viernes, 27 de marzo de 2020

Polvos y Lodos



Remedios Copa
Colectivo Prometeo
     El coronavirus nos ha golpeado en las narices con una contundencia tal que ya no permite eludir la realidad. Una realidad que exige la cohesión proactiva para hacer frente a una catástrofe que necesita aunar sinergias en una misma dirección.
   Para empezar y sin ánimo de gastar mucho esfuerzo en ello, debo decir que duele el oportunismo y la falta de sensatez, (por decirlo del modo más suave y benevolente posible), cuando el dirigente del PP dedica horas y horas de pantalla en las televisiones y titulares de prensa a mansalva criticando al Gobierno en cuanta medida toma y dándole vueltas a la matraca con que no se debió de autorizar la manifestación del 8 de Marzo.
   Está claro que tanto al PP como a Vox el Movimiento Feminista le escuece tanto como el Vicepresidente del Gobierno, Pablo Iglesias, y demás miembros de Unidas-Podemos en el Gobierno. De no ser así, no se entendería como ninguno de los dos partidos parece tener conciencia, (porque no lo mencionan nunca), los más de 5.500 encuentros deportivos que se celebraron en España en esa fecha, el Congreso de Vox en el que por cierto acudió Sr. Ortega Smith después de un viaje a Italia, las 18.000 misas celebradas en ese fin de semana, además de conciertos, teatro, cine y demás espectáculos de los que la gente disfrutó porque en ese momento no había constancia de la gravedad de la situación. Por lo tanto, seamos serios.
La otra cantinela de la matraca, “el Gobierno no está poniendo las medidas de protección ni los recursos sanitarios imprescindibles; no está tomando medidas suficientes para proteger el tejido empresarial…”. Pero señores esto es una doble contradicción. La primera es que políticos neoliberales reclamen del Estado todo tipo de coberturas y protecciones contrarias a los principios de un sistema que propone el adelgazamiento del Estado hasta reducirlo a la mínima expresión y la privatización de prácticamente todos los servicios públicos.
La segunda, que no sean conscientes de que las carencias que afloran en esta situación en España tienen su origen en los recortes y privatizaciones que el Gobierno del PP llevó a cabo durante los años anteriores, gobernando con mayoría absoluta; años en que destinó dinero público a rescatar a la banca, a la subvención y exenciones fiscales a las empresas y que lo destinaron a la deslocalización de la producción y a la digitalización y robotización, contribuyendo con ello a la eliminación de puestos de trabajo y al incremento de los beneficios empresariales que a su vez, éstas derivaron a paraísos fiscales o a inversiones especulativas.
Con respecto a esos dos puntos tan solo añadiré la advertencia que en 2017 hizo con respecto a España Mario Weitz, (persona nada sospechosa de ser anticapitalista), en un seminario en Vigo que versó sobre posibilidades de desarrollo de España y Latinoamérica. Al referirse a las debilidades de nuestro país para crecer objetó como principal hándicap para su desarrollo competitivo y sostenible la necesidad de nacionalizar la energía y las infraestructuras que garantizaran el control de la logística del transporte y la distribución, además de garantizar la educación y la sanidad pública. Ningún país podrá avanzar si no cuenta con esos cuatro pilares, afirmaba Weitz.
Y para centrarnos en las consecuencias que estamos viviendo ahora, mientras Macron en Francia ha suspendido el cobro de la energía y el agua con motivo de la pandemia, cosa que pudo hacer porque están nacionalizas, por el contrario las corporaciones de la energía en España acudieron al Gobierno solicitando garantías frente a posibles pérdidas por la parada productiva que la pandemia supondría.
En cuanto estalló la tormenta, la Confederación Española de Organizaciones Empresariales, junto con la Confederación Española de Pequeña y Mediana Empresa, se alzaron reclamando medidas que eviten la quiebra de sus empresas y les garanticen liquidez por la falta de actividad, exención del pago de cuotas a la Seguridad Social, facilidades para simplificar y agilizar la tramitación de Expedientes de Regulación Temporal de Empleo, de modo que esos trabajadores sean retribuidos con dinero público. Además de lo expuesto, pidieron aplazamiento y fraccionamiento del pago de manera automática y sin intereses de los pagos tributarios para las empresas que hayan sufrido una caída significativa de sus ingresos o incremento de gastos por culpa de la pandemia, A estas reivindicaciones se unieron también los autónomos y probablemente con razones más justificadas.
La intervención de los sindicatos dio el visto bueno a los ERTES y a que trabajadores por cuenta ajena y autónomos pudieran cobrar el 70% de la base reguladora, tuvieran o no derecho a desempleo y sin que dicha percepción sea descontada del tiempo de derecho a desempleo que pudieran tener acumulado.
Es de destacar que la clarificación de la situación y la dotación económica la gestionaron con mayor premura que la de trabajadores, autónomos y colectivos más desprotegidos. Y si hablamos de la dotación económica presupuestada para unos y otros, la balanza no se inclina a favor de los más débiles, al menos por ahora. Y de no ser por Unidas-Podemos en el Gobierno, tal vez ni se hablara de ellos.
Con respecto al dinero liberado por el Banco Central Europeo, una vez más sería un dinero prestado a los bancos a coste cero para que luego dieran créditos por los que cobrarían cierto interés y además los otorgarían con el aval del Gobierno. Es decir, una vez más, pagaríamos todos porque cuando se presta a personas o empresas que están en precario, el riesgo de impago es elevado.
Si la Vicepresidenta Calviño se opuso a que el BCE liberase 60.000 millones de euros para que los bancos españoles los destinaran a prestamos era porque lo consideraba como otro rescate a los bancos que, puesto que le han exigido al Gobierno que lo que presten tenga el respaldo con avales públicos, ellos nunca pierden pero la realidad es que el BCE lo único que hace es rebajarle a los bancos el nivel de solvencia y lo hace a costa del Estado y como temen algunos “mal pensados”, veremos si ese dinero va a préstamos o a especulación financiera pura y dura.
En esta tesitura, Unidas- Podemos aboga porque el gasto sea social y su propuesta de que el Estado pague parte del salario de los trabajadores que pudieran perder su empleo por la inactividad productiva de esta crisis, siempre que no se rompa la relación laboral posteriormente. Esta sería una de las medidas necesarias para los trabajadores pero tiene que acompañarse de la cobertura de muchas otras necesidades que tienen las personas más desprotegidas cuya situación agrava la crisis al cerrarse los comedores sociales, los comedores de los colegios y otros servicios de alojamiento que ahora requiere forzosamente la población indigente y la situación de quienes trabajaban en la economía sumergida y ahora no tienen nada.
Las necesidades son muchas y los recursos pocos. Hablar de miles de millones para bancos y empresas y 300 millones para los más desfavorecidos no suena a equilibrio. Y aunque hablamos de una crisis sanitaria, tan solo hemos hablado de cifras económicas qué, cuando se toca la parte empresarial, son astronómicas y no dejan de ser chocantes e incoherentes con la filosofía del sistema neoliberal operante porque desde luego la situación apunta a que de nuevo y si la izquierda no lo remedia, esta crisis la vuelve a pagar el pueblo.
De entrada el coronavirus se está llevando vidas pero de salida dejará más desigualdad y miseria de la que encontró al llegar y no lo olvidemos, como consecuencia de ello, habrá más muertes, suicidios, enfermedad mental, drogadicción y marginalidad cuando el virus se haya ido.
El neoliberalismo estará en sus estertores finales, o eso piensan algunos, pero lo cierto es que ha puesto de manifiesto las carencias acumuladas en nuestro país por un sistema nefasto, plagado de corrupción e ineficiencia.
Las mieles de la privatización de la sanidad, los conciertos con la medicina privada, los recortes de personal y de medios que asolaron la asistencia pública, tanto sanitaria como de bienestar social, la práctica desaparición de las ayudas a la dependencia, falta de plazas en residencias públicas y las precarias condiciones que padecen los ancianos en las privadas, están sembrando de cadáveres el suelo español, de tal forma que es imposible proveer de los medios necesarios tanto humanos como materiales y a la velocidad que se requieren para evitar mayores desastres.
Si a la situación de emergencia sanitaria le añadimos los altísimos costes económicos necesarios para resolverla y que además, los políticos que generaron la precariedad asistencial y social con la que este Gobierno se encuentra, le reclaman agilidad y premura en proveer de todo lo necesario y le culpan hasta de no comprar lo que no está disponible en el mercado y a la vez le exigen prioridad en salvaguardar los intereses de bancos y empresas, ¿quieren que en verdad se eviten muertes?, ¿o desean que el virus deje el país liberado de ancianos y cargas sociales, como dijo Boris Johnson, Dan Patrick o Bolsonaro?. Lo único bueno de esto es que el coronavirus parece más democrático y menos clasista que ellos y les puede dar algunas sorpresas.
Nada de lo que está ocurriendo es casualidad. Es el fruto de las políticas que se vienen implementando en nuestro país. España vivió de espaldas a la realidad mucho tiempo, privilegiando lo financiero, los dividendos y las recompras de acciones; una práctica de capitalismo especulativo frente a las empresas productivas. Por otra parte, los empresarios optaron por la deslocalización de la producción y políticos, empresarios y economistas decidieron que España no produjera casi nada, debilitándola de ese modo hasta el punto que no puede abastecerse por sí misma de casi nada y ahora la realidad nos hace caer en la cuenta de que ni EE UU es el amigo, ni la UE es tan solidaria, ni la globalización puede proveer de todo.
Un simple virus puede circular sin pasaporte y atravesar todas las fronteras, hacer que se cierren para quienes estaban abiertas, que los Estados nación cuyos regímenes desacredita el neocapitalismo vengan ayudarnos cuando estamos en apuros y por último, que por fin caigamos en la cuenta de que la ciudadanía puede ser creativa y solidaria y que hay una reserva de conocimiento capaz de innovar y producir bienes, de crear una red de tejido empresarial y de reconvertir líneas de producción en empresas paradas y todo en un tiempo record, para abastecernos de lo que se necesita urgentemente y que no hay disponible en el mercado nacional ni siquiera en el global.
Si el coronavirus demostró que un Estado con un fuerte liderazgo puede solventar con éxito una crisis y contener la pandemia, ¿por qué no aprovechar el potencial de producción interna y fomentara un liderazgo fuerte que de un cambio hacia la sensatez y la decencia?, sobre todo ahora que, tanto la UE como la globalización, armadas en este sistema económico opresor y destructivo, están mostrando su verdadera cara y no es precisamente nada esperanzadora.




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