lunes, 8 de septiembre de 2014

Nunca con el PSOE


Jorge Alcázar
 FCSM y Colectivo Prometeo

  Desde que las encuestas muestran a Podemos como una fuerza potencial de cambio y ruptura del bipartidismo, voces de aquí y allá hacen pronósticos, quejas, rogatorias y vaticinios. Se ha instalado dentro de las estructuras de poder enraizadas en los grandes partidos políticos, una tendencia perversa para valerse de Podemos a la hora de quitarse el miedo e intentar regenerar aquello que los acontecimientos han puesto de manifiesto que está podrido y decrépito, y que la sociedad española ha empezado a interiorizar como tal.
     Lo último en esta moda nos viene del lado de la socialdemocracia y de sus seguidores, así como de cierto sector de la izquierda, empecinado en llevar a cabo políticas de la confusión y del esperpento ideológico. En fechas recientes, algunas voces destacadas de estos lugares inciertos han venido a señalar, de forma velada o con total descaro, que la consumación del poder pasa por recuperar al PSOE para poder organizar un “frente de izquierdas”. Lo anterior puede obedecer a dos causas: 1) estos señores y señoras son presas de una confusión terrible, o 2) son cantos de sirena que de forma desesperada el poder real está utilizando para hacer descarrilar un proyecto que los puede arrojar del poder y de los privilegios que desde hace demasiado tiempo ostentan.
      La regeneración del PSOE como fuerza transformadora pertenece al terreno de la ciencia ficción política, social y económica. El movimiento de cambio que parte de la sociedad española ha impulsado arroja productos como el de la formación liderada por Pablo Iglesias, pero lo que los señores “conciliadores” no ven o no quieren ver es que Podemos no es la enfermedad que aqueja al poder institucionalizado en España, desde la Transición o incluso antes, si no que es un síntoma agudo de otra cosa mucho más seria. Esa parte de la sociedad que hoy se levanta y aupa a través de formaciones como IU, Podemos, Equo, etc., o que todavía se manifiesta a través de la abstención electoral, tiene unas pretensiones que van mucho más allá, y que están ligadas al hartazgo que representa el bipartidismo, con todas sus connotaciones, corruptelas, aparato, régimen y políticas de hechos consumados.
     Si nos preguntamos qué quiere esa masa social que con sus votos amenaza el status quo existente, la respuesta por obvia parece estúpida: acabar con el status quo existente; y son muchos los argumentos y hechos que formalizan ese estado de cosas que desde la Transición hasta aquí han acontecido en la política y la sociedad española. Entonces, ¿cómo es posible hacer querer participar de la acción a un elemento de la reacción? Es imposible que una formación política que ha gobernado España durante lustros ubicada en las antípodas de su programa aparente y de las necesidades sociales y ciudadanas, participe del cambio; es absolutamente inviable que el PSOE, esa formación que impuso junto a su verdadero socio, el PP, la reforma del artículo 135 de la Constitución, priorizando el pago de la deuda antes que las necesidades de las personas, forme parte de un proyecto de regeneración; ¿cómo será posible que un engranaje imprescindible del bipartidismo y del modelo existente, sea herramienta de cambio?; es del todo inverosímil que aquellos que han creado lenguaje mediante expresiones como “puerta giratoria”, haciendo de esto un modus vivendi para sus carteras, o creando una red clientelar a su alrededor (véase Andalucía), quieran vestirse de legitimidad y ética e impulsar una renovación del sistema político; o acaso no es propio de una fantasía desquiciada que un partido político llamado socialista, obrero y español que ha expoliado los recursos y las empresas de todos y todas nosotros, regalándoselas a sus cuatro amiguetes del poder a través de procesos de privatización desvergonzados, quiera erigirse como salvador de la patria defendiendo el socialismo. Cómo pretender hacer partícipe del cambio a una formación que se participó y participa en el diseño de una UE que hoy es cárcel y condena de millones de españoles y de europeos, construyendo una Europa de mercachifles, Rockefellers y burócratas.
No, el PSOE y la socialdemocracia nunca podrán formar parte de un proceso de construcción que desemboque en nuevas formas de hacer política, economía y sociedad, pues precisamente son éstos y lo que representan, aquello contra lo que nos estamos levantando y por lo que intentamos organizarnos y confluir. Hoy, millones de españoles y españolas intentan construir un futuro, el suyo y el de los demás, que les es negado, y la socialdemocracia, con el PSOE a la cabeza, representa un pasado casposo, negro y reaccionario. Cosa diferente es que desde esos lugares inciertos, bien por intereses bien por miopía, se piense en la posibilidad de conformar un bloque de izquierdas, cual sopa de letras y siglas, amorfa y descafeinada, cuyo fin último fuese el de dar un fruto estéril que cambiase todo para no cambiar nada. Y por aquí no se pasa.
Por lo tanto, cuidado ante aquellos que formulan la igualdad Podemos + IU + PSOE = VICTORIA, sin entender las mínimas reglas del nuevo álgebra social que acontece y se construye, pues pírrica victoria sería esta. El proceso de cambio iniciado por las sociedades europeas, y en particular por la española, debe ir más allá, rompiendo en el camino con los viejos estigmas del pasado y con esas rémoras históricas que no han representado sino retroceso y traición para la única clase transformadora: la de los y las trabajadores. El cambio pasa por apartar del camino a todas aquellas fuerzas de la reacción que lograron consolidar un régimen postfranquista que nos vino a decir “aquí no ha pasado nada”, y por construir, con herramientas del futuro, nuestro propio futuro. Así que, señores y señoras de la socialdemocracia, seres de los lugares inciertos que época tras época, lucha tras lucha, han venido a impedir el avance de las nuevas formas sociales, políticas y económicas, apártense del camino, que hoy no nos son necesarios.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Es recurrente pero quiero dejarlo claro; la falsa bandera de la socialdemocracia no solo no es necesaria sino que es el enemigo y, por tanto, alguien que pretende nuestro sufrimiento.

¿Desde cuando el opresor ha sido necesario?, ¿cuándo ha sido el momento en el que nos hemos creído que el progreso es imposible sin los latigos y las cadenas?

¡¡¡Por dios bendito!!! No caigamos en el fascismo!, no caigamos en creer que el sufrimiento de muchiísimos como objeto de ser del placer de unos pocos es necesario para progresar, pues eso es cómo afirmar que para ganar las Olimpiadas de Atletismo uno ha de cortarse las dos piernas y los dos brazos.
Vamos, el surrealismo elevado a la enésima potencia.