Remedios Copa
Colectivo Prometeo
La realidad pega con tanta fuerza en nuestra cara que en esta guerra contra la verdad, al igual que en el campo de batalla entre Ucrania y Rusia, cada vez nos preguntamos con más frecuencia si queda algo independiente que no sucumba a la mentira y sea fiel a la realidad en el relato.
Como quién gana el relato gana la guerra, la mentira y la desinformación son las armas más eficaces para mantener a la ciudadanía en la convicción de que la línea oficial de nuestro bando es la correcta y evitar así todo cuestionamiento que pueda provocar disensiones o revueltas.
En la guerra que se materializa en Ucrania, hasta ahora el relato ganador es el de occidente; es decir, el de Ucrania, OTAN y EEUU, lo que demuestra que quien controla la información controla la opinión de las masas.
Hasta ahora el veto a la información del otro bando dio buenos resultados, y soslayar o minimizar la información sobre protestas o disidencias con respecto a la participación en la guerra o a las sanciones impuestas a Rusia y sus consecuencias para la UE que se han vuelto contra la clase trabajadora, también.
No hay que olvidar que son fondos buitre y grandes corporaciones quienes controlan la mayoría de los medios de comunicación, sean del tipo que sean: prensa, radio, televisión, plataformas e incluso incursiones en la industria cinematográfica; porque la industria del entretenimiento también tiene ideología y capacidad de calado en el pensamiento de quienes la consumen.
Todas las informaciones que no gustan son tachadas de propaganda o fake news. Solamente se consideran ciertas las informaciones que coincidan con el bando que las califica. Cuando la fuente describe la realidad objetiva puede ser atacada por uno de los bandos en función del contenido y el momento. Da igual la fuente, dan igual los testimonios, da igual el contexto. La dicotomía no soporta matices.
Se han descalificado en unos casos, y eliminado en otros, informaciones publicadas en The Guardian, New York Times, Washington Post, Vídeos de militares ucranianos en la red, e incluso los informes de Amnistía Internacional, porque no coincidían con la línea oficial de información en occidente.
Amnistía Internacional, tachada por Rusia de enemiga por su pronunciamiento en contra de su entrada en Ucrania, es ahora reprobada por Zelenski por el informe sobre las actuaciones del ejército ucraniano poniendo en peligro a la población civil, ubicándose en zonas pobladas y estableciendo en escuelas y hospitales, guarderías y centros residenciales su centro de operaciones y realizar sus ataques desde ahí, convirtiendo esas instalaciones civiles en objetivos militares sin haber desalojado previamente a la población civil; es un hecho constatado al menos en 19 localidades pobladas. En 22 de las 29 escuelas visitadas por Amnistía Internacional encontraron instalada maquinaria militar, armamento, municiones, raciones de comida, uniformes y otros signos que indicaban actividad militar allí, actual o anterior.
A estas alturas, sobre todo un buen número de opiniones críticas, hablan cada vez más abiertamente de que se trata de una guerra de EE UU y Rusia; Ucrania y su guerra interna apoyada desde 2014 por los EE UU quedan cada vez más relegadas al papel de un peón útil para la estrategia geopolítica estadounidense que, en la procura de sus propios interese tanto políticos como económicos, involucró a la OTAN y arrastró, sin voz ni voto, a la U E.
Para empezar, tres grandes Compañías norteamericanas se han hecho con una extensión de las mejores tierras de cultivo ucranianas, llamadas “tierras negras”, similar a Italia. Mientras tanto, como afirma el investigador del CSIC, Antonio Turiel, “Europa va hacia la irrelevancia: no tiene recursos y no se los van a vender”. Por otra parte, la nueva ayuda de 5.000.000.000 de euros de la UE a Ucrania, son un préstamo avalado por países de la UE; préstamo que terminarán asumiendo los avalistas de la UE porque muy poco va a poder pagar una Ucrania devastada.
También la UE se verá devastada y empobrecida “con la presión sobre los suministros de energía y el aumento del coste de vida causado por la guerra de Rusia”, afirmaban el Secretario de Estado de los EE UU, Antony Blinken y el Secretario General de la OTAN, Jens Stoltenberg en una conferencia conjunta en la que advertían de que la guerra de Ucrania estaba entrando en fase crítica y pedían nuestro apoyo. Advertía de que “en los próximos meses se pondrá a prueba nuestra unidad y solidaridad”.
Mientras que el diario El Mundo asegura que en España, desde hace varias semanas, se está preparando la llegada de contingentes militares ucranianos a Zaragoza para ser entrenados en instalaciones patrias, diversos testimonios mencionan la presencia de tropas regulares de Polonia en Ucrania. Por su parte, EE UU anuncia su apoyo a las empresas de reconstrucción y, en especial, a las corporaciones armamentistas.
Leía hace poco en una entrevista a Wolfgang Schäuble que cuando los mejores son presa del extravío, quizá podemos concluir que las cosas no van bien; también manifestaba sus dudas de que, tras la guerra de Ucrania, “lo que queda por salvar, si es que queda algo, de la posibilidad siempre remota de construir una Europa independiente dotada de una política de seguridad igualmente independiente”, fuese posible.
Con tantos intereses de los poderosos y las interrelaciones de unos con otros, ¿queda algo independiente en esta guerra? Desde luego que la excepción existe, pero hay que esforzarse tanto en la búsqueda para encontrarla que muy pocos darán con ella.
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