hija Ana y su hijo Juan Antonio, a quienes aprecio sinceramente.

Julio Anguita, ya jubilado, como político no se jubiló nunca, siempre en el tajo. Ser ciudadano o ciudadana permite gozar de derechos pero también comporta obligaciones, no solo la de ir a votar cada 4 años. Esto es lo que nos enseñó con su actitud, participando en las luchas cotidianas de los movimientos sociales o tratando de posibilitar la organización ciudadana, de una forma crítica, que pudiera hacer frente al poder establecido. Lo intentó desde el colectivo Prometeo, al cual pertenezco y desde el Frente Cívico Somos Mayoría, con el que colaboré intensamente. Mi agradecimiento y reconocimiento a ambos grupos por sus reflexiones y toda la actividad desarrollada, en la que también participaba activamente, con un gran apoyo, Agustina, su compañera de vida en su última etapa.

La Transformación social no se puede llevar a cabo sin una ciudadanía formada y organizada. Así lo dejó escrito en uno de sus últimos libros titulado ‘Combates de este tiempo’: «La transformación de la sociedad conlleva la transformación de los individuos en el marco de valores clásicos, y ya olvidados: austeridad, dignidad, solidaridad, universalidad, reivindicación de derechos, ejercicio de deberes y permanente referencia a los derechos humanos y la utopía» (p.193). Comparto este pensamiento plenamente, haciendo hincapié en que «los individuos» como él dice, somos hombres, mujeres y personas no binarias en toda su diversidad, con procesos de socialización diferentes e injustos, generalmente penosos para las mujeres. Pero sí estoy de acuerdo en que esa transformación social, inclusiva, nos exige llevar a la práctica esos valores que Julio describe.

Participar, pensar, sentir, proponer, actuar y reflexionar colectivamente, de forma democrática, pacífica, rebelde y firme, es la utopía que nos plantea Julio Anguita para transitar hacia una sociedad justa, igualitaria e inclusiva.


1 comentario:

Marian M dijo...

Su figura politica será inolvidable y como persona tristemente no lo conocí pero me transmitió toda la vida bondad y honestidad , hoy lo lloramos y sobre todo lo echamos de menos en tiempos aciagos ojalá más julios en esta vida , bonitas palabras las de este texto como el resto de compañeros, magnífica labor la de este colectivo en múltiples causas y en recordar y reconocer la el legado que nos ha dejado este maestro. Saludos