Colectivo Prometeo
Como bien
sabes, ayer domingo 21 de diciembre se celebraron las elecciones autonómicas a
la Asamblea de Extremadura. Habían sido anticipadas por la actual presidenta Guardiola,
con el objetivo de reforzar su gobierno en la pugna que a nivel nacional
mantienen la Derecha Extrema (PP) y la Extrema Derecha (VOX),
aunque el resultado final, que a priori debía de sonarle muy bien en su cabeza,
no ha sido el esperado. Pese al brutal hundimiento del PSOE.
Intento
explicarme. Si analizamos los datos concretos, llama la atención en primer
lugar el poderoso avance de la Abstención, que sube del 27.57% de las
pasadas al 37.26%, un 9.69% más, con una participación de solo el 62`73%.
En cuanto a
los datos numéricos puros, el vencedor de las elecciones ha sido el PP tras obtener un 43.18% de los votos y un escaño más que en las anteriores (29).
Pero si comparamos los votos recibidos con el 2023, pierde 7935 sufragios,
algo, a mi entender, bastante significativo.
El segundo
partido, PSOE, sufre un batacazo histórico, dejándose en el camino 10
diputados, 106.642 votos y consiguiendo el resultado más bajo de su
historia (25.72%)
El tercer
partido es Vox. La organización neofranquista sube hasta el 16.9%,
aumentando su número de votos en 36.960 y sus diputados en 6, hasta
los 11.
Y en cuarto
lugar se ha situado Unidas por Extremadura, que incrementa todos sus números en positivo: 3
diputados más (hasta 7), 10.25% de los votos (+ 4.27%) y 17.810
sufragios nuevos.
El panorama se explica bastante bien: un PSOE
al que le explotan los casos de corrupción y machismo (capaz de dispararse un
tiro en el pie nombrando candidato a Miguel Ángel Gallardo pese a su
imputación), se ha enfrentado a una Ultraderecha – es imposible en el relato distinguir
al PP de Vox- hiperventilada y totalmente alimentada con bulos, mentiras y lo
que hiciera falta. Y esta última ha
ganado de calle al acaparar más del 60% de los sufragios emitidos.
El órdago, sin embargo, no le ha
salido como esperaba al PP pues ha terminado reforzando el flanco más extremista, a los
representantes, sin complejos, del trumpismo español, que ven como la ausencia
de ideas y de propuestas colectivas las puede suplir, con éxito,
agitando la pulserita rojigualda y buscando enemigos a los que echar la culpa.
La táctica ya le funcionó a Goebbels y, por lo que
se percibe, sigue vigente.
En este panorama, la única nota
positiva para la Izquierda la ha aportado Unidas por
Extremadura. Desde el
primer momento fue la apuesta
del Colectivo Prometeo porque consideramos que la Izquierda Alternativa Extremeña, representada por la coalición, ponía
sobre la mesa algunos de los argumentos que debíamos copiar en el resto del
país: trabajo en la calle, voz templada pero con argumentos radicales,
unidad alrededor de un programa común pero impregnado de empatía, solidaridad,
altruismo y amistad.
Además, se ha conseguido contar con la
presencia de los líderes nacionales de IU
y Podemos (Irene Montero, Ione Belarra, Enrique Santiago, Antonio
Maíllo…) pero sin
que haya recaído sobre ellos el protagonismo absoluto, porque este recaía
sobre Irene de Miguel, Nerea Fernández y el resto de compañeras y compañeros de
Extremadura, que proyectaron a la Ciudadanía un programa creíble que hablaba y
se centraba en los problemas de la tierra.
En el Colectivo Prometeo tenemos muy claro que la presencia
institucional no puede ser la única herramienta y tiene que ir acompañada por
el empuje de la calle. Porque, como decía nuestro querido Julio Anguita, el ideal es llegar al Gobierno
con “el BOE en una mano y la Ciudadanía [ con la otra, defendiendo sus Derechos]
en pie de guerra”.
No podemos
negar las evidencias, la actual fortaleza de la ultraderecha y la derecha
extremista es una realidad. Nuestra respuesta como Izquierda no puede ser
ponerle además una alfombra roja para que llegue al Poder empujada con nuestras
miserias y disensiones.
En 2026 nos
esperan nuevas citas electorales autonómicas: en mayo- junio Andalucía,
marzo Castilla-León y, la más cercana, el domingo 8 de febrero en Aragón. Precisamente
un ejemplo de esta última comunidad, al que denomino el “error Huesca”, debería hacernos reflexionar.
Aunque el relato suena a chiste poco creíble, es para nuestra desgracia, totalmente
cierto.
Vamos a retrotraernos
a las municipales del 2023 de Huesca capital. En la ciudad se
presentaron las listas de PP, PSOE, Vox y , por separado, 4 de la Izquierda (Podemos, Cambiar
Huesca -en ella iba IU-, Chunta Aragonesista
y Equo). Seguramente pensaron, con
total honestidad, que así les iría mucho mejor y podrían dilucidar en la misma
tacada la hegemonía electoral dentro de la Izquierda. La moraleja viene ahora:
para tener representación municipal se requiere al menos el 5% de los votos.
Al final de la
noche, tras recontar los votos, Podemos obtuvo el 4.68%, Cambiar Huesca el
4.47%, Chunta el 4.43% y Equo el 4.30%. Ninguna fuerza obtuvo representación,
se desperdiciaron como si nunca hubieran existido el 17.88% de los sufragios y,
actualmente, gobiernan la ciudad sin problema PP y Vox.
Nadie
escarmienta en cabeza ajena, pero, como ya nos ha pasado, sería interesante una
reflexión conjunta sobre hacia donde nos pueden conducir vetos cruzados, enroscamientos
y competiciones para ver quien tiene más larga su Izquierda.
¿Alguien cae
en la cuenta, en estas situaciones, de que cuando no luchamos juntos la Derecha
no tiene problema alguno para acogotarnos por separado?



1 comentario:
Gracias Juan, por tu análisis y por recordarnos la lección de Huesca
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